Otro aniversario de la Organización Mundial de la Salud
Sergio Sarita Valdez
La Organización Mundial de la Salud creada luego de finalizada la segunda guerra mundial, siendo más específica, fundada el 7 de abril de 1948, definió como su gran objetivo fundamental el lograr que todos los individuos que habitan el planeta disfruten el máximo grado posible de salud, expresado en bienestar físico, mental y social.
Tres cuartos de siglo han transcurrido por lo que la fecha es ideal para revivir dicho compromiso colocando en la agenda inmediata prioritaria la reducción de la mortalidad materno-infantil en varios continentes. Requerimos de un enfrentamiento decidido y efectivo de las consecuencias sanitarias del cambio climático, la crisis alimentaria agudizada en muchos Estados. Contemplamos la incapacidad para garantizar el acceso universal a unos servicios de salud oportunos, con calidad, equidad y eficiencia. Falta mucho por lograr en lo concerniente a la sostenibilidad de los programas básicos de inmunización en toda la población.
Es perentorio reforzar los estilos saludables de vida que fomenten las actividades físicas y combatan el sedentarismo en todas las edades. Deben establecerse campañas educativas que instruyan sobre los efectos dañinos al organismo humano resultantes del sobrepeso, las dietas cargadas de sal, alto contenido de grasas animales, así como el exceso de azúcares en la alimentación.
En el ámbito local a los males universales enunciados arriba se nos agrega una creciente ola de uso y consumo juvenil de alcohol, tabaco, drogas ilícitas, embarazos tempranos, violencia callejera e inseguridad ciudadana. Los accidentes vehiculares en ciudades y carreteras son motivo de una epidemia de muertes en motoristas, amén de los almacenes de lesionados con incapacidades funcionales a corto, mediano y largo plazo.
Los envejecientes se encuentran con un ambiente inhóspito para su buen vivir, teniendo en cuenta los trastornos visuales y auditivos de la senectud, incrementados por una alta incidencia de diabetes, hipertensión arterial, osteoartritis, cáncer, trastornos mentales y neurológicos.
Asombra, estremece, duele y causa rabia de impotencia ser testigo contemporáneo de una inmensa cantidad de recursos materiales y humanos que las grandes potencias mundiales dedican al negocio de las armas atómicas y convencionales. Peor aún es vivir el trágico espectáculo de guerras en África, Medio Oriente, Asia y Europa en donde se dilapidan enormes capitales que bien pudieran ser utilizados para resolver ingentes males crónicos mundiales. Tal parece que hemos perdido la cordura y salud mental universal. Vivimos en un estado de esquizofrenia universal. Nunca antes había llegado la especie humana al grado de desarrollo del conocimiento científico como ahora. ¡Jamás soñamos con la capacidad de comunicación con la que hoy contamos! ¡Nunca habíamos acumulado tanta riqueza, tanta pobreza y tanta violencia como hoy en día!
¡Tanto saber, tanto poseer y tanto carecer al mismo tiempo!
La tarea que tiene por delante la Organización Mundial de la Salud es enorme. Sobre sus hombros reposa una gran responsabilidad. La salud mental, ambiental, social y física del Homo sapiens está seriamente amenazada por el virus de la violencia en todas sus vertientes.
¡Por un mundo mejor y más sano vale la pena luchar y morir en el empeño de ser necesario!