Roma se convierte en epicentro diplomático global durante funeral del papa Francisco
Roma, 25 de abril de 2025 — La Ciudad Eterna se prepara para recibir a más de 50 jefes de Estado, diez monarcas y decenas de delegaciones internacionales en lo que será una de las concentraciones más significativas de líderes mundiales en años.
El motivo: las exequias del papa Francisco, fallecido este lunes a los 88 años, que tendrán lugar este sábado 26 de abril en la Basílica de San Pedro. Más allá del componente religioso, Roma se perfila como el centro neurálgico de la política internacional, en un momento crítico marcado por tensiones diplomáticas, conflictos bélicos y disputas comerciales.
La ceremonia fúnebre del pontífice argentino reunirá en un solo espacio a los poderosos del planeta y a quienes él siempre buscó visibilizar: los marginados. Como último gesto de coherencia con su legado, el cortejo que lo trasladará desde la Basílica de San Pedro hasta la de Santa María la Mayor será recibido no solo por cardenales y jefes de Estado, sino también por presos, víctimas de trata e indigentes, a quienes el papa Francisco situó en el centro del mensaje evangélico.
Desde que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, fue el primero en confirmar su asistencia, una ola de confirmaciones comenzó a llegar al Vaticano. Figuras como el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski; el mandatario argentino, Javier Milei; el primer ministro británico, Keir Starmer; el presidente francés, Emmanuel Macron, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, se sumaron a la lista de asistentes. El encuentro representa un desafío diplomático de gran magnitud.
Ubicar en el mismo espacio a Trump, Zelenski y representantes de Rusia ha obligado a aplicar un estricto protocolo. Según el diseño del Vaticano, los cardenales estarán situados a la izquierda del altar, mientras que las delegaciones internacionales ocuparán el lado derecho.
Argentina, país natal del pontífice, tendrá lugar de honor junto a Italia, representada por la primera ministra Giorgia Meloni y el presidente Sergio Mattarella. A partir de ahí, los jefes de Estado se acomodarán en orden alfabético —en francés—, lo que colocará a Trump cerca de Macron y Starmer, pero a distancia prudente de Zelenski.
La posibilidad de reuniones bilaterales en los márgenes de la ceremonia ha despertado interés mundial. Trump ha expresado su intención de reunirse “con todos”, lo que ha generado incomodidad en Italia.
El ministro de Exteriores, Antonio Tajani, respondió enfáticamente en televisión que “el funeral del papa no es una cumbre geopolítica”. Sin embargo, las expectativas persisten sobre un eventual contacto entre Trump y Von der Leyen para tratar el conflicto arancelario entre Estados Unidos y Europa.
También se espera un tenso momento si Trump y Zelenski se cruzan. Las declaraciones recientes del expresidente estadounidense, solicitando una tregua al presidente ruso Vladimir Putin tras los ataques en Kiev, podrían generar un encuentro cargado de tensión. La última vez que ambos coincidieron fue en una rueda de prensa en la Casa Blanca, marcada por choques verbales.
El cronograma de Trump en Roma será breve: su llegada está prevista para las 22:50 del viernes y su salida desde el aeropuerto de Fiumicino a las 12:50 del sábado, alojándose mientras tanto en Villa Taverna, residencia del embajador estadounidense. Este estrecho margen de tiempo reduce las posibilidades de una “minicumbre” informal, pero deja abierta la puerta a encuentros fortuitos de alto impacto.
Mientras tanto, más de 200.000 personas se congregarán en la Plaza de San Pedro para acompañar el cortejo y rendir homenaje al papa Francisco, cuya figura trascendió el ámbito religioso y dejó una profunda huella en la geopolítica internacional.
El evento, más allá de su carácter litúrgico, será observado con lupa por analistas y medios, atentos a cada gesto, cruce y palabra entre líderes que, tras bastidores, enfrentan profundas divisiones sobre comercio, guerra y derechos humanos.
El funeral del papa Francisco será, así, una ceremonia de despedida cargada de simbolismo espiritual, pero también el escenario donde confluyen las tensiones de un mundo fracturado. Roma, por un día, se convertirá en el epicentro político del planeta.