Pete Hegseth dimitiría, si tuviera algo de honor
Por David French
The New York Times
Columnista de Opinión
No sé cómo Pete Hegseth puede mirar a los ojos a los miembros del Ejército. Acaba de destruir su credibilidad como líder militar.
El Times Una selección diaria de notas en español que no encontrarás en ningún otro lugar, con eñes y acentos. Get it sent to your inbox.
El lunes, Jeffrey Goldberg, de The Atlantic, publicó una de las historias más extraordinarias que he leído jamás. Al parecer, el asesor de seguridad nacional del presidente Trump, Michael Waltz, invitó inadvertidamente a Goldberg a unirse a un chat grupal de Signal (Signal es una aplicación de mensajería encriptada) que parecía incluir a varios altos cargos de Trump, como Stephen Miller, JD Vance, Marco Rubio y Pete Hegseth.
Un portavoz del Consejo de Seguridad Nacional dijo a The Atlantic que el chat “parece auténtico”.
Al parecer, nadie se percató de la presencia de Goldberg, que tuvo un asiento en primera fila mientras debatían la decisión de Trump de atacar a los rebeldes hutíes, una milicia respaldada por Irán que había estado disparando contra la navegación civil en el mar Rojo.
Entonces, a las 11:44 a. m. del 15 de marzo, la cuenta denominada “Pete Hegseth” envió un mensaje que contenía “detalles operativos de los próximos ataques a Yemen, incluida información sobre objetivos, armas que Estados Unidos desplegaría y la secuencia de los ataques”.
Se trataría de una asombrosa violación de la seguridad. Soy un antiguo oficial del cuerpo del JAG del Ejército (un abogado militar). He ayudado a investigar numerosas denuncias de filtraciones de información clasificada, y nunca he oído hablar de algo tan atroz: un secretario de Defensa utilizando intencionadamente una aplicación de mensajería civil para compartir planes de guerra sensibles sin ni siquiera darse cuenta, aparentemente, de que había un periodista en el chat.

No hay ningún funcionario vivo cuya carrera pudiera sobrevivir a una violación de la seguridad como esa. Normalmente, acarrearía consecuencias inmediatas (relevo del mando, por ejemplo), seguidas de una investigación exhaustiva y, potencialmente, cargos penales.
La ley federal tipifica como delito que una persona —por negligencia grave— sustraiga información “relativa a la defensa nacional” de “su lugar adecuado de custodia o la entregue a alguien en violación de su confianza, o que se pierda, sea robada, sustraída o destruida”.
Es demasiado pronto para decir si la incompetencia de Hegseth es también delictiva, pero planteo la posibilidad para demostrar la enorme magnitud del error denunciado. Una violación de la seguridad tan importante requiere una investigación exhaustiva.
Nada destruye más la credibilidad de un dirigente ante los soldados que la hipocresía o el doble rasero. Cuando los líderes incumplen las normas que imponen a los soldados, rompen el vínculo de confianza entre soldados y mandos. Los mejores comandantes que conocí no pedían a un soldado que cumpliera una norma que no se aplicara también a ellos. Los mejores comandantes predicaban con el ejemplo.
¿Qué ejemplo ha dado Hegseth? Que es descuidado, y cuando eres descuidado en el ejército, puede morir gente. Si tuviera algo de honor, dimitiría.
The New York Times