50 años entre el ovacionado discurso de Allende y el estreno de Boric en la ONU
Santiago de Chile, 21 sep (EFE).- El 4 de septiembre de 1972, con las cornetas del golpe de Estado ya afinadas por el Ejército y abrillantadas por los empresarios, que junto a la CIA torcían la debilitada economía nacional, el presidente chileno Salvador Allende dejó la impronta de su pensamiento progresista y su afilada retórica en un ovacionado discurso ante la Asamblea General de la ONU.
Un afinado discurso con alusiones a la justicia social, al valor de la democracia, a la libertad de los individuos en una sociedad solidaria y al diálogo en tiempos de polarización y Guerra Fría, cuya esencia y resabios recuperó este martes en la misma tribuna el actual presidente chileno, Gabriel Boric, el primero sucesor progresista tras 50 años de dictadura y transición a la democracia.
«Vengo de Chile, un país pequeño, pero donde hoy cualquier ciudadano es libre de expresarse como mejor prefiera, de irrestricta tolerancia cultural, religiosa e ideológica, donde la discriminación racial no tiene cabida», arrancó Allende.
«Un país con una clase obrera unida en una sola organización sindical, donde el sufragio universal y secreto es el vehículo de definición de un régimen multipartidista, con un Parlamento de actividad ininterrumpida desde su creación hace 160 años, donde los tribunales de justicia son independientes del Ejecutivo, en que desde 1833 sólo una vez se ha cambiado la carta constitucional, sin que ésta prácticamente jamás haya dejado de ser aplicada», agregó.
Después, su verbo se sumergió en atribulaciones que medio siglo después son aún preocupaciones actuales y cotidianas, como la lucha por la liberación social, el esfuerzo por el bienestar y el progreso intelectual, la defensa de la personalidad y dignidad nacionales.
Y el peligro de apostar por el neoliberalismo, que en su visión amenazaba con abrir aún más la brecha de la desigualdad, convertida media centuria después en el principal problema de Chile y de Latinoamérica en su conjunto, como advierten organismos internacionales como la Cepal, dependiente de la ONU, o la OCDE.
“Modelo que va a producir mayor escasez de viviendas, que condenará a un número cada vez más grande de ciudadanos a la cesantía, al analfabetismo, a la ignorancia y a la miseria fisiológica. La misma perspectiva, en síntesis, que nos ha mantenido en una relación de colonización o dependencia», vaticinó.
«Que nos ha explotado en tiempos de Guerra fría, pero también en tiempos de conflagración bélica y también en tiempos de paz. A nosotros, los países subdesarrollados, se nos quiere condenar a ser realidades de segunda clase, siempre subordinadas. Este es el modelo que la clase trabajadora chilena, al imponerse como protagonista de su propio devenir, ha resuelto rechazar, buscando en cambio un desarrollo acelerado, autónomo y propio, transformando revolucionariamente las estructuras tradicionales”, agregó.
«Éste es el contenido revolucionario del proceso que está viviendo mi país, de superación del sistema capitalista y de apertura hacia el socialismo”, subrayó antes de denunciar un complot internacional para derrocar su gobierno -lo que ocurriría un año después- y apelar a la defensa de los derechos humanos.
«Señores delegados: Yo acuso ante la conciencia del mundo a la ITT de pretender provocar en mi Patria una guerra civil. Esto es lo que nosotros calificamos de acción imperialista”, dijo.
«Cientos de miles y miles de chilenos me despidieron con fervor al salir de mi Patria y me entregaron el mensaje que he traído a esta Asamblea mundial. Estoy seguro que ustedes, representantes de las naciones de la tierra, sabrán comprender mis palabras. Es nuestra confianza en nosotros lo que incrementa nuestra fe en los grandes valores de la Humanidad, en la certeza de que esos valores tendrán que prevalecer, no podrán ser destruidos”, concluyó.
MEDIO SIGLO DESPUÉS
Medio siglo después, Gabriel Boric, un presidente salido de las luchas estudiantiles, que nunca ha ocultado su admiración por Allende, tomó la palabra como uno de los líderes más jóvenes del mundo con un discurso progresista e integrador que ha sido aplaudido por los medios internacionales y criticado por los chilenos.
El mandatario, el primero de izquierdas desde el golpe de Estado en 1973, condenó la desigualdad, advirtió que es una carcoma que puede sacudir a todos los estados como lo hizo en Chile en 2019, y defendió un modelo económico, sostenido en la solidaridad mundial, la integración regional y la defensa del planeta.
Al igual que hiciera hace 50 años Allende, objeto hoy de un homenaje en el Instituto Cervantes de Nueva York, junto al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, el mandatario desnudó el conservadurismo retrógrado que encarnan líderes como el brasileño Jair Bolsonaro y la necesidad de hacer frente a la ola ultraderechista.
«El camino para enfrentar los problemas que aquejan a nuestras sociedades se pavimenta con más democracia y no con menos, incentivando la participación y no restringiéndola, fomentando el diálogo y jamás censurándolo y, sobre todo, respetando a quien piensa distinto», indicó el mandatario.
«Me rebelo contra el abismo que algunos pretenden cavar ante la legítima diversidad de opiniones. Desde Chile declaramos nuestra voluntad de constructores de puntos ante estas brechas que nos impiden encontrarnos como sociedades diversas», añadió.
Javier Martín