La peligrosa doble moral de Ariel Henry

Melvin Matthews

La tragedia histórica de Haití no es la pobreza extrema ni el deterioro institucional. Dada su incapacidad intrínseca, la desventura haitiana yace en tener que suplicarle a la comunidad internacional otra intervención militar extranjera para que imponga en su país la paz, que ellos, por sus propios medios y fuerzas, no pueden lograr, y, además, que los de afuera le encaminen soluciones a la problemática sociopolítica, que la demostrada insolvencia de sus dirigentes ha obstaculizado históricamente.

Fue con la ayuda internacional que la dictadura de los Duvalier cayó y los haitianos tuvieron la desaprovechada oportunidad de abrirse paso hacia la democracia, pero fracasaron. Los Gobiernos de Arístides, Preval, Martelly y Jovenel Moise recibieron apoyo internacional, pero una conjura armada típicamente haitiana cegó la vida de Moise, sentando las bases de la presente crisis.

Actualmente, la nación haitiana carece de pensadores cuyas ideas lógicas, organizadas y críticas iluminasen el trayecto hacia su vida republicana; carece de líderes políticos con profundidad de miras y alcance democrático, adolece de asociaciones y grupos sociales de profundas concepciones éticas dispuestos a orientar su país por el sendero de la institucionalidad y el desarrollo humano. Inhabilitados mentalmente para concebir y planificar las salidas apropiadas a su multifacética crisis ancestral, los actuales responsables de los asuntos haitianos dan la espalda a su propia realidad, yerran continuamente y, a cambio, voltean hacia su prospera nación vecina, la República Dominicana, con actitud odiosa y ojos de envidia, urdiendo planes de agresión, pero aprovechándose de las múltiples ventajas que los dominicanos les conceden en términos migratorios y buena vecindad, en salud, economía y un largo etcétera. Haití vive de la multimillonaria remesa que produce la laboriosidad de sus compatriotas, indocumentados o no, desde suelo dominicano.

No obstante, su contexto provocador motiva el canal de trasvase sobre el río Dajabón o Masacre, que construye la empresa Dinvai, propiedad del gobierno cubano, contratada por empresarios haitianos para desviar las aguas del caudal acuífero en violación a los acuerdos firmados entrambos países en 1929.

Jugando a la doble moral, el primer ministro de Haití, Ariel Henry, presentó en la ONU un discurso ralo de justificación, después que mostró una actitud neutral, pero que oculta a un hombre temeroso incapaz de concertar soluciones en su país. No puede organizar elecciones libres, carece de autoridad para acabar con las bandas armadas, no tiene liderazgo para conducir su nación.

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