Superemos la simbología del conflicto para la negociación
Nelson Espinal Báez
«»Si las cosas se pueden arreglar con sangre para qué perder el tiempo con palabras». «
Dicho popular yemení
“
La idea del conflicto como «duelo a muerte» y del mercado como un campo de batalla está hondamente arraigada en nuestro lenguaje, en nuestras conversaciones, en nuestros comportamientos, en nuestras acciones y decisiones estratégicas. Tendemos a una gestión intolerante del conflicto.
Vivimos inmersos en una cultura que fomenta la confrontación para gestionar los conflictos. Es oportuno destacar tres tópicos arraigados pero falsos sobre el conflicto:
1. El conflicto es siempre negativo.
2. En todo conflicto hay un ganador y un perdedor.
3. Sólo hay una manera de gestionar los conflictos: «Y yo sé cuál es».
Estas manifestaciones se presentan, sobre todo, cuando nos concentramos en la posición (lo que digo que quiero) y no en los intereses subyacentes (para qué y por qué lo quiero). Es pertinente entender que los conflictos, en sí mismos, no son negativos ni positivos y que pueden traer consigo energías de transformación social, política y económica. De hecho, los conflictos manejados constructivamente fortalecen la democracia y posibilitan su evolución. Lo negativo en sí mismo es la violencia, que representa un fracaso en la gestión de los conflictos.
Para construir soluciones es necesario:
a. Ver el conflicto como una oportunidad de articulación social, política, económica, empresarial y humana.
b. Entender que los conflictos pueden terminar en forma exitosa con resultados distintos de suma cero. Es decir, con resultados de ganancia mutua, incluyendo beneficios para los terceros.
c. Hay múltiples maneras productivas de abordar los conflictos, que van desde la negociación, el diálogo democrático, la construcción de consenso, la comunicación apreciativa, la justicia restaurativa, el sistema tradicional de justicia, el modelo de verdad y reconciliación, la mediación, el arbitraje, el med-arb, entre otros. Todos ellos fundamentados y abordados en distintas teorías y metodologías para su implementación.
La gestión eficiente de los conflictos es un atributo de las democracias maduras. La ineficiente, es un reflejo de su inmadurez, generadora de entropía, exclusión y violencia. Los pueblos y entidades que mejor negocian son los que más valor y prosperidad generan de manera sostenible.
Es imprescindible abordar las causas de los conflictos y no solo sus efectos. En el caso del conflicto del Rio Masacre, el problema visible, no es exclusivamente el canal de trasvase (esa es la posición), el problema real es la creciente deforestación que seca los ríos y genera escasez de agua (estos son los intereses).
En negociaciones complejas los acuerdos no son un fin en sí mismo, sino un medio. Los caribeños y latinoamericanos en general tenemos una mentalidad de mucho acuerdo y poco consenso operativo y funcional. Es decir, predomina una mentalidad formalista de firma de acuerdo y no de implementación, cumplimiento y seguimiento de lo acordado.
A los tratados, protocolos y entendimientos firmados entre República Dominicana y Haití a partir del 1929, no le hemos dado un verdadero seguimiento con la debida asesoría medioambiental, económica, sociológica, cultural, legal e histórica. Regularmente dejamos fuera lo más importante su eficiente y efectiva implementación. Al no tener un seguimiento permanente y actualizado, nos vemos obligados a citar reiteradamente acuerdos de vieja data (1929) y no a la implementación basados en intereses, revisados cada cierto tiempo, como se estila en las Negociaciones Internacionales exitosas.
En el marco de referencia anteriormente señalado, los intereses últimos de Haití y República Dominicana no están en conflictos: ambos necesitamos proteger la producción de agua. Lo que está en conflicto son las posiciones de cada nación: construir o no construir un canal, cómo hacerlo y en cual punto del rio Masacre.
De hecho, es de nuestro propio interés que los intereses de Haití sean satisfechos, tales como:
– rescate medioambiental y su reforestación,
– su desarrollo agropecuario,
– más agua y energía eléctrica para las comunidades y los sectores productivos,
– desarrollo económico y social,
– estabilidad política,
– prosperidad e institucionalidad,
– gobierno capaz de controlar su territorio y la violencia. Entre otros.
Para que, en efecto, «haya una solución haitiana en Haití». Pues de esa forma se facilita la satisfacción de nuestros intereses, que son:
– soberanía,
– seguridad nacional y fronteriza,
– institucionalidad, respeto a las leyes/legalidad y al Estado de Derecho
– profundización de políticas medioambientales sostenibles y más reforestación,
– desarrollo agropecuario
– agua y energía eléctrica para nuestro pueblo y sectores productivos.
– migración controlada,
– no porosidad en la frontera,
– evitar las mafias del tráfico de personas,
– respeto a los derechos humanos,
– prosperidad y desarrollo sostenible, entre otros.
Dediquemos todo nuestro esfuerzo a construir juntos, a corto y largo plazo, soluciones sostenibles de las necesidades centrales (intereses) de nuestras dos naciones y sociedades. Superemos la simbología de posiciones irreductibles e irreconciliables: «canal o muerte» y enfoquémonos en las causas e intereses subyacentes, proteger y producir más agua para la República Dominicana y Haití.
Superemos la simbología de posiciones irreductibles e irreconciliables: «canal o muerte» y enfoquémonos en las causas e intereses subyacentes, proteger y producir más agua para la República Dominicana y Haití.
Diario Libre