El tipo de la CIA que no encontró armas de destrucción masiva en Irak (Video)

Washington, 12 mar (EFE).- Charles Duelfer no ha vuelto a Irak desde que concluyó en un informe de la CIA que no había armas de destrucción masiva, el pretexto con el que EE.UU. invadió el país árabe hace ahora 20 años, debido a los errores de Inteligencia.

Y esto pese a que posiblemente Duelfer es el responsable estadounidense que mejor ha conocido el funcionamiento del régimen de Sadam Huseín (1979-2003).

En una entrevista con EFE, explicó que Bagdad nunca llegó a entender bien cómo funcionaba Washington, del mismo modo que EE.UU. tampoco comprendió la lógica iraquí, algo que tuvo consecuencias nefastas para Irak.

El 20 de marzo de 2003, los primeros soldados estadounidenses entraban en el territorio de Irak pertrechados con máscaras de gas con el convencimiento de que había armas de destrucción masiva.

Ese armamento nunca fue encontrado porque no existía.

Washington decidió intervenir en Irak basándose en «la experiencia de los inspectores de la ONU sobre las armas, los datos de inteligencia extremadamente limitados que EE.UU. había recopilado…», dijo Duelfer.

En el año 2000, los estadounidenses se habían quedado «ciegos» en Irak tras el fin de la misión de inspectores de la ONU, Unscom, encargada de verificar la eliminación de las armas de destrucción masiva en manos del régimen de Sadam; un equipo del que Duelfer fue vicepresidente desde 1993 hasta su disolución.

Por este motivo, la Inteligencia de EE.UU. se basó en «muy pocos datos» para asegurar que Irak tenía ese tipo de armas y convenció al presidente de EE.UU., George W. Bush (2001-2009), de la existencia de ese armamento. «No es que el presidente Bush se lo inventara», puntualizo Duelfer.

Fotografía de archivo fechada el 8 de septiembre de 2004 que muestra a una mujer iraquí que se cruza con soldados estadounidenses que patrullan las calles de Bagdad (Irak). EFE/Mohammed Messara


Todavía en la memoria de muchos quedará la famosa presentación del entonces secretario de Estado, Colin Powell, ante el Consejo de Seguridad de la ONU poco antes de la invasión, en febrero de 2003, donde defendió la intervención estadounidense.

Habían pasado más de dos años de los atentados del 11-S y EE.UU. temía un nuevo ataque terrorista de Al Qaeda, que en aquella época Washington vinculaba al régimen de Sadam, aunque no podía estar más equivocado.

En su presentación, Powell usó datos que los responsables de Inteligencia le habían garantizado que eran creíbles: fotos, mapas y conversaciones telefónicas interceptadas de altos mandos iraquíes.

Los informes que tenía el titular de Exteriores estaban fundamentados en el testimonio de desertores iraquíes «de poco fiar», apuntó Duelfer, a quienes EE.UU. investigó con un cierto escepticismo, pero no lo «suficiente».

El caso es que EE.UU. sabía a ciencia cierta que Irak había usado armas de destrucción masiva durante la guerra con Irán (1980-1988).

La implicación de Duelfer en Irak se remonta a aquella época, cuando fue responsable militar y político del Departamento de Estado, y EE.UU. apoyó al Gobierno de Sadam con Inteligencia y apoyo económico.

«No sería una exageración decir que las armas químicas tuvieron mucho que ver con la salvación de su régimen durante ese conflicto largo y sangriento», recordó Duelfer.

Con la invasión de Kuwait por parte de Irak y la imposición de sanciones internacionales al régimen en 1991, Bagdad se quedó sin armas de destrucción masiva y comenzaron las inspecciones de la ONU. En la década de 1990, Duelfer fue de hecho el único responsable de alto rango estadounidense que trataba de forma habitual con el Gobierno iraquí por su trabajo en la Unscom.

Tanto esa misión como el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y el Grupo de Investigación de Irak (ISG, en inglés), liderado por la CIA tras la invasión para buscar las armas de destrucción masiva, concluyeron que no había.

Duelfer estuvo al frente del ISG, integrado por 1.700 personas, y elaboró su informe final. A EE.UU. no le tomó mucho tiempo darse cuenta de su error después de entrar en el país.

El punto culminante fue la publicación del llamado «informe Duelfer» a finales de septiembre de 2004, que si bien admitía que no había armas de destrucción masiva en Irak, remarcaba que Sadam había tenido intención de recuperarlas tan pronto como se levantaran las sanciones.

Probablemente el gran error de cálculo del dictador fue no condenar los atentados del 11-S, ya que Washington lo interpretó como un indicio de que estaba vinculado con Al Qaeda, pese a que Sadam «odiaba» la organización terrorista.

De hecho, a partir de 2000, los iraquíes habían buscado un acercamiento a EE.UU. a través del propio Duelfer, lo que nunca fructificó.

Pero, ¿qué pensaba Sadam del error estadounidense sobre las armas de destrucción masiva? En opinión del experto, el dictador tenía una visión distorsionada de la realidad porque su entorno no se atrevía a contarle la verdad por tenerle miedo.

