Luis iría, la reforma no (¿)
Luis Encarnación Pimentele
Las tantas modificaciones de que ha sido objeto la Constitución de la República, generalmente para gobernantes de turno tender una alfombra que le faciliten la reelección, inducen en el acto a un ambiente de prejuicios, temores y sospechas, cuando desde un partido o desde un gobierno en ejercicio se busca introducir cambios en la Carta Magna.
Y es más que entendible, por los traumas y los precedentes de trampas institucionales ocurridos en el tiempo. Aun guardando las diferencias – del tiempo y de la figura al frente del poder-, cuando de política y de los intereses que esta mueve se trata, nada garantiza que reglas de juego de la democracia o palabra empeñada se cumplan.
De ahí que mucha gente ducha, de la oposición y de la sociedad en general, prefiere que no se invente y que determinadas “teclas” mejor no se toquen (¿).Sabiendo la posición de rechazo de la Fuerza del Pueblo, del PLD , del PRD y de otros sectores importantes del pais a la iniciativa de reforma promovida desde el gobierno, alegando “fortalecer la independencia del Ministerio Público”, se entendía que sería muy cuesta arriba, dado que el PRM no tiene los votos necesarios para aprobar la pieza ,y que de intentar imponerla, solo sería mediante cuestionadas prácticas del pasado ,y sacrificando el aspecto ético. Muy duro, todo un gancho, frente al “Cambio” ofertado al país.
Por eso, cuando el Jurídico Antoliano Peralta dijo que la reforma iba, aun sin la aprobación de los partidos de oposición (?), que se habían retirado la mesa del dialogo, se vio como un gran error, porque sugería desafío y ponía más lejos un consenso. Con anterioridad, y respecto a la idea de reforma fiscal, que también la oposición se opuso, el importante funcionario había adelantado que la misma iba “sí o sí “, pero el presidente Abinader vio que no había condiciones, dijo que no habría reforma, y cerró la discusión.
Y ahora, en la misma línea de prudencia y de respeto de las reglas democráticas, el jefe del Estado instruyó al mismo Peralta a decir que el gobierno no impondrá una reforma a la Constitucion, ni ninguna otra reforma, si no es aprobada por los partidos políticos, especialmente por los representados en el Congreso. Eso indica que el intento llego hasta ahí, que la reforma queda sin efecto. Y que bueno, porque lleva tranquilidad, ayuda a la gobernabilidad, le evita distracción al gobierno y, además de ganarse una felicitación, lo lleva a concentrarse en tareas fundamentales para tener éxito. NOTA: ¿No es falta grosera a la memoria y postulados de Peña, que en un acto en su honor se lancen consignas de reelección? ¡Por Dios!