Pesos muertos

Marisol Vicens Bello

Son muchos los problemas que tenemos como país, algunos de los cuales son ancestrales porque el camino hacia su solución sigue encontrando los mismos obstáculos, que en muchos casos están representados por personeros que bajo el manto de supuestos liderazgos políticos, gremiales, sindicales, empresariales, sociales, persiguen más la defensa de sus intereses que los fines por los que reivindican luchar, y a costa de esa supuesta lucha han impedido transformaciones necesarias y desangraron nuestra economía, mientras se engrosan sus finanzas.

Y el impacto negativo que han producido ha continuado, porque han sido hábiles para mutar bajo los colores del partido de gobierno de turno, pues en aras de conseguir los votos para alcanzar el poder los candidatos están dispuestos a firmar pactos con quien sea, aunque se trate de magros apoyos que apenas representan un puñado de votos, los cuales terminan convirtiéndose en los más caros pues los beneficios que reciben sus promotores son inversamente proporcionales a su impacto, y más perversos, pues permiten que sobrevivan viejos vicios y se reinventen personajes que poco han hecho por el bienestar del país, o con historial incluso de corrupción, premiados con cargos gubernamentales, reúnan o no el perfil, contratos y privilegios.

Así hemos ido colgando de nuestro aparato estatal “pesos muertos” que se han convertido en un lastre para las transformaciones de sectores tan fundamentales como el transporte de pasajeros y de carga, la educación, la salud, la electricidad, y de temas como el ordenamiento del tránsito, y el equilibrio fiscal, pues el poder que les da la capacidad de llamar a huelgas es temido por los gobiernos, que en aras de evitarlas han llegado con estos a onerosos acuerdos cuyo impacto no ha podido ser por la opacidad que los rodea, y por la dificultad de medir los daños colaterales muchas veces subjetivos.

Cabe preguntarse por qué si este panorama es tan grotesco y evidente se perpetúa, y en parte la respuesta radica en que los mismos que una vez pactaron con estos y luego experimentaron la amarga fugacidad de sus apoyos, les han hecho el juego por falta de visión o egoísmo, y en vez de respaldar las medidas que hacen sentido como la reforma fiscal, educativa, del transporte, eléctrica y otras, prefieren atacarlas y no contribuir con la solución, recelan que el éxito de estas afecte sus intereses y favorezca los de sus contrarios, mientras los que se benefician del “statu quo” se frotan las manos, y la población ya sea por ignorancia, por pasiones políticas, o por miopía, contribuye a que sigan estáticos los problemas y rehúyen al natural costo de las soluciones.

Hubiera sido mejor para el país dejar que algunos supuestos líderes políticos se quedaran jubilados aunque desde sus espacios apostaran a causar ruido, y no que mediante amarres hayan no solamente conseguido perpetuarse en distintos gobiernos, sino multiplicar su radio de acción a través de sus hijos, que han seguido el mismo modelo clientelar y rentista de sus padres, y hubiera sido preferible y menos costoso que los precios de los combustibles fluctuaran, subieran o bajaran como decía la publicidad de la reforma de los hidrocarburos, aunque hubiéramos tenido que afrontar paros mientras se buscaban opciones para que el costo que representa el transporte impactara menos a los hogares mediante un sistema más eficiente, que haber mantenido durante tanto tiempo costosos subsidios que han robustecido el liderazgo de muchos empresarios del transporte, que ya no solo llegan a acuerdos con los políticos sino que ellos mismos son actores políticos, lo que les ha permitido seguir obstaculizando o desvirtuar cuantas ideas de modernización hayan surgido. Pero como ningún gobierno quiere ruidos, y la oposición desgraciadamente siempre apuesta a avivarlos y la caja de resonancia de las redes sociales los expande, parece que desgraciadamente seguiremos cargando con estos pesos muertos, lastres que dificultan las soluciones y debilitan la institucionalidad.

El Caribe

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