Esto lo pudo ver Duelfer durante los interrogatorios a Sadam después de su detención en diciembre de 2003, de los que fue testigo privilegiado, aunque nunca tuvo un cara a cara con él en la sala, porque se decidió que solo una persona, el agente del FBI George Piro, llevara a cabo esta labor.

Para aproximarse a él, adoptaron una táctica psicológica, más que violenta.

«Él quería dar forma a su legado, así que parte de nuestra estrategia para interrogarlo fue darle la oportunidad de dejar constancia de su legado», rememoró Duelfer, quien explicó que Sadam entendió que parte de su problema cuando gobernaba fue que nadie le decía la verdad.

El dictador estaba «perplejo» y no entendía cómo era posible que EE.UU. hubiera atacado su país creyendo que tenía armas de destrucción masiva.

Y es que, como indicó Duelfer, cuando Washington lanzaba esas acusaciones a los iraquíes no les cabía en la cabeza que EE.UU. «no tuviera ni idea» de lo que ocurría en su país, sino que pensaban que lo hacía por algún motivo en concreto o «fines políticos».

Susana Samhan



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Todavía en la memoria de muchos quedará la famosa presentación del entonces secretario de Estado, Colin Powell, ante el Consejo de Seguridad de la ONU poco antes de la invasión, en febrero de 2003, donde defendió la intervención estadounidense.

Habían pasado más de dos años de los atentados del 11-S y EE.UU. temía un nuevo ataque terrorista de Al Qaeda, que en aquella época Washington vinculaba al régimen de Sadam, aunque no podía estar más equivocado.

En su presentación, Powell usó datos que los responsables de Inteligencia le habían garantizado que eran creíbles: fotos, mapas y conversaciones telefónicas interceptadas de altos mandos iraquíes.

Los informes que tenía el titular de Exteriores estaban fundamentados en el testimonio de desertores iraquíes «de poco fiar», apuntó Duelfer, a quienes EE.UU. investigó con un cierto escepticismo, pero no lo «suficiente».

El caso es que EE.UU. sabía a ciencia cierta que Irak había usado armas de destrucción masiva durante la guerra con Irán (1980-1988).

La implicación de Duelfer en Irak se remonta a aquella época, cuando fue responsable militar y político del Departamento de Estado, y EE.UU. apoyó al Gobierno de Sadam con Inteligencia y apoyo económico.

«No sería una exageración decir que las armas químicas tuvieron mucho que ver con la salvación de su régimen durante ese conflicto largo y sangriento», recordó Duelfer.

Con la invasión de Kuwait por parte de Irak y la imposición de sanciones internacionales al régimen en 1991, Bagdad se quedó sin armas de destrucción masiva y comenzaron las inspecciones de la ONU. En la década de 1990, Duelfer fue de hecho el único responsable de alto rango estadounidense que trataba de forma habitual con el Gobierno iraquí por su trabajo en la Unscom.

Tanto esa misión como el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y el Grupo de Investigación de Irak (ISG, en inglés), liderado por la CIA tras la invasión para buscar las armas de destrucción masiva, concluyeron que no había.

Duelfer estuvo al frente del ISG, integrado por 1.700 personas, y elaboró su informe final. A EE.UU. no le tomó mucho tiempo darse cuenta de su error después de entrar en el país.

El punto culminante fue la publicación del llamado «informe Duelfer» a finales de septiembre de 2004, que si bien admitía que no había armas de destrucción masiva en Irak, remarcaba que Sadam había tenido intención de recuperarlas tan pronto como se levantaran las sanciones.

Probablemente el gran error de cálculo del dictador fue no condenar los atentados del 11-S, ya que Washington lo interpretó como un indicio de que estaba vinculado con Al Qaeda, pese a que Sadam «odiaba» la organización terrorista.

De hecho, a partir de 2000, los iraquíes habían buscado un acercamiento a EE.UU. a través del propio Duelfer, lo que nunca fructificó.

Pero, ¿qué pensaba Sadam del error estadounidense sobre las armas de destrucción masiva? En opinión del experto, el dictador tenía una visión distorsionada de la realidad porque su entorno no se atrevía a contarle la verdad por tenerle miedo.

Esto lo pudo ver Duelfer durante los interrogatorios a Sadam después de su detención en diciembre de 2003, de los que fue testigo privilegiado, aunque nunca tuvo un cara a cara con él en la sala, porque se decidió que solo una persona, el agente del FBI George Piro, llevara a cabo esta labor.

Para aproximarse a él, adoptaron una táctica psicológica, más que violenta.

«Él quería dar forma a su legado, así que parte de nuestra estrategia para interrogarlo fue darle la oportunidad de dejar constancia de su legado», rememoró Duelfer, quien explicó que Sadam entendió que parte de su problema cuando gobernaba fue que nadie le decía la verdad.

El dictador estaba «perplejo» y no entendía cómo era posible que EE.UU. hubiera atacado su país creyendo que tenía armas de destrucción masiva.

Y es que, como indicó Duelfer, cuando Washington lanzaba esas acusaciones a los iraquíes no les cabía en la cabeza que EE.UU. «no tuviera ni idea» de lo que ocurría en su país, sino que pensaban que lo hacía por algún motivo en concreto o «fines políticos».

Susana Samhan

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