El Tribunal Constitucional y los partidos

Pablo McKinney

Éramos muchos y parió, pero no la abuela sino el Tribunal Constitucional. Hablo de un alumbramiento que agrava el panorama de nuestros partidos que ya era delicado y que para 2028 podría pasar a ser de pronóstico reservado.

El TC eliminó de la Ley de Régimen Electoral (20-23) la obligación de que las candidaturas independientes se presenten desde una agrupación política constituida de conformidad con la Ley de Partidos, lo que significa que a partir de ahora todo ciudadano podrá presentar su propia candidatura en las elecciones de manera independiente. ¡Toma ya!

Que esto ocurra cuando según todos los sondeos y estudios nuestros partidos políticos tienen menos credibilidad que un vendedor de autos usados instalado en una acera de Villa Consuelo, es muy grave para una famélica democracia en la que el ciudadano cree cada vez menos, y particularmente delicado para unos partidos y unos políticos de los que desconfía cada vez más.

Dice el refrán popular… “aquel que tiene de tó/ con un tesoro se topa/ pero aquel que está desnú, tó le viene menos ropa”. En el peor momento de nuestros partidos, el Tribunal Constitucional los despoja de su función más importante y exclusiva, dejándolos desnudos de ideas, ideologías, cada vez más incapaces de cumplir con su función de intermediarios entre los ciudadanos y el Poder.

Tanto ha sido el deterioro de la credibilidad y el real poder de convocatoria de los partidos, que el término “partido” ha dejado de aparecer en el nombre de las organizaciones políticas. Así no encontramos con Podemos (España), Cambiemos (Argentina), Movimento 5 Stelle (Italia) ¡En Marche!, (Francia); en el país, la más reciente expresión de esto es La Fuerza del Pueblo -no Partido Fuerza del Pueblo (PFP)-. Las nuevas organizaciones huyen del término, convencidos de su mala imagen, perdida ya la esencia que guiaba su existencia.

Entonces…. si nuestros partidos han perdido la capacidad de representarnos; de estudiar para comprender, interpretar y proponer; si no son capaces de seleccionar con éticos criterios sus candidatos; de regular desde el tránsito hasta la inmigración o los empleadores de indocumentados; y de asumir riesgos desde sus gobiernos para modificar estructuras injustas para realmente avanzar; si además de todo esto, ahora el Tribunal Constitucional le despoja de su función primera de intermediación político electoral, una sola pregunta basta… ¿para adónde va el buey si no ara? “Avive el seso y despierte”.

Listín Diario

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