El huracán Milton me hizo llorar al aire. No me arrepiento de que pasara

Por John Morales

The New York Times

Justo antes de entrar al aire el 7 de octubre, el Centro Nacional de Huracanes declaró que el huracán Milton se había convertido en un monstruo de categoría 5. Cuando vi las cifras de presión barométrica comunicadas por un avión cazahuracanes, quedé atónito.

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El conductor me presentó y me tocó hablar. Apreté los ojos. “Es un huracán increíble, increíble, increíble. Ha bajado”, dije, con la voz temblorosa, ”¡50 milibares en 10 horas!”. Sabía que eso significaba que iba a seguir ganando fuerza y que rivalizaría con algunos de los huracanes más fuertes jamás registrados. Hice una pausa, bajé la cabeza y me disculpé por haber perdido la compostura.

“Esto es sencillamente horroroso”, dije.

El momento espontáneo se hizo viral. Desde la Generación Z en TikTok hasta los boomers en Facebook, las reacciones de apoyo fueron abrumadoras. La gente me dio las gracias por mostrar humanidad, por emocionarme ante fenómenos meteorológicos extremos cada vez más peligrosos. Mucha gente comprendió y se identificó con lo que expresé.

El momento reveló una experiencia compartida de ansiedad climática entre generaciones. Es hora de que la canalicemos hacia la acción.

La degradación del clima y del medioambiente está ocurriendo tan rápidamente que la estamos viendo producirse casi en tiempo real.

Crecí en un paraíso tropical, Puerto Rico, y vivía cerca del mar, en San Juan. Bucear con esnórquel era uno de mis pasatiempos favoritos y las maravillas submarinas estaban a solo un kilómetro y medio en bicicleta. Lo que me atraía de la costa era la diversidad de la vida marina y la multitud de colores casi neón en el coral, los peces y otras especies.

En mis visitas a Puerto Rico en los últimos años, he vuelto a mis lugares favoritos para hacer esnórquel. Ya no veo la paleta de colores que veía hace 50 años. Los corales están en su mayoría blanqueados o de un tono gris mortecino y no hay tantas variedades de criaturas submarinas.

Los corales son extremadamente sensibles a los cambios de temperatura. El estrés del aumento de la temperatura del mar combinado con los cambios químicos —todo ello consecuencia del cambio climático— está provocando la desaparición de corales en todo el mundo. Los arrecifes del Caribe se encuentran en un estado especialmente calamitoso: desde la década de 1970, la región ha perdido el 80 por ciento de sus arrecifes.

Puerto Rico es también el lugar donde comencé mi carrera. Desde el Caribe hasta Florida y la costa de Luisiana, cada uno de mis 40 años como meteorólogo los he pasado en latitudes tropicales o subtropicales. He analizado y pronosticado cientos de tormentas tropicales. Y también he visto cambiar sus pautas y comportamientos en tiempo real.

Los huracanes de principios del siglo XXI no son como los del siglo XX. Una mayor proporción de ciclones tropicales de todo el planeta está alcanzando una intensidad violentamente catastrófica de categoría 4 y 5. No es que haya más tormentas tropicales en general. Es que más de las que se forman están pasando por ciclos de rápida intensificación como lo que vimos con Milton y Helene. Esos tipos de megahuracanes cobran más vidas y destruyen más medios de subsistencia.

Los huracanes aterradores son solo un síntoma del calentamiento global. Si añadimos olas de calor más largas e intensas, tormentas de lluvia más intensas, cambios repentinos que van de la sequía al diluvio bíblico, el aumento del nivel del mar a un ritmo acelerado y mayores efectos sobre la salud, los riesgos a los que nos enfrentamos hoy solo se agravarán en el futuro.

Los nacidos en esta implacable era de clima extremo no han conocido otra cosa. Como me dijo Angie Lassman, meteoróloga de la NBC de 33 años: “Es muy fuerte saber hacia dónde nos dirigimos, ser tan joven y sentirse tan impotente”. Ella es solo una de muchos que piensan así.

Una encuesta reciente entre estadounidenses de 16 a 25 años mostró que el 85 por ciento estaba preocupado por la crisis climática. La mayoría, el 57 por ciento, estaban “muy o extremadamente” preocupados. En términos más generales, el 64 por ciento de los estadounidenses de todas las generaciones dicen estar al menos “algo preocupados” por el calentamiento global. Ya sea que hayas nacido en este planeta cambiado o ya sea que, como yo, lo hayas visto deteriorarse ante tus propios ojos, hay mucho de qué preocuparse.

Y sin embargo, dos de cada tres estadounidenses dicen que “rara vez” o “nunca” hablan del calentamiento global con familiares y amigos. Eso debe cambiar. Mi conexión y nivel de comodidad con el público me permitieron mostrar mis emociones sin miedo a ser juzgado. Puede sonar cursi, pero era como si estuviera hablando con familiares y amigos. Si yo puedo hacerlo a través de la señal de televisión, ¿no debería poder hacerlo todo el mundo en la mesa de la cocina?

Si podemos tener más conversaciones sobre el cambio climático y sobre cómo este nos hace sentir, podremos compartir la carga y dar prioridad a la acción.

Tomar acción sobre el clima no es solo lo que puedes hacer por tu cuenta, sino también lo que puedes hacer con los demás. Si tu barrio o tu escuela pueden cambiar a energías renovables, bombas de calor y vehículos eléctricos para reducir su huella de carbono, eso es mucho más poderoso que hacer esos cambios dentro de tu casa. Un ejemplo es que en los últimos cinco años el tamaño de la flota de autobuses escolares eléctricos ha crecido 19 veces. En conjunto, Estados Unidos gastó la cifra récord de 248.000 millones de dólares en 2023 en la transición hacia la energía limpia, más del triple que en 2018.

También debemos buscar más formas de ampliar las acciones comunitarias a nivel de la ciudad, el condado, el estado y la nación. La forma de exigir ese tipo de acción a gran escala sobre el clima es identificar y apoyar a los dirigentes electos que puedan influir y promulgar políticas respetuosas con el clima. Para aquellos dirigentes que no lo hagan, el poder de tu voto puede hacerles rendir cuentas.

The New York Times

John Morales es científico atmosférico y medioambiental en ClimaData Corporation. Trabaja como especialista en huracanes en la WTVJ de Miami, y es columnista sobre cambio climático en el Boletín de los Científicos Atómicos.

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