Padres de Esmeralda Richiez, ¿Culpables o Inocentes?

Lina Paulino

 Periodista y Psicóloga.

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En mi Papel de Madre, sin una responsabilidad paterna presente,  sufrí por mucho tiempo la acusación  de restringir la libertad a mis hijos y muchos, basados en mi juventud se atribuían el derecho de darme clases de maternidad  y  me predecían el futuro fatal de mis hijos, bajo el alegato de que a los muchachos hay que dejarlos conocer el mundo.

Hago esta introducción para referirme al  caso de la adolescente Esmeralda Richiez, quien fuera encontrada desangrada en el baño de su casa, tras un supuesto aborto en el que está involucrado un profesor de matemática.

Al ver las decenas de opiniones vertidas en los medios de comunicación,  que con ligereza  levantan el dedo acusador contra los padres de esta, a quienes los responsabilizan, primero, de dejar salir a su hija  con sus amigas y el profesor, sin percatarse que algo estaba pasando, como una forma de alegar el supuesto descuido y falta de atención a su hija adolescente y segundo, por no inquirir en lo que le pasaba  cuando llegó.

Es impresionante cuantos buenos padres aparecen de la noche a la mañana y que se han adjudicado el libro perfecto de la crianza responsable, y con esto, no estoy descargando en modo alguno de su obligación  a los progenitores de esta joven menor, ya que todos los padres, consciente e inconscientemente, cargamos con la culpa de muchas de las condiciones  físicas y emocionales, que padecen nuestros hijos;  sino que hago una crítica a la forma alegre en la que empezamos a buscar los causantes de dicha conducta,  hasta el punto de que  muchos los han señalados de cómplices en la muerte de su propia hija, ¿pero será que la egolatría nos ha hecho perder la razón?

En  tal sentido, yo me planteo las siguientes preguntas, primero ¿Quien conoce a ciencia cierta la verdadera dinámica de convivencia de esa familia?,  Quien se atribuyó el manual del padre perfecto y que da resultado en todos los casos?, ¿Quién sabe cuántas veces, los padres advirtieron a la joven sobre la situación, y quizás hasta le pusieron algún tipo de restricción o castigo?.

Otras preguntas que debemos hacernos son, ¿Desde cuándo son los padres, los mejores amigos de los adolescentes?, a tal nivel  que la niña pudiera decirle,  mami y papi es  que me acabo de hacer un aborto. Pero también deberíamos preguntarnos, ¿hasta qué punto los padres debieron  dudar al  alegato de su hija, de que   la sangre que observaron en la cama,  era producto de la menstruación?

 Soy del criterio, como estudiosa de la conducta humana, que no podemos andar señalando, condenando y haciendo juicios con tantas ligerezas, sin antes comprobar los datos obtenidos, y  cuáles fueron las posibles   debilidades que  se  producían en dicho  seno familiar, según algunos criterios estándar de crianzas saludables, que la mayoría de los padres lamentablemente desconocen.

Segundo, debemos hacer  un análisis sensato sobre lo que está ocurriendo en las familias a nivel general, porque es innegable la descomposición  familiar y social  que se registra  en  nuestro país de forma constante,  tomando en cuenta que nos enfrentamos ante una sociedad cada vez más demandante, y al mismo tiempo incongruente en sus normas de vida.

Por un lado se aboga,  porque  los niños tengan derecho a decidir sobre su cuerpo y por otro usan la etiqueta de adolescente para reconocer que los jóvenes adolecen valga la redundancia de discernimientos críticos para asumir decisiones.

Así mismo,  cada vez más y de forma legal se le ha ido quitando el derecho de los padres a interferir sobre la vida  de sus hijos, al tiempo que la misma estructura legal y social no provee los mecanismos para brindar ningún tipo de seguridad a los ciudadanos y muchos menos a los menores, que andan haciendo y deshaciendo sin ningún tipo  de régimen de consecuencias.

Seamos honestos, la realidad de los  niños y adolescentes va más allá de un descuido paterno, también se evidencia  una falta de  política de estado que procuren además de la educación ciudadana,  la garantía de seguridad y vigilancia, dentro y  fuera del entorno familiar, en este caso la escuela,   de nuestros menores de edad, que son al final las verdaderas victimas del sistema.

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