La plaga impune
Carmen Imbert Brugal
Resultan irrelevantes las denuncias, las estadísticas, las muertes. Editoriales, reportajes, artículos de opinión insisten, remachan la tragedia que su descontrol provoca y la comparsa se fortalece.
Miedo al poder que en grupo manifiestan, terror a la embestida. El lema que los identifica sirve para ratificar su condición: un golpe a uno, un golpe a todos. Antes de su llamado al reino y del desmentido oportuno de una ofensa no proferida, el presidente de la Federación Nacional de Motoconchistas (Fenamoto) imputaba responsabilidad a las autoridades, incapaces para controlar a los motociclistas. “¿Qué hacen las autoridades para que los motoconchistas no se vayan en rojo en los semáforos, no transiten en vía contraria y cometan otras acciones contrarias a lo dispuesto? absolutamente nada.” -HOY -11.03.2024-. Bastó la calificación manipulada de “plaga” al grupo para activar la inmediata declaración de amor, paz y amparo gubernamental. Entre placa y plaga fue reafirmado el ingreso de los montoconchistas a la nueva casta de impunes presidida por los intocables “influencers” aliados al mando. El líder de Fenamoto confesó su agradecimiento al jefe de gobierno y con atuendo de campaña se sumó a la bullosa caravana del triunfo para que peatones, conductores, contribuyentes, damas y caballeros, ciudadanía agredida e infectada por la plaga, entienda que nada se hará para enfrentar y controlar el desmadre.
Patente con firma palaciega tienen ahora como plaga, para continuar en nuestras pesadillas. Derecho otorgado para seguir transitando sin cascos protectores ni seguro, sin detenerse ante la inútil luz roja del semáforo. Pueden ocupar las aceras como vía exclusiva, usar la dirección contraria a la establecida, pueden destruir espejos y carrocerías de los vehículos, mientras, con exceso de velocidad, pretenden llegar primero a la esquina para conseguir pasajeros y montar cuatro personas en su motocicleta.
Batalla perdida para incautos que creyeron en la aplicación de la ley. La congregación, beatificada por obra y gracia de la campaña y el interés electoral, mantendrá el protagonismo en los accidentes de tránsito y no sólo preservará ese palmarés, sino que seguirán los robos en la vía pública, los secuestros y estupros, el transporte de sustancias controladas, sin consecuencias. El gobierno aumentará las promesas de pistas y medios colectivos de transporte para prescindir del motoconcho, también las promesas de hospitales para atender fracturas y traumatismos que la autoridad no se atreve a evitar y menos sancionar a quien los produce. Vale recordar que la Organización Mundial de la Salud coloca a la República Dominicana en el primer lugar de mortalidad por accidentes de tránsito- 65 muertes por cada 100 mil habitantes- después siguen al país en el funesto récord Zimbabwe, Venezuela, Arabia Saudita, Tailandia-con 41, 39, 36 y 32 muertes por cada 100,000 habitantes-. Bastaría revisar el contenido de la “Ley de Movilidad, Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial de RD”-63-17- y leer las prohibiciones consignadas en el artículo 251 “para ciclistas, conductores de motocicletas y pasajeros”. La revisión permite confirmar la impotencia y certificar la impunidad e inmunidad de los integrantes de un sector convertido en una plaga que infecta y destruye.
Hoy