De Baní a la Capital: tres horas en el infierno

Rafael Acevedo Pérez

La ira y el odio son dos peligros diferentes. Esta puede producirte la muerte, el otro, llevarte al infierno.

Dos horas de Baní a Paya, constantemente amenazados por enormes camiones y autobuses viniéndosenos encima; y muchos instantes en los que eras tú quien tenías ganas de echarles encima tu vehículo a motociclistas abusadores y peatones impertinentes.

Muy similar a aquella tarde que viniendo desde Santiago, a causa de un accidente el tráfico se detuvo próximo a Villa Altagracia. Y en menos de cinco minutos ya había una fila sobre el paseo del lado derecho; y los quince, había una tercera fila ocupando la mitad del carril contrario; y a la media hora, los que veníamos hacia la Capital habíamos ocupado todos los cuatro carriles. Y exactamente lo mismo habían hecho los que venían hacia el Cibao: Un colapso que duró varias horas. Aún siento el dolor de que ese día, posiblemente, dejé de creer en los dominicanos.

Lamentablemente, en cualquiera de nuestras vías se juntan varios tipos de conductores: los de la cultura del burro, que caminan en línea recta, (aunque los carriles estén marcados como curvos); otros conductores y transeúntes aceptan las reglas explícitas de las rayas y letreros, pero una mayoría es interactiva, según conduzcan los demás.

Desgraciadamente, hay demasiados conductores y transeúntes a los que les importaba poco el orden y la autoridad; y tantos que sienten placer en burlar lo uno y lo otro. Unos por sentirse con el poder de hacerlo, y otros en reacción ante la prepotencia de los primeros. Para no pocos, las normas del tránsito resultan muy complejas… Pero, probablemente, son muchos más los que piensan que tanto las normas como las autoridades son infuncionales. O sea, que no resuelven.

De todo eso había en el tramo de Baní a Santo Domingo, el pasado 30 de diciembre.

Nadie podía entender por qué a aquellos que iban hacia el Sur no les bastaba con los tres de los cuatro carriles de que la Digesett les había concedido; y se apropiaban del único carril que habían reservado a para los vehículos que veníamos hacia la Capital.

El problema general es tenemos demasiados vehículos concentrados en determinadas horas y espacios viales. Lo que suele generar violencia y desinterés en cuanto respetar a la ley y a las autoridades. Especialmente en fechas claves.

Varias horas más tarde, ya en la cama, las tensiones padecidas parecen aún capaces de producirte un infarto. Y hasta que los malos pensamientos pudieran llevarte al infierno.

Y echas de menos no tener un cura de pueblo a quien confesarle los pecados cometidos en el trayecto; ni un templo cercano en donde mirar rostros de santos orando por tus pecados, y los abiertos brazos del Cristo, asegurándote que a pesar de haber rabiado y maldecido tantas veces en ese camino, el cielo aún tiene misericordia para gentes como tú y también para tantos otros “buenos” dominicanos. (Muchos de ellos vociferaban esa tarde, demandándole al Gobierno concluir, urgentemente, la Circunvalación).

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