¿Buchipluma no más?
Por Rosario Espinal
Las apuestas sobre qué hará Donald Trump comenzaron desde la campaña electoral de 2024 y siguen vigentes.
Unos consideran que Trump amenaza para negociar algo, pero que no ejecuta la amenaza; o sea, es buchipluma no más (o transaccional). Muchos otros de su base electoral, por el contrario, quieren que Trump ejecute lo prometido.
En esa nubosidad de amagar y no dar, o realmente golpear, Trump genera temores a sus potenciales víctimas y esperanzas a sus seguidores.
Dos temas resumen sus principales promesas de campaña: las deportaciones masivas de inmigrantes indocumentados y los altos aranceles (impuestos) a las importaciones. Veamos cada tema y sus implicaciones.
Se estima que en Estados Unidos hay entre 11 y 15 millones de inmigrantes indocumentados. Deportar masivamente tantas personas es tarea compleja y costosa. Implica captarlos, alojarlos mientras se organiza la deportación, clasificarlos por país de origen y transportarlos de vuelta a sus países.
Quienes se adhieren a la corriente de que Trump ladra más de lo que muerde (muchos latinos piensan así), han tomado esa promesa de campaña como una amenaza a no cumplirse.
Pero aun fuese así, las amenazas de deportación tienen serias consecuencias; por ejemplo, tienen un impacto negativo (económico y sicológico) en los indocumentados, y aumentan los costos de producción y servicios ante el miedo de los inmigrantes de asistir a sus trabajos donde podrían ser capturados.
Lo más probable es que Trump no logre deportar masivamente a los inmigrantes indocumentados por la complejidad de la logística y el impacto económico en la agricultura, la construcción y los servicios de hoteles y restaurantes, sino que haga deportaciones selectivas, y en torno a ellas desarrolle una campaña mediática para proyectar la imagen de que está deportando a muchos (así hizo en su primer Gobierno).
Eso no significa, sin embargo, que deje en paz a los inmigrantes; vivirán un infierno en los próximos meses, o años.
El tema de los aranceles es ilustrativo de las inconsistencias. Trump ha señalado cuatro razones para ponerlos: 1) presionar para obtener otros beneficios (controles migratorios en países vecinos o del fentanilo), 2) reducir el déficit comercial: Trump considera que otros países se aprovechan porque venden más de lo que compran a Estados Unidos; 3) reindustrializar a Estados Unidos para que los trabajadores vuelvan a tener buenos empleos; y 4) recaudar muchos impuestos con las importaciones.
Si Trump usa la retórica de los aranceles fundamentalmente como amenaza para obtener otros beneficios, no logrará reducir el déficit comercial, ni reindustrializar Estados Unidos, ni recaudar más impuestos. Y, si pone altos aranceles, podría generar mayor inflación y desatar una guerra comercial en el mundo.
Las apuestas sobre qué hará Trump seguirán sobre la mesa porque hacer lo que prometió en campaña (deportar masivamente y poner altos aranceles) tiene muchas implicaciones negativas, pero no hacerlo podría socavar el apoyo en su base electoral dura.
Ante este dilema, la retórica de amenazas y la incertidumbre seguirán dominando en la presidencia de Trump, creando ilusiones para unos y distorsiones para otros.
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