La Conferencia sobre el Cambio Climático representa una oportunidad
Annalena Baerbock
Una campesina en Níger cuyos campos se han secado por el calor extremo. Un padre en Palaos que no sabe si su casa seguirá en pie cuando sus hijos sean adultos ni si el creciente aumento del nivel del mar acabará engullendo su pueblo.
Alcaldesas de España, Alemania o Lituania que tienen que encontrar el modo de proteger sus ciudades tanto de la escasez de agua como de las marejadas ciclónicas, que cada vez son más peligrosas.
Se mire al país que se mire, en todas partes nos encontramos ante la misma crisis: la crisis climática.
Esta crisis representa el mayor desafío de nuestro tiempo para la seguridad. Nos afecta a todos; no con la misma dureza, pero sí con la misma implacabilidad.
Lo que me infunde esperanza es saber que contamos con los conocimientos, las tecnologías y también con los instrumentos necesarios para poder mitigarla juntos. Lo que necesitamos es voluntad política.
En 2015 la comunidad internacional ya demostró que tenía esa voluntad y con el Acuerdo de París sentó las bases para un mundo nuevo, climáticamente neutro. A raíz de ello, casi 170 países se fijaron objetivos climáticos más ambiciosos. También la expansión de las energías renovables empezó a acelerarse de forma espectacular.
Sin embargo, cuando dentro de unos pocos días nos reunamos en Dubái para celebrar la Conferencia sobre el Cambio Climático también sabremos que estamos en una carrera contrarreloj, y hasta ahora hemos ido demasiado despacio.
La próxima COP nos brinda la enorme oportunidad de acelerar el paso, una oportunidad que deberíamos aprovechar juntos mediante alianzas pioneras. Pues en Dubái realizaremos por primera vez el balance mundial acordado ya en París, con el que evaluaremos nuestros avances en la consecución de los objetivos que allí se fijaron y determinaremos dónde tendremos que hacer ajustes.
Para ello, Alemania considera que hay tres puntos clave.
Primero: de aquí a 2030 deberíamos acelerar muy significativamente la transición energética global, pues cada tonelada de CO2 que un país emite nos perjudica a todos. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, en esta década debemos reducir juntos las emisiones globales en al menos un 43 por ciento. Cada punto porcentual de reducción en los gases de efecto invernadero significa menos sequías, menos inundaciones y menos vidas perdidas.
Con el Pacto Verde, en la UE hemos encarrilado el objetivo de alcanzar la neutralidad climática de aquí a 2050. En Alemania nos hemos comprometido por ley a alcanzarla de aquí a 2045.
Pero la transición energética es una tarea global.
Por eso, estamos trabajando para que en la COP acordemos el objetivo común de triplicar las energías renovables, de duplicar la eficiencia energética y de abandonar paso a paso los combustibles fósiles.
Con ello también queremos dejar claro que la transformación hacia un sistema energético que prescinda prácticamente del uso de las energías fósiles ya está en marcha.
Segundo: nuestro mejor recurso contra la crisis climática es la solidaridad. Esta es la razón por la que estamos codo con codo con las personas que menos han contribuido a provocar la crisis climática y que, sin embargo, ya hoy la sufren en mayor medida.
Tres años antes de lo anunciado, Alemania ha aumentado los recursos económicos anuales destinados a la financiación climática a más de 6000 millones de euros, provenientes de sus fondos presupuestarios. De este modo contribuimos a cumplir la promesa de los países industrializados de movilizar 100 000 millones de euros para la financiación climática y confiamos en que esta se haga realidad este mismo año.
Sabemos que la crisis climática ya está teniendo efectos que no se van a poder revertir. Por ello, impulsamos con determinación la adaptación al cambio climático, apoyando sobre todo a los países en vías de desarrollo a conseguirlo. En 2025, a más tardar, debería duplicarse la aportación de todos los donantes destinada a dicha adaptación a 40 000 millones de dólares estadounidenses. Alemania hará su contribución para alcanzar este objetivo.
En la última Conferencia sobre el Cambio Climático acordamos crear un fondo para pérdidas y daños, cuyos detalles concretamos hace poco en Abu Dabi. Ahora es necesario confirmar este acuerdo en la COP28 y llenar el fondo con dinero. Para ello es clave que los recursos beneficien sobre todo a los países más vulnerables y que todos los países que puedan hacerlo contribuyan a este fondo. Entre ellos están, naturalmente, los países industrializados. Pero también están los países que con las energías fósiles han ganado mucho dinero o han alcanzado altas tasas de crecimiento en los últimos años. Se trata de una responsabilidad colectiva.
Tercero: por esto último queremos invertir en nuestras asociaciones en la COP. Sabemos que las condiciones necesarias para que la transición energética y la protección del clima tengan éxito no son las mismas en todos los países. También que el cambio radical que supone la transformación verde solo funcionará si se configura de tal suerte que sea socialmente justo. Apoyaremos a nuestros socios en este empeño.
Todos podremos salir ganando con ello, pues todas y cada una de las inversiones en paneles solares, hidrógeno verde o tecnologías de aislamiento térmico son una oportunidad de crecimiento, de crear nuevos puestos de trabajo y de garantizar un abastecimiento energético seguro. Por esta razón, estamos ampliando nuestras asociaciones en materia climática, energética y de desarrollo; con ellas el aprendizaje es recíproco y ambas partes salen beneficiadas.
Y es que ningún país debería tener que elegir entre el desarrollo y la protección del clima. Cada sociedad sigue su propio camino.
Lo importante es que todos tenemos el mismo objetivo: un futuro climáticamente neutro y resiliente, en el que nuestros hijos y nuestras hijas puedan vivir con seguridad y prosperidad. Estos días en Dubái tenemos la oportunidad de emprender juntos este rumbo.
Deberíamos aprovecharla.
Diario Libre