Iglesia Católica convierte el Sermón de las Siete Palabras en un clamor por justicia social en República Dominicana
Santo Domingo, 19 de abril de 2025 — La Catedral Primada de América volvió a ser escenario de una de las tradiciones más profundas del Viernes Santo en República Dominicana: el Sermón de las Siete Palabras.
En esta ocasión, los representantes de la Iglesia Católica utilizaron la jornada litúrgica no solo para rememorar las últimas expresiones de Jesucristo en la cruz, sino también para lanzar contundentes críticas sobre los problemas estructurales que aquejan a la sociedad dominicana, entre ellos la crisis del sistema de salud, la inseguridad ciudadana, los accidentes de tránsito, la desigualdad social y económica, la situación penitenciaria y la violencia intrafamiliar.
Desde el púlpito, cada palabra fue una denuncia y, al mismo tiempo, un llamado a la conciencia individual y colectiva, dirigido tanto a la ciudadanía como a las autoridades. La ceremonia fue una suerte de espejo espiritual, social y político donde se reflejaron las heridas abiertas del país.
Primera palabra: el grito por la justicia ambiental

El reverendo Roberto Martínez de los Santos, párroco de la Parroquia San Roque González de Sabana Perdida, abrió el sermón con la frase “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23,34). Utilizó esta expresión de perdón para enfocar su mensaje en los “pecados ambientales” que se cometen en el país y en el mundo.
Martínez subrayó que la República Dominicana posee una alta fragilidad ecológica que está siendo amenazada por actividades humanas irresponsables. Reclamó que las decisiones económicas relacionadas con los recursos naturales deben ser transparentes y participativas, no unilaterales ni dominadas por intereses empresariales.
“El Estado debe sentarse con las comunidades antes de que lleguen las empresas, y buscar salidas no conflictivas con los comunitarios”, afirmó.
Para el sacerdote, el desequilibrio ambiental no es solo un problema ecológico, sino también moral y espiritual. “Estamos llamados a preservar la creación como un acto de amor y justicia hacia las futuras generaciones”, sentenció.
Segunda palabra: el clamor de un sistema de salud enfermo

Con la frase “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23,43), el reverendo Nicolás Cuello Hernández, superior de los Canónigos Regulares de Letrán, condujo la segunda palabra enfocándose en el colapsado sistema de salud dominicano.
Aunque reconoció ciertas mejoras, como el remozamiento de varias áreas de emergencia hospitalaria, Cuello denunció una larga lista de deficiencias: falta de atención primaria, elevados costos en servicios y medicamentos, escasa inversión estatal, bajos salarios al personal médico, sobrecarga de trabajo, infraestructura deficiente y carencias logísticas e institucionales.
“Muchos dominicanos pierden la vida porque no pueden ser atendidos a tiempo”, advirtió. A su juicio, la salud debe entenderse como un derecho y no como un privilegio de quienes pueden costearla.
Tercera palabra: el dolor social ante la inseguridad

La tercera palabra, “Mujer, ahí tienes a tu hijo… Ahí tienes a tu madre” (Juan 19,26-27), fue desarrollada por el reverendo Luis Sandy Cabrera Martínez, de la Parroquia Espíritu Santo de Villa Mella. En su reflexión, relacionó la imagen de María al pie de la cruz con el sufrimiento de la sociedad dominicana frente a la creciente ola de inseguridad.
Cabrera criticó el deterioro de la convivencia social, el miedo generalizado y la falta de respuestas concretas del Estado ante la criminalidad. “La violencia se expande como una mancha de aceite que contamina cada rincón”, expresó.
El sacerdote instó a transformar el miedo en coraje ciudadano y a recuperar la esperanza a través del compromiso colectivo por la justicia y la paz. “No somos espectadores, somos constructores del cambio”, enfatizó.
Cuarta palabra: víctimas del asfalto y del olvido

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mateo 27,46), fue la frase que guio la reflexión del reverendo Juan María Durán, de la Parroquia Corpus Christi. Su mensaje se centró en las miles de víctimas de accidentes de tránsito en el país, un problema que calificó como una emergencia nacional.
Durán citó estadísticas del Observatorio Permanente de Seguridad Vial (Opsevi), que revelaron que en 2024 murieron más de 3,100 personas en accidentes viales. “Somos una nación que normaliza la tragedia”, lamentó.
El religioso denunció el consumo de alcohol y drogas al volante, la irresponsabilidad ciudadana y la falta de regulación efectiva como principales factores de esta problemática. Hizo un llamado urgente a crear conciencia vial y a diseñar políticas públicas orientadas a salvar vidas.
Quinta palabra: el silencio detrás de las rejas

El reverendo Frank Luis de la Cruz Alcequiez, párroco en Engombe, estuvo a cargo de la quinta palabra: “Tengo sed” (Juan 19,28). Su reflexión giró en torno a la situación de los centros penitenciarios, denunciando la sistemática violación de los derechos humanos en esos espacios.
“Muchos reclusos, además de enfrentar la pérdida de su libertad, sufren condiciones infrahumanas, falta de acceso a atención médica, carencia afectiva y maltratos constantes”, señaló. De la Cruz criticó la deshumanización de las cárceles y pidió a jueces, fiscales y autoridades penitenciarias que recuerden que “Dios también los juzgará por cómo han tratado a los más vulnerables”.
Sexta palabra: la desigualdad como sistema

La religiosa Carmen Dolores Ferrer, de las Hermanas de la Caridad del Cardenal Sancha, presentó la sexta palabra: “Todo está consumado” (Juan 19,30), para abordar las profundas desigualdades sociales y económicas que afectan a los sectores más empobrecidos del país.
Ferrer denunció que grandes franjas de la población son excluidas y consideradas “desechables” por no ajustarse a la lógica de productividad del sistema. “Nuestros pueblos están sometidos a prácticas económicas injustas que enriquecen a unos pocos y condenan a la mayoría a la miseria”, afirmó.
Pidió la construcción de un país donde reine la equidad, la solidaridad y el respeto por la dignidad humana. “Solo entonces, todo estará verdaderamente consumado”, concluyó.
Séptima palabra: la violencia familiar como tragedia nacional

La última reflexión fue realizada por Bárbara Suárez, coordinadora de la Pastoral Infantil de Villa Duarte. Con la frase “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23,46), Suárez se refirió a la violencia intrafamiliar y los feminicidios como una de las mayores crisis sociales del país.
Señaló que la violencia de género debe ser declarada emergencia nacional, dado el alarmante número de mujeres asesinadas cada año en República Dominicana. “Debemos ser instrumentos de amor, como lo fue Jesús”, dijo con firmeza.
La religiosa llamó a construir familias cimentadas en el respeto, el diálogo y el amor cristiano. “Es urgente devolver a nuestros hogares el espíritu de Dios para erradicar el odio, el abuso y el silencio cómplice”, concluyó.