Comicios presidenciales y aspiraciones colectivas
Roberto Marcallé Abreu
Los niveles de abstención registrados en los pasados comicios son motivo de reflexión de toda la sociedad dominicana. Si la fe pública del ciudadano decae ante los procesos en que se fundamenta la existencia colectiva, las crisis de gobernabilidad es muy probable que se incremente. Una situación de esa naturaleza afecta todas las iniciativas tanto públicas como privadas encaminadas a enfrentar los males que nos aquejan.
Es preciso releer la historia de naciones, donde procesos mal encaminados socavaron instituciones y esperanzas. Citemos naciones como Argentina, Chile, Colombia, Venezuela. Es preciso releer a Luis Spota y sus cinco o seis tomos dedicados a “la costumbre del poder” para comprender el estado de degradación que se produce cuando se diluyen las esperanzas tanto en el sistema como en quienes se ha depositado la confianza pública.
Tras los sucesivos gobiernos del peledeísmo, del perredeísmo y decenas de experiencias dispersas en el tiempo y el espacio, mi criterio es que el país ha sufrido un descenso progresivo en todos los órdenes.
En ese contexto, la elección del presidente Abinader ha sido un muro de contención para evitar el decaimiento total del país y las instituciones. Su significativo mérito es haber revertido ese proceso.
En un contexto desbordado de complejidades, existe en el ánimo público la decisión indeclinable de depositar nueva vez su confianza en el mandatario, en contraste con lo que puede manifestarse como un rechazo a otras iniciativas cuyos ejercicios pueden calificarse como manchados por vicios innombrables.
Es la conclusión lógica que se deriva del voto popular, una muestra de confianza en el Ejecutivo y en su ejercicio. Solo que es preciso considerar que el peligro de la disolución nos acecha desde muchos litorales que se fortalecieron en los incalificables regímenes anteriores y cuyo poder solo ha menguado, no ha desaparecido.
En este contexto, lo seguro es que la candidatura del presidente logre una aprobación mayúscula en esta segunda etapa de los comicios.
En el horizonte no se vislumbra ninguna alternativa que pueda restar méritos a este vaticinio. Quien evalúa a personajes que en algún momento brillaron por su habilidad e inteligencia se percatará de que sus actuaciones afectaron y afectan de manera grave sus alicaídas posibilidades. Sus yerros históricos resultaron en los devastadores número de la primera etapa de los comicios. Las causas iluminan con bastante claridad el futuro mediato e inmediato.
Las ejecutorias encaminadas a beneficiar al pueblo y al fortalecimiento de las instituciones, deben proseguir sin descanso. Es preciso continuar el énfasis en satisfacer las demandas de las comunidades.
Problemas graves de la cotidianidad del ciudadano, deben ser enfrentados con energía, como el caos del transporte, el alto costo de la vida, la delincuencia desaforada y agresiva, las deficiencias institucionales, la deplorable presencia haitiana, para solo citar unas pocas cuestiones.
Precisa perseguir la corrupción sin tregua, enfrentar los problemas de salud pública, de las deficiencias en la educación a todos los niveles, hay que detener la arrogancia de funcionarios y militantes que actúan como si el ejercicio del poder fuera una patente de corso para hacer y deshacer. Estos vaticinios y recomendaciones se verán confirmadas en los venideros comicios.
El Día