Cómo JD Vance se descalificó a sí mismo para ser vicepresidente

Por Matthew A. Seligman

The New York Times

Seligman es socio en la firma Stris & Maher LLP y miembro del Centro de Derecho Constitucional de la Facultad de Derecho de Stanford.

El martes por la noche, JD Vance se enfrentará a Tim Walz en el que probablemente será el único debate vicepresidencial de las elecciones de 2024. Cuando los votantes estadounidenses evalúen a Vance, deberán analizar si ha demostrado la fidelidad fundamental a la Constitución que el cargo requiere.

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Tanto antes como después de haber sido seleccionado como compañero de fórmula de Donald Trump, Vance ha dicho en repetidas ocasiones que si hubiera sido vicepresidente el 6 de enero de 2021, habría intervenido en el recuento electoral a favor del presidente Trump.

A diferencia de Mike Pence, Vance ha dejado claro que está dispuesto a respaldar la obsesión de Trump con el mito de que su victoria en las elecciones presidenciales de 2020 fue robada y que el 6 de enero el vicepresidente Pence se negó a ejercer sus poderes constitucionales para evitar tal robo.

El compromiso inquebrantable con esas dos mentiras fue un requisito crucial para que Vance fuera seleccionado como el compañero de fórmula de Trump. Y, en las elecciones de 2024, esa dedicación también debe quitar a Vance el derecho de llegar a ocupar el cargo al que ahora aspira.

Al decir que habría impedido que el Congreso contara los votos electorales que confirmaron la victoria del presidente Biden, Vance admitió que habría hecho valer un poder extraconstitucional para ser cómplice del complot de Trump para mantenerse en el poder. Y lo habría hecho basándose en teorías conspirativas de fraude e ilegalidad ampliamente desmentidas en unas elecciones que Trump perdió legítima y legalmente.

Aún más escalofriante: la declaración de Vance sobre lo que habría hecho en lugar de Pence el 6 de enero de 2021 es una promesa sobre lo que hará el 6 de enero de 2029 en caso de que presida el conteo electoral en calidad de vicepresidente. Nos está diciendo, con más de cuatro años de anticipación, que si él mismo fuera candidato a la presidencia estaría dispuesto a desafiar a los tribunales y al Congreso para hacerse con el poder, independientemente del resultado legal de las elecciones de 2028.

La ley es clara: el vicepresidente, que preside el conteo electoral como presidente del Senado, no tiene poder constitucional para rechazar votos electorales, retrasar el conteo electoral, devolver el asunto a los estados o hacer cualquier otra cosa que Vance asegura que habría hecho – y que amenaza con hacer si un día ocupa la silla del vicepresidente.

El año pasado declaré como testigo experto en un procedimiento disciplinario contra John Eastman, el abogado que promovió la teoría legal sin fundamento sobre los poderes del vicepresidente en el conteo electoral ante Trump y Pence.

La Duodécima Enmienda establece que “el presidente del Senado, en presencia del Senado y de la Cámara de Representantes, abrirá todos los certificados, y entonces se contarán los votos”. El registro histórico demuestra concluyentemente que el Congreso cuenta los votos electorales. El papel del vicepresidente como presidente del Senado se limita estrictamente a la tarea ministerial de abrir los certificados electorales.

El significado original de la Constitución, a la que los conservadores aseguran venerar, no podría ser más claro. Nuestra historia electoral, desde el primer conteo electoral en 1789, pasando por el conteo electoral de 1805 que siguió a la ratificación de la Duodécima Enmienda (que exige votos electorales separados para presidente y vicepresidente) y hasta el día de hoy, muestra una práctica constante en la que la Cámara y el Senado cuentan los votos electorales, no el vicepresidente.

Cada vez que ha habido una disputa en torno al conteo electoral, el Congreso la ha resuelto por sí solo. El Congreso llegó a resoluciones ad hoc de disputas sobre los votos electorales en 1817, 1821, 1837 y 1857. A partir de 1865, adoptó una norma conjunta para regular el conteo electoral y resolver las objeciones. Resolvió la famosa disputa electoral de 1876 entre Rutherford B. Hayes y Samuel Tilden creando una comisión electoral de la que no formaba parte el presidente del Senado. Y en 1887 promulgó la Ley del Conteo Electoral, que rigió al procedimiento de conteo de los votos electorales hasta que el Congreso la modificó en 2022 con la Ley de Reforma del Conteo Electoral.

Pence, con mérito y con el desdén de Trump, se negó a romper el historial ininterrumpido de vicepresidentes que respetaron su papel constitucional. Como explicó Pence el 6 de enero de 2021, los fundadores de EE. UU. nunca “tuvieron la intención de investir al vicepresidente con autoridad unilateral para decidir qué votos electorales deben contarse durante la sesión conjunta del Congreso, y ningún vicepresidente en la historia de Estados Unidos se ha adjudicado tal autoridad”.

Vance, un abogado altamente calificado y educado en Yale, sabe todo esto. El hecho de que esté dispuesto a desafiar la Constitución demuestra que representa un grave riesgo para el Estado de derecho en la democracia estadounidense.

Por eso, el pueblo estadounidense debe asegurarse de que nunca obtenga el poder del que ha prometido abusar.

Matthew A. Seligman es socio en la firma Stris & Maher LLP y miembro del Centro de Derecho Constitucional de la Facultad de Derecho de Stanford. Es coautor, junto con Lawrence Lessig, de How to Steal a Presidential Election.

The New York Times

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