Un presidente mártir o solamente un presidente
Pablo McKinney
No sé qué les parece a Uds., pero piensa uno que el pueblo dominicano necesita un presidente mártir… o solamente un Presidente; digamos, que le urge un gobierno con vocación cristiana y desprendimiento de santo, en plan Francisco de Asís, dispuesto a sacrificar entre 30 puntos de popularidad durante 15 meses en aras de hacer lo que no han hecho los gobiernos de los últimos 60 años, temerosos de pagar el precio de honrar la palabra empeñada en un programa de gobierno, o simplemente en un programa de televisión.
Nuestros gobiernos, (desde Bosch y sus sueños primermundistas de justicia social en 1963), planifican, diagnostican, funglodizan, diseñan estrategias de desarrollo que convierten en ley y hasta constitucionalizan, pero a la hora de los hornos, todos (sólo el prócer Bosch es la excepción) “huyen despavoridos como palomas o gallaretas”, según don Pedro Mir cuando hablaba del Intrepid.
En agosto de 2021, el presidente Abinader introdujo al Consejo Económico y Social (CES), -para que las discutieran los partidos y sus técnicos, las élites y sus abogados, las embajadas y sus voceros oficiosos, y hasta la sociedad civil en pleno-, unas doce/dieciséis propuestas de reformas para relanzar el Estado y enfrentar la arrabalización institucional que padece el país y que Ud. puede confirmar al conducir un auto en Santo Domingo, o repasando la gran federación de mafias de todos los niveles sociales -desde el vendedor de nísperos, hasta el lavador financiador de campañas- que es hoy la sociedad dominicana, ¿o no?
Hablo, por ejemplo, de un pacto fiscal integral con énfasis en la calidad y racionalidad del gasto público, en la reforma a las leyes de Salud, Seguridad Social, al Código Laboral o el Código Penal, entre tantas otras archivadas pero necesarias.
A diferencia de todos los anteriores mandatarios, -desde Bosch hasta ayer, ay-, Luis Abinader insiste en ofrecernos las seguridades de que está dispuesto a hacer lo que tiene que hacer y necesita el país, pagando el precio en popularidad que conlleva hacer lo justo y necesario por el bien del país.
Cual Sabina que inexplicablemente prefiere el Oporto sobre el Rivera del Duero, Abinader parece estar dispuesto “a pasar de las palabras a los hechos”, con la buena noticia de que, como el PLD/FP en 2006, hoy, para hacerlo, tiene el poder que legítimamente el Soberano le ha entregado.
¡Que la Magdalena lo guíe!
Listín Diario