Un voto de deslealtad diplomática
Miguel Guerrero
Con la abstención dominicana, equivalente a un cambio radical en la política exterior del país, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó el viernes, en su última sesión del 2022, una resolución de condena a Israel que lo acusa de ocupar una tierra que no le pertenece. La decisión pide la intervención de la Corte Internacional de Justicia para hacer cumplir la resolución.
No es la primera ni será la última iniciativa del mundo islámico para desalojar a los judíos de su tierra, de la que ya habían sido extrañados por dos milenios, tras la destrucción del Segundo Templo, a inicios de la Era cristiana.
La iniciativa palestina fue aprobada por 87 votos a favor, 26 en contra y 53 abstenciones. Occidente se dividió nuevamente en la discusión del tema y el mundo islámico votó con unanimidad, incluidas las naciones árabes que mantienen relaciones formales con Israel. La abstención dominicana equivale en la práctica a una condena a Israel por cuanto, generalmente, había coincidido en el tema con el voto de las democracias occidentales. Un voto, a mi juicio, de deslealtad diplomática hacia una nación amiga con la que mantiene vínculos muy estrechos desde el restablecimiento de la nación judía en 1948.
Para que se tenga una idea de la gravedad del caso, supongamos que mañana por iniciativa haitiana, la ONU aprobara que los dominicanos somos ocupantes de nuestra propia nación. La abstención en el caso es tan grave como la vez, en el 2012 en que el país votó a favor de una resolución de Unesco que niega todo vínculo judío en Tierra Santa, a pesar de que los árabes llegaron allí en el siglo VI de nuestra era, siglos después de que lo hicieran los hebreos.
No hay ninguna explicación lógica, ni razones diplomáticas que justifiquen este voto incomprensible del Gobierno nacional contra una nación con la que mantiene cálidas y hasta ahora armoniosas y solidarias relaciones.