José Ricardo Taveras responde a Omar Fernández y defiende legado de gestión migratoria en el gobierno de Leonel Fernández

Santo Domingo, R.D. – El exdirector general de Migración, José Ricardo Taveras, respondió públicamente al senador del Distrito Nacional, Omar Fernández, luego de que este hiciera comentarios sobre la influencia de la familia Vincho Castillo durante la administración del expresidente Leonel Fernández y su papel en la política migratoria nacional.

En una extensa carta cargada de reflexiones personales y advertencias políticas, Taveras recordó que su designación como director de Migración en 2011 fue una decisión directa del expresidente Fernández, sin mediación ni presión partidaria.

Relató que incluso cuestionó a Fernández sobre la idoneidad de su nombramiento, a lo que el entonces mandatario respondió que su elección respondía a una necesidad de cambio de rumbo en la política migratoria.

“Si lo estoy llamando sabiendo cómo usted piensa, es porque he comprendido la necesidad de que el país dé un giro en esa política”, citó Taveras como respuesta del exmandatario, destacando que su nombramiento fue fruto de un proceso reflexivo del presidente ante la gravedad del tema haitiano.

Taveras defendió su gestión como una etapa de avances concretos en materia de control migratorio, destacando la aprobación del reglamento de aplicación de la Ley de Migración tras siete años de retraso.

Afirmó haber contado con respaldo directo del presidente Fernández, tanto en medidas operativas como en enfrentamientos con sectores diplomáticos y de la sociedad civil que promovían agendas prohaitianas.

En su mensaje al senador Fernández, Taveras también abordó de manera crítica el desarrollo político del joven legislador, al que calificó de prometedor pero aún inmaduro para liderar procesos de alta envergadura. Le advirtió sobre los riesgos de caer en “trampas del debate político” y le exhortó a asumir una postura más profunda y reflexiva sobre el tema migratorio.

“Cometiste el error de asumir como verdad una versión mediática sobre supuestas declaraciones de Pelegrín Castillo, cayendo en una contradicción que podría interpretarse como una imputación injusta hacia tu padre y hacia mi persona”, expresó Taveras, subrayando que toda acción en materia migratoria durante su gestión fue responsabilidad suya y del expresidente Fernández, no de la familia Castillo.

El exfuncionario también aprovechó para exponer una visión crítica del abordaje histórico del fenómeno migratorio, advirtiendo que el problema no radica exclusivamente en la Dirección General de Migración, sino en décadas de desinterés estatal, corrupción fronteriza, presiones externas y una política de Estado débil ante la presión demográfica haitiana.

Asimismo, criticó a diversos gobiernos, incluyendo el actual, por promover medidas que, a su juicio, agravan la situación, como la propuesta de identidad digital para extranjeros. “Es una verdadera locura si consideramos la prudencia que implica la geopolítica de nuestra isla”, apuntó.

Finalmente, Taveras llamó a un consenso nacional más allá de líneas partidarias para enfrentar con responsabilidad y realismo la amenaza migratoria que afecta la soberanía dominicana. Aseguró que sus palabras no buscaban atacar al joven senador ni a su partido, sino invitar a la reflexión y al reconocimiento de los errores colectivos.

“Todos los que hemos participado en la vida pública debemos aceptar que, de una forma u otra, hemos fallado. Solo así podremos construir un liderazgo que responda al interés nacional”, concluyó.

Texto integro de la carta de Taveras

Saludos Omar:

El Dr. Leonel Fernández, expresidente de la República, tu padre, muy distinguido amigo, persona por la cual conservo gran respeto y gratitud al considerarme en marzo del 2011 para que fuera miembro del equipo que lo acompañaría en el cierre de su gobierno. En efecto, me designó como director general de Migración, semejante distinción llegó a mis oídos con especial sorpresa porque era consciente de que mi partido no lo había requerido y yo mucho menos; tal como me afirmara el Dr. Marino Vinicio Castillo, Vincho, que es un hombre honesto a carta cabal, “salió de él, yo no se lo pedí, el solo tuvo la elegancia de pedirme que te llevara”.

