Soplan vientos

Nassef Perdomo Cordero

Desde que hace algunos años atrás en nuestro país se instaló la antipolítica como medida de virtud cívica, un grupo creciente de voces ha venido señalando el peligro que esto representa para la democracia.

El desprecio por la política y su uso como chivo expiatorio de los males del país ha tenido consecuencias importantes y palpables.

Las muestras las tenemos ante nuestros ojos. Por un lado, el gran crecimiento de la abstención electoral, que nos debe preocupar a todos.

Por otro, la erosión del sentimiento democrático y el auge de la tolerancia con el autoritarismo, ambos evidenciados por la Encuesta de Cultura Democrática publicada por el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo.

En las últimas décadas los dominicanos hemos disfrutado de un crecimiento económico y una estabilidad política casi únicos en la región.

Sin embargo, esto no nos ha beneficiado a todos por igual, y esa desigualdad está creando tensiones que afectan la legitimidad de nuestro sistema político.

Para unos, porque sienten que no les brinda la oportunidad de una vida digna material y social; para otros, porque entienden que abrir las puertas a una mejor distribución de los recursos y oportunidades pone en peligro su propia situación.

Ya vemos como empiezan a hacerse claras las señales de advertencia que Umberto Eco nos brindó en su ensayo “El fascismo eterno”. Tenemos grupos paramilitares que aseguran estar dispuestos a usar la violencia contra el “enemigo interno”, incluyendo entre sus objetivos a la prensa.

No es sólo que su estética es identificable con los movimientos fascistas históricos, sino que beben de fuentes cuyos paralelos con el movimiento fundado por Mussolini son mucho más profundos.

No en vano la Marcha sobre Roma que en 1922 llevó al poder al dictador italiano sirvió de modelo para la marcha desde Santiago que en febrero de 1930 sirvió de pistoletazo de salida para la tiranía de Trujillo.

Este no es un problema de algunos, sino de todos: Gobierno, oposición, movimientos sociales, sectores económicos y comunidades religiosas.

El fascismo no conoce otra cosa que enemigos, y cuando logra destruir al que considera externo organiza sus Noches de Cuchillos Largos.

Tomemos en cuenta el lamento de Martin Niemöller, porque si no reaccionamos cuando vayan por otros, no quedará nadie para hacerlo cuando vengan por nosotros.

Ese brote hay que cortarlo temprano, y de raíz.

El Día

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