Matar el mundo que viene es morir
Pablo McKinney
El Disco Club (zona UASD) siempre estuvo allí, como estuvo La Gioconda de la Máximo Gómez, o aquel bar de bailar bueno del hotel El Comodoro de la Bolívar. Hacia allí nos escapábamos los estudiantes uasdianos de bolsillos flacos y algunos profesores casi proletarios los días 25 de cada mes, después del santo cobro.
Hoy, treinta y tantos años después, lo que ha cambiado en el país y el mundo no es la esencia de la oferta siempre disruptiva. o sea, rompedora, temasos de Blas Durán, Limones del Conjunto Quisqueya, sino el perfil psicológico de los demandantes del servicio, los jóvenes de este tiempo.
Por ejemplo, el sexo. Y es que el santo fornicio siempre ha sido un oficio de la juventud. Al fin, si no es en ese tiempo, cuándo va un joven a conocer el alma femenina, ahora que por don Alberto sabemos que se puede llegar a entender la Ley de la Relatividad, más no el alma de una mujer, pues lo de ellas es cosa de ser amadas que no comprendidas. Hágala feliz y ya encontrará ella la manera de entenderlo a Ud.
El problema de nuestra juventud no puede reducirse a la plebería aplaudida mundialmente del Bunny ni de Tokischa, sin antes tocar lo fundamental, los malos ejemplos de una sociedad que ha democratizado la corrupción, en donde falta educación doméstica a tantos jóvenes inocentes por lo mismo, criados sin valores, reglas ni disciplina, sin boches ni cariño, más una ausencia paterna o materna que pende sobre ellos como una maldición de olvido, ¡ay!
El problema tampoco puede ser asunto del consumo de drogas que siempre han estado presentes, legales o ilegales, -eso es cosa de pago de impuestos, sino más bien cosa de almas heridas, vacíos existenciales, y tantas ausencias y carencias familiares/materiales que -precisamente- hacia las drogas -legales o ilegales- conducen.
No confundamos los problemas con sus expresiones. Trabajemos porque llegue el día en que -sin importar los antiversos de Tokischa- se rompan las “botellas”, quiebren todas las bancas de apuestas, se sequen las “lavanderías”, sobren guarderías y buenos ejemplos, y todos seamos padres rectos pero amorosos de unos jóvenes que inevitablemente siempre amarán al Bad Bunny de su mundo y de su tiempo.
Hagan memoria y me entenderán: intentar matar (prohibir) el mundo que viene, es la más torpe manera de comenzar a morirse.
Fuente Listín Diario