LA Semanal, reformada

Federico A. Jovine Rijo

El 28 de agosto de 2023 el gobierno inició “LA Semanal con la prensa”, anunciada en aquel momento como un espacio con el “objetivo principal de abordar […] temas específicos de relevancia nacional”. Con la salvedad –nobleza obliga– de que no se tratarían temas políticos, se quiso construir un escenario que permitiera al presidente interactuar con la prensa, comunicadores, “influencers” y hacedores de opinión pública. En definitiva, un evento que más que actividad comunicativa, fuese reflejo de la propia personalidad del presidente: abierta, plural, transparente y accesible.

Más allá del fino rejuego entre artículo determinado femenino o criptónimo, LA Semanal generó opiniones a favor y en contra –en forma y fondo–, tanto de una ciudadanía acostumbrada a idealizar al presidente como una figura inalcanzable y encumbrada; como de una clase política, empresarial, académica y hasta mediática, que no entendía la necesidad de devaluar la figura presidencial y exponerla semanalmente a los riesgos inherentes a cualquier reunión con los medios; sobre todo en una democracia como la nuestra, donde la prensa se ha ganado sitial, respeto y reconocimiento ciudadano a costa de esfuerzos y sacrificios.

Aún así, contra todo pronóstico, LA Semanal se posicionó en el imaginario como un encuentro con el presidente. Hazaña difícil en un país cuya idiosincrasia no se caracteriza por la constancia, convirtiéndose –con altas y bajas– en la tribuna donde Luis Abinader posiciona temas, y, de paso, responde dudas e inquietudes; al punto que el líder de la oposición, Leonel Fernández, se vio en la obligación de imitarle y replicarle, lo que, a manera de contrapeso, sin duda que beneficia a la democracia.

Como toda creación humana, es perfectible, y, en esa lógica entraban los cuestionamientos que desde el día cero se hicieron. Y es que, así como muchos expresaban críticas en el deseo de que el espacio tuviese el rigor necesario para generar contenidos e información de calidad, otros entendían (¿argumento clasista?) que se promovía una “cualquierización” de la relación del poder con los medios, mostrándose a veces el palacio como una pasarela por donde desfilaban –cual alfombra roja– figuras y personalidades de las redes sociales, farándula, etc.

Reconociendo que el paradigma de la comunicación cambió y que la diversidad y amplitud de plataformas y mecanismos de comunicación alternativos obligaban a mezclar “mansos con cimarrones”, el gobierno apostó a todo en uno, sacrificando el rigor en el altar de los “views” y la profesionalidad de los medios vs. la erótica del “me gusta”. Con periodistas denunciando limitaciones y/o restricciones para realizar preguntas, y otros cuestionamientos, al parecer, los números validaron lo que la percepción generalizada señalaba: que el espacio había perdido el rumbo, al punto que muchos dudaron que seguiría en 2025.

A casi 17 meses, el gobierno “pimpea” (tardíamente) LA Semanal con reglas claras, precisas y necesarias que debieron decirse al principio y que, aunque generarán críticas e incomodidades, buscarán revitalizar el espacio y reposicionarlo como referente nacional. Los hechos dirán.

Listín Diario

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