Radiografía social detrás de las letras de la música urbana
Por Leonora Ramírez
La antropóloga social Tahira Vargas considera que en el contexto de la violencia contra la mujer y la reafirmación de patrones de conducta que la sitúan solo como un mero objeto sexual a través de ciertos géneros musicales, no deben satanizarse esas expresiones, sino analizar las deudas que se tiene con la población joven del país desde la perspectiva de su desarrollo integral y de la educación sexual.
Vargas se expresó en esos términos al analizar las problemáticas alrededor de los segmentos más jóvenes de la población, y las situaciones que hay detrás de géneros musicales como el dembow, cuyas letras y vídeos expresan una hipersexualidad sin filtro contraria a la tradición o la moral, y reseñan las riquezas que se obtienen de negocios ilícitos.
A su entender, la mirada que se le debe dar al género debe ir más allá del morbo que su lírica despierta, porque hay toda una radiografía social a su alrededor y mucha rebeldía.
“Yo pienso que el dembow nos está dando una oportunidad de conocer realmente cuáles son los grandes vacíos y deudas que se tienen con la población joven y adolescente del país. Porque el hecho de que se utilicen muchas expresiones de violencia de género y sexual significa que es una realidad que a ellos les está afectando, y que quieren expresarla.
“Claro, la manera en que la expresan muchas veces la legitiman y la fortalecen, pero expresándola de forma directa están demostrando que no hay por qué tener cortapisas para hablar del tema, igual que pasa con el consumo de sustancias narcóticas”.
Al hacer esos señalamientos Vargas plantea que el consumo de sustancias, la violencia de género y la violencia sexual han existido siempre en nuestro país, pero han estado solapadas.
Lo que no significa que eran menos frecuentes, asegura al destacar que quedaban en las esferas íntimas, “pero esos muchachos lo plantean ahora de manera directa”.
Sexo y poder
El dembow es un género musical que, dicen los entendidos, tiene su base en el reguetón jamaiquino.
Es un pegajoso ritmo dominicano que empezó a alcanzar notoriedad y fama a partir de 2009. Sus principales representantes son jóvenes de sectores marginados económicamente.
Las controversiales letras giran en torno a tres temas: sexo, drogas, y poder vinculado a la riqueza que no siempre es lícita. La imagen que construyen de la mujer y del hombre se enfoca en la sensualidad y en los atributos fálicos. Las “dembowseras” no se expresan distinto a sus colegas masculinos.
Los tabúes del pasado
Vargas entiende que el escándalo que provocan las letras del referido ritmo reflejan las diferencias generacionales respecto al tema de la sexualidad.
“Nuestra generación no podía abordar el sexo de manera directa, y por eso nuestros merengues y manifestaciones de música popular utilizaban las figuras literarias para decir lo mismo, pero con palabras figuradas.
“Ese lenguaje figurado tenía mucha razón de ser, y conectaba con nosotros porque es lo que estábamos viviendo. No podíamos conocer a una persona e inmediatamente hablar de sexo, las mujeres no debían decir que quieren sexo, ni explicar el tipo de sexo que quieren, ni el hombre tampoco”.
Vargas plantea en ese sentido que los jóvenes de esta época han roto con aquellos tabúes, a pesar de que no están recibiendo educación sexual en la escuela.
Asimismo explicó que los jóvenes entienden que no pueden hablar del tema social con la población adulta, y por eso lo hablan entre ellos, y a través de la música, “porque esa música es para ellos, no les interesa que los adultos la escuchen porque saben que la condenan”.
Temas obscenos
Sobre los cuestionamientos que recibe el género, por el tono encendido de sus expresiones, Vargas refirió que en los barrios eso no es obscenidad porque en el barrio se habla así, esa es la cotidianidad.
“Los términos que usan no son un escándalo para ellos, y la clase media no las quiere oír porque lo considera obsceno y barrial.
“Son rasgos de una sociedad muy conservadora y estratificada socialmente, eso es parte de los rasgos de la desigualdad los que están ahí, una élite que no acepta eso como música, porque eso no es música”, destacó.
Fuente el Hoy