Estados Unidos recibe menos aguacates de México, lo que afecta al guacamole para el Super Bowl
CIUDAD DE MÉXICO, 11 febrero — El Super Bowl está a la vuelta de la esquina y podría haber problemas en Estados Unidos para preparar guacamole, un aperitivo estrella para ver deportes. La falta de lluvias y un aumento de las temperaturas han reducido los cargamentos enviados desde México.
El estado occidental de Michoacán, que proporciona casi el 90% de la cremosa fruta para el gran partido, ha sufrido un clima más seco y caluroso que ha reducido el agua disponible en las zonas de cultivo.
Los lagos del estado se están secando literalmente. Productores de aguacates desesperados enviaron camiones cisternas para llevarse las últimas reservas de agua o desviaron arroyos para alimentar a sus sedientos árboles, lo que provocó conflictos. El estado tuvo el año pasado en torno a la mitad de la lluvia que recibiría normalmente, y el agua en los embalses ronda el 40% de su capacidad, sin lluvia durante varios meses.
Entre tanto, algunos agricultores están talando de forma ilegal pinares que mantienen el sistema de agua para plantar más aguacates. Y además, otro producto popular en Estados Unidos —el tequila— empieza a causar problemas.
La situación global no es buena para los aguacates. Las exportaciones del año pasado desde Michoacán para el Super Bowl crecieron un 20%, a 140.000 toneladas. Este año, esa cifra podría reducirse en 2.000 toneladas pese a un incremento de los cultivos, lo que significa que habrá menos fruta en las secciones de productos frescos en las tiendas estadounidenses. Alejandro Méndez, secretario de de Medio Ambiente en el estado, estima que el 30% de las plantaciones de aguacates de Michoacán sufren falta de agua.
La situación no puede mantenerse, y ahora que los consumidores reclaman más productos obtenidos de forma respetuosa con el medio ambiente, las autoridades del estado están elaborando por fin un programa de certificación de sostenibilidad.
En principio, el programa de certificación haría que los agricultores mejoren su uso del agua y les permitirá ofrecer a los consumidores aguacates más sostenibles y en mayor cantidad.
Pronto llegarán a los comercios frutas con etiquetas que digan algo como “este aguacate no se cultivó en tierra deforestada” o “este aguacate utilizó el agua de forma responsable”.
Las autoridades aún están trabajando en un lema pegadizo para los aguacates más ecológicos. Pero dado que la iniciativa proviene de la misma gente que lleva años haciendo anuncios sobre aguacates mexicanos para el Super Bowl, es muy probable que lo encuentren.
La idea es que las etiquetas de certificación incluyan un código QR para que el consumidor pueda escanearlo con su celular y ver una imagen por satélite de la plantación y el bosque asociado a la plantación, dijo Méndez.
Como utilizan más agua que los pinares, los agricultores tienen que contribuir a un fondo que garantiza que se preserva una extensión de bosque proporcional al terreno cultivado.
Méndez señala que así el cliente puede tener la certeza de que cada dólar pagado por el aguacate se está preservando también un pedazo de bosque. Él estima que en torno al 70% de las plantaciones establecidas antes de 2011 están sobre antiguas tierras de labor y no sobre bosques. Pero el 30% restante empaña la imagen de los demás, lamentó.
La decisión de tomar medidas no es apresurada. El Centro para la Diversidad Biológica dijo el jueves que más de 28.000 personas habían firmado una petición en internet pidiendo a las cadenas de tiendas de alimentación que adopten políticas más sostenibles para conseguir sus aguacates.
“Mucha gente en México ha perdido sus bosques y su agua por los 304 millones de libras (138 millones de kilos) de aguacates que nos comeremos el domingo del Super Bowl”, dijo Stephanie Feldstein, directora del centro para población y sostenibilidad. “Nuestra obsesión con los aguacates tiene un espantoso coste oculto. Es hora de que las cadenas de tiendas de alimentación asuman la responsabilidad y se aseguran de que no compramos aguacates cultivados en tierras deforestadas”.
Hasta ahora, no había mucho que los consumidores pudieran hacer. Hay pocos aguacates con certificación disponibles en el mercado a lo largo del año, y si uno quiere guacamole no hay mucho más que pueda utilizar. Eso es a pesar de toda la cobertura noticiosa sobre cómo las personas que producen y empacan aguacates tienen que pagar dinero por protección a cárteles de la droga.
Julio Santoyo, activista de primera línea en Villa Madero, Michoacán, dijo que está esperando a ver cómo se ejecuta el nuevo programa de certificación. Hasta entonces, el Super Bowl de este año, como los anteriores, es un duro golpe.
El cultivo en plantaciones ilegales continúa sin trabas, dijo Santoyo, y su grupo calcula que más de la mitad de los aguacates consumidos en torno al Super Bowl procede de plantaciones ilegales.
Hasta ahora, añadió, el gobierno mexicano no había tomado medidas prácticas para certificar la producción sostenible de los aguacates.
La crisis está clara en el estado, antes cubierto de bosques y salpicado de lagos. El lago Cuitzeo, el segundo más grande de México, era en el pasado una gran extensión de agua que reflejaba el cielo azul junto a la capital del estado. Ahora está seco en un 60% y deja al descubierto kilómetros de tierra seca y hierbas.
Y la humilde Michoacán enfrenta nuevas amenazas de los consumidores estadounidenses: parte del estado junto al vecino Jalisco tiene certificación para cultivar el agave tequilana Weber azul, la única planta de la que puede destilarse el tequila.
Aunque al agave le gustan terrenos más secos, cálidos y pobres que al aguacate, los productores están desmontando terrenos de matorral nativo y árboles espinosos para plantar estas suculentas, cuyos centros cilíndricos serán cocinados y fermentados.
Es un problema relativamente nuevo impulsado por la creciente demanda de tequila.
El precio por un kilo de agave ha subido mucho en los últimos dos años, dijo Méndez, a casi 35 o 40 pesos (de 2,05 a 2,34 dólares) por kilo, y en esa zona también se está viendo deforestación.
AP