52 años del desembarco de Playa Caracoles y la ejecución de Caamaño: Una historia aún sin respuestas
Santo Domingo, 16 de febrero. – Han transcurrido 52 años desde la ejecución del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, líder militar de la Revolución de Abril de 1965, quien cayó abatido en la Cordillera Central mientras comandaba un frente guerrillero que desembarcó en Playa Caracoles con la intención de derrocar la denominada “dictablanda” de Joaquín Balaguer. A pesar del tiempo transcurrido, su cadáver sigue sin aparecer, manteniendo una de las mayores incógnitas de la historia dominicana.
Lo ocurrido el 16 de febrero de 1973 quedó registrado en las imágenes captadas por Antonio García Valoy, reportero gráfico de Listín Diario, quien recibió la orden directa del entonces presidente Balaguer de documentar lo sucedido.
«Siempre recuerdo algo que me dijo el presidente Balaguer: ‘Que no quede ninguna duda’. Que todos tengan la libertad para hacer sus trabajos», rememora García Valoy sobre las instrucciones que recibió antes de partir hacia la zona donde cayó el revolucionario.
García Valoy, quien estaba asignado a la fuente de Palacio Nacional, recibió la orden de desplazarse hasta el lugar junto al periodista José Goudy Pratt, de El Caribe, y el camarógrafo Eladio Guzmán (Güico). Al llegar a la sección Nizao, en San José de Ocoa, encontraron un escenario desolador: un grupo de soldados, un camión militar en la parte alta y, en la parte baja, el cuerpo sin vida de Caamaño.
«Cuando llegamos allá, en la parte alta estaba un camión de soldados y abajo estaba el cadáver de Caamaño. Nosotros inmediatamente nos desplazamos hacia la zona», recuerda García Valoy. La orden desde Palacio era clara, por lo que no hubo restricciones para documentar el suceso.
El fotoperiodista observó con detalle el cuerpo de Caamaño, resaltando la herida más impactante: un disparo en la cabeza. «Caamaño tenía un balazo en la cabeza», señala, destacando que también presentaba impactos de bala en el tórax. Pidió que lo voltearan para buscar otras señales de violencia. «Yo pedí que lo viraran para tratar de identificar heridas o huellas en la espalda. Los soldados lo hicieron. Fue la orden del presidente», explica.
Las fotografías tomadas por García Valoy fueron la única prueba tangible del destino de Caamaño, aunque no todos creyeron que realmente correspondían a su cadáver.
La controversia llevó a que la Dirección Editorial de Listín Diario optara por retirar temporalmente a García Valoy de la cobertura periodística, debido a las amenazas y persecuciones que enfrentó tras la publicación de las imágenes.
«Había gente que decía que no era Caamaño (…) Un grupo de políticos insistía en que ese no era su cadáver. Pero al presentar tanta gráfica y demostrar las huellas, las heridas, se pudo comprobar que sí», recuerda.
La desaparición del cuerpo y el legado del coronel
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A pesar de las evidencias fotográficas, el paradero de los restos de Caamaño sigue siendo un misterio. Los periodistas que acudieron a la zona no tienen respuestas sobre lo que ocurrió después de su salida, pues «tal como llegamos, así salimos. Ahí se quedaron los soldados y los cadáveres».
Ante la ausencia de sus restos, en 2013 se le rindió homenaje trasladando un cenotafio al Panteón de la Patria, una tumba vacía que simboliza su memoria. Ese mismo año, el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF) analizó restos óseos que se pensaban podrían corresponder a Caamaño, pero las pruebas de ADN demostraron que no pertenecían al héroe de la Revolución.
Para García Valoy, quien lo conoció en diferentes escenarios durante la Guerra de Abril, Caamaño era un hombre de “formación increíble” y con un liderazgo excepcional.
Su legado sigue vivo en la memoria del pueblo dominicano, inmortalizado en la canción «Francisco Alberto, Caramba», de Chico González y Ramón Leonardo, cuyas estrofas dicen: «Hoy tu ejemplo es su alimento, ya no hay miedo ni silencio, tú estás viviendo en el pueblo».
La versión oficial y la hipótesis del fusilamiento
El comunicado oficial de las Fuerzas Armadas, emitido el 16 de febrero de 1973, informó que Caamaño había sido abatido en combate en la sección Nizao de San José de Ocoa, junto a sus compañeros guerrilleros Heberto Lalane José (27 años) y Wellington Ascanio Peterson Pieterzs, aunque más tarde se corrigió la información, identificando en su lugar a Alfredo Pérez Vargas (26 años).
Sin embargo, la versión oficial ha sido ampliamente cuestionada, pues existen fuertes indicios de que Caamaño fue capturado vivo y posteriormente ejecutado. Según documentos y testimonios, Balaguer habría dado la orden de su fusilamiento, al preguntar a los militares: “¿Ustedes tienen cárcel para un hombre como Caamaño?”.
El historiador Roberto Cassá, en su libro Personajes Dominicanos, tomo II, recoge una versión que contradice el informe militar: “Herido, Caamaño fue conducido a la sabana de Nizaíto, donde al cabo de cierto tiempo se apersonaron los más connotados jerarcas militares. Estos esperaron la señal del centro del poder, mientras algunos oficiales llegaron a conversar con el prisionero. Antes de las cuatro de la tarde, el revolucionario fue colocado frente a un pelotón de fusilamiento. Murió con la dignidad del héroe, lanzando un vibrante ‘¡Viva la libertad de su pueblo!’”.
El 2 de febrero de 1973, Caamaño y un grupo de guerrilleros desembarcaron en Playa Caracoles, Azua, con el propósito de iniciar un movimiento revolucionario contra el gobierno de Balaguer, a quien consideraban un continuador de la dictadura trujillista. La guerrilla, sin embargo, fue rápidamente identificada y perseguida por las fuerzas militares, quienes los emboscaron en la Cordillera Central.
El operativo militar contra los insurgentes fue masivo y, tras varios días de enfrentamientos, Caamaño y sus compañeros fueron rodeados y exterminados. A pesar de su fracaso, el desembarco de Playa Caracoles sigue siendo un símbolo de lucha y resistencia en la historia dominicana.
García Valoy y el riesgo de documentar la historia
La labor de Antonio García Valoy en la cobertura de la Revolución de Abril, la invasión de Playa Caracoles y la represión política durante los Doce Años de Balaguer, le valió reconocimientos como la Orden del Mérito de Duarte, Sánchez y Mella, en el grado de caballero, otorgada en 1989.
A pesar de los riesgos que enfrentó, el fotoperiodista siente satisfacción por haber documentado uno de los momentos más trascendentales de la historia dominicana. “Ojalá no se repita el momento que yo viví. Lo que me ha dejado es la gran satisfacción de los hijos que tengo, que son ejemplo de la sociedad”, reflexiona.
Extraido del reportaje del periodista Carlos Moreta, de Listín Diario