El Calvario de Nicaury: Tres años en la cárcel por un crimen que no cometió

Santo Domingo, 22 de diciembre – Nicaury Lizbeth Encarnación Rocha pasó tres años y dos meses en la prisión de Najayo Mujeres, acusada injustamente de asociación de malhechores y robo.

La pesadilla de esta mujer trabajadora y madre de tres hijos comenzó en su negocio de uñas en el sector Sabana Perdida, Santo Domingo Norte, cuando dos hombres asaltaron su local mientras atendía a una pareja de clientes. Este incidente marcó el inicio de un calvario que transformó su vida para siempre.

El 19 de agosto de 2021, Nicaury atendía a Joselín Orquídea Guzmán y a su pareja en su negocio, ubicado en la galería de su casa. Durante el servicio, dos hombres llegaron en motocicleta y perpetraron un asalto. Sin embargo, lejos de ser víctima de solidaridad, un mes después, la misma mujer que había atendido en su salón presentó una denuncia en su contra, acusándola de haber colaborado con los atracadores para robarle dinero y joyas.

El 19 de septiembre de 2021, Nicaury fue citada al cuartel policial de la avenida Charles de Gaulle, donde, en lugar de escuchar su versión, fue arrestada y acusada formalmente. Desde entonces, la lucha por probar su inocencia se convirtió en una carrera de obstáculos llena de injusticias.

Una acusación cargada de venganza

Erika Jehssel Encarnación, la hija mayor de Nicaury, afirmó que la acusación contra su madre fue producto de una venganza. Según Erika, Nicaury había denunciado anteriormente a un hombre llamado «Frank» por intentar abusar de una de sus hijas, de apenas 10 años en ese entonces. Esta denuncia derivó en el arresto de Frank, quien, según Erika, mantenía vínculos con Joselín Orquídea Guzmán.

Un hermano de Joselín incluso amenazó a Erika, asegurándole que su madre «viviría lo mismo que Frank en prisión». Estas amenazas solo fortalecieron la determinación de Erika para demostrar la inocencia de su madre.

El 7 de noviembre de 2022, un tribunal sentenció a Nicaury a ocho años de prisión, un golpe devastador para ella y su familia. Sin embargo, tres días después, el abogado Andrés Toribio conoció el caso gracias a la incansable campaña de justicia que Erika había iniciado en redes sociales. Toribio decidió asumir la defensa de Nicaury, marcando un punto de inflexión en su lucha.

«Yo tuve muchos reenvíos porque los querellantes nunca dieron la cara, nunca. Siempre le pedía a Dios que esto se resolviera, porque yo no quería hacer esos ocho años. Prefería morir», confesó Nicaury.

El pasado 16 de diciembre, un juez ordenó la libertad de Nicaury, quien pudo salir del penal el viernes 20 de diciembre, justo a tiempo para pasar las festividades navideñas con su familia. A las afueras de la prisión, fue recibida entre lágrimas y abrazos por sus seres queridos, en un emotivo reencuentro que marcó el fin de su calvario.

Durante su tiempo en Najayo, Nicaury no solo mantuvo una conducta ejemplar, sino que aprovechó cada oportunidad para crecer personal y profesionalmente. «Tengo 32 diplomas, me gradué 14 veces, trabajé ocho meses en el salón, cobré nóminas allá en Najayo y siempre tuve buena conducta», relató.

Resiliencia en la adversidad

La vida en prisión no fue fácil. Nicaury enfrentó carencias y dificultades, pero también descubrió una comunidad de mujeres que, al igual que ella, luchaban por demostrar su inocencia. «Conocí a muchas personas que están pagando por crímenes que no cometieron. Después de esta experiencia, nunca juzgaré a nadie en prisión», afirmó.

Además, Nicaury se ganó la vida realizando trabajos de belleza dentro del penal, como la aplicación de pestañas postizas y el perfilado de cejas.

A pesar del dolor y el trauma, Nicaury aseguró que no guarda rencor hacia quienes la acusaron. «No entiendo por qué me hicieron tanto daño. Lo único que hice fue ofrecerles mis servicios para mantener a mi familia. A ellos no les tengo ni odio ni rencor; solo quiero estar en paz con mi familia».

Sin embargo, confesó sentir temor por posibles represalias. «Aún estoy nerviosa, pero solo quiero seguir adelante», dijo.

La lucha de una hija valiente

Erika Encarnación fue la voz incansable que abogó por su madre desde el inicio. A través de redes sociales, denunció la injusticia del caso y buscó ayuda, enfrentándose incluso a amenazas por su activismo.

«Mi hija amanecía trabajando para cubrir los gastos del proceso judicial. No tengo palabras para describir todo lo que hizo por mí. Ella es mi orgullo y siempre lo será», expresó Nicaury, conmovida.

Ahora, libre y junto a sus hijos, Nicaury se enfrenta a nuevos retos. Su hijo menor, de nueve años, se encuentra hospitalizado debido a un problema de salud, lo que añade una capa de preocupación a su reciente libertad.

A pesar de todo, Nicaury está decidida a reconstruir su vida, apoyándose en las lecciones aprendidas durante su tiempo en prisión y en el amor incondicional de su familia.

El caso de Nicaury Lizbeth Encarnación Rocha no solo destaca una historia de injusticia, sino que también expone las fallas del sistema judicial dominicano, que permite que personas inocentes sufran condenas por crímenes que no cometieron.

Nicaury es una sobreviviente, pero su historia es un recordatorio de que aún hay mucho por hacer para garantizar que los principios de justicia y equidad prevalezcan en la República Dominicana.

Con datos de Diario Libre

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