La desigualdad: retranca estructural para lograr el desarrollo sostenible

Juan Temístocles Montás

Existen dos conceptos interrelacionados que describen distintas formas de disparidad económica en una sociedad: la desigualdad de ingreso y a la desigualdad de riqueza. Ambos expresan la distribución inequitativa de recursos económicos, pero se refieren a aspectos diferentes del bienestar económico.

La desigualdad de ingresos tiene que ver con la distribución desigual de los ingresos generados por individuos u hogares en una sociedad. Estos ingresos se originan en diversas fuentes como salarios, beneficios sociales, rentas o intereses, y refleja lo que una persona o familia gana en un período determinado (mensual, anual).

Mientras que la desigualdad de riqueza tiene que ver con la distribución desigual de los activos acumulados a lo largo del tiempo como propiedades, inversiones, ahorros, tierras, bienes duraderos, y capital financiero. A diferencia de los ingresos, la riqueza representa el patrimonio neto o la cantidad total de recursos que una persona o familia posee después de restar sus deudas.

La Base de datos sobre Desigualdad Mundial, conocida por su denominación en inglés World Inequality Database (WID), es una base amplia que proporciona acceso libre a informaciones «sobre la evolución histórica de la distribución del ingreso y riqueza, tanto dentro de los países como entre ellos». Mas de 100 investigadores de los cincos continentes, asociados, mantienen actualizada la World Inequality Database.

Al observar los datos para América Latina resalta que la desigualdad extrema sigue siendo, por décadas, un problema endémico en toda la región. De acuerdo con los datos de la World Inequality Database, el 1% de la población más rica de América Latina acapara en torno al 45% de la riqueza regional; frente al 35% acaparado en Estados Unidos, el 31% del Este de Asia o el 25% de Europa. De acuerdo con José Luis Marín, “desde el cambio de milenio, de hecho, el nivel de concentración de riqueza en unas pocas manos se ha mantenido relativamente estable en la región y nunca ha registrado una tasa inferior al 42%”.

En el caso del ingreso la situación es la siguiente: el 1% de la población más rica acapara en torno al 22%, frente al 20% que se registra en Estados Unidos, el 16% del Este de Asia o el 11% de Europa.

De lo anterior se desprende que la riqueza es mucho más concentrada en manos de minorías que los ingresos. O sea, los ingresos se distribuyen de manera relativamente más amplia mientras que la riqueza tiende a estar más concentrada en un pequeño grupo de individuos o familias. Esto significa que, aunque dos personas puedan tener ingresos similares, una persona con acceso a más riqueza (por ejemplo, propiedades, inversiones) estará en una posición económica mucho más ventajosa.

Al observar los datos se aprecia que en nuestra región el 1% más rico posee una parte desproporcionada de la riqueza total. Esto se concluye al apreciar, según la WID, que el 50% más pobre de la población apenas acapara el 0.6% de la riqueza y el 7.5% del ingreso.

Visto por países, los más desiguales en la distribución de la riqueza son: Chile, en donde el 1% de la población más rico acapara el 50% de la riqueza; Brasil, con el 49%; México, con el 48%; Perú, con el 45%; Costa Rica con 35%; y Colombia, con 33%. En una posición intermedia se encuentran Nicaragua, Jamaica, Guatemala, Republica Dominicana, Paraguay, Panamá, Uruguay, Honduras y Bolivia, países en donde el 1% más rico acapara el 28% de la riqueza. Los que mejor se comportan son Argentina (26%), El Salvador (25%) y Ecuador (23%).

Entre los factores que influyen y exacerban la desigualdad en América Latina se pueden mencionar la falta de acceso a activos financieros por parte de la mayoría de la población; la dificultad de acceso para adquirir activos, como comprar una vivienda; baja movilidad social; la pobreza heredada; y un sistema tributario con baja recaudación, ideados para beneficiar a las clases más pudientes, que rara vez reciben gravámenes directos sobre el patrimonio o las herencias.

Los problemas políticos, sociales e institucionales de América Latina no se pueden entender sin tener presente la gran concentración la riqueza. Es una condición extremadamente gravosa que conspira contra la realización de los objetivos y el logro de metas de desarrollo sostenible.

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