Recuerdo perfectamente el momento de nuestro encuentro, una vez frente a tu padre e informado en primera persona del propósito presidencial de llamarme al servicio público nuevamente, esta vez en el Ejecutivo, le agradecí y le pregunté con la limpieza de espíritu con que siempre procuro actuar: “Señor presidente, ¿para qué me llama usted a esa posición?, creo que no soy la persona indicada para servirle desde ahí.” Créeme si te digo que lo sorprendí sanamente con esa pregunta, fue obvio en su lenguaje corporal y por la pregunta que me hizo enseguida: ¿Por qué usted me hace esa pregunta? A seguidas le respondí: “Sencillo señor presidente, porque en esa materia sus criterios andan por un lado y los míos por otro, no me siento en capacidad de ser incoherente, de manera que no puedo aceptar un trabajo que eventualmente me pueda enfrentar a mi jefe”, él sonrió serena y sinceramente, no será textual pero en general me dijo lo siguiente: Si lo estoy llamando para el trabajo sabiendo la forma en que usted piensa es precisamente porque he comprendido la necesidad de que el país de un cambio de rumbo en esa política, de ahí que haya entendido que usted y por ende la visión en la que cree dirijan esa institución para comenzar a producirlo.

Es en ese contexto en el que yo pasé a ser miembro del gobierno de tu padre sin dejar de preguntarme como pudo haber llegado a esa decisión, la cual se produce lamentablemente en el momento en que casi estaba cerrando ese ciclo. Por eventos posteriores fui tomando conocimiento de algunos detalles que me hicieron comprender que la misma no era hija de la improvisación, fue uno de los resultados de reflexiones profundamente estudiadas que lo habían llevado a la convicción de que se debía actuar con el tema haitiano porque el tiempo se nos venía encima, de ahí su disposición de dar un golpe de timón, lo puedo decir con propiedad.

En general no me puedo quejar, dirigí el trabajo que en seis meses condujo a la aprobación del Reglamento 631-11 de la Ley General de Migración, retrasado siete años por presiones externas, internas y de contradicciones en el seno del propio gobierno, se ocupó personalmente de que las Fuerzas Armadas dieran soporte a los trabajos de migración, aprobó sin reservas las confrontaciones públicas y privadas que tuve con sectores diplomáticos que presionaban el país y me apoyó al no frenar los esfuerzos que desplegué para el bloqueo de fondos internacionales para soporte de la agendas pro haitianas de cierta sociedad civil dedicada al usufructo del drama ajeno, entre otras cosas, pero ya no tenía tiempo para más, ni siquiera para poder allegar los recursos necesarios para la misión encomendada, teniendo que administrarme en una situación extremadamente precaria en términos financieros, la cual hoy me hace decir que lo importante no es qué se hizo, sino con cuanto se hizo, porque es ahí donde se revela la verdadera magnitud del legado.

Hago esta historia porque esta carta tiene por objeto aconsejarte, ya verás más adelante las razones.

En una ocasión un amigo inquirió mi parecer sobre el desarrollo de la carrera del entonces diputado Omar Fernández, mi respuesta fue escueta: Me parece un muchachito humilde y prometedor, con un brillante futuro, sin embargo, me parece mal que lo estén madurando con carburo, deben darle su tiempo para que el liderazgo que pueda desarrollar sea cocido a fuego lento, que sea el camino el que lo vaya fraguando para que la prisa que siempre es plebeya no lo explote en el trayecto.

Es mi convicción que superas por mucho a otros generacionalmente cercanos a ti y con “proyectos” presidenciales en curso, sin embargo, lamento decirte que ni ellos ni tu están aún preparados para jugar en esa liga por el momento ni les conviene, aunque lo logren como otros ya lo han hecho, el camino se encargará de desactivar algunos insuflados a base sus ínsulas y a otros que irán desnudando cada vez más la sumisión a los intereses a los que sirven, pero en tu caso, admito que si te dedicas a laborar y a esperar las cosas es muy probable que sean distintas en un futuro que en ningún caso será lineal sino, hijo de los acontecimientos. Te he visto cometer errores y recurrir a superficialidades que no citaré aquí porque no es mi intención centrarme en eso, sobre todo porque debo considerar tu juventud y la liga de boys scouts con la que te ha tocado interactuar durante tu aprendizaje en medio de la clase política que en general y sin generalizar nos gastamos, no es precisamente la mejor escuela.

Aunque tienes un gran maestro en tu casa, reconozco que el ambiente y las deficiencias de un sistema político cooptado por el dinero no ayuda el debate y que desgraciadamente ello incide en que la formación de los nuevos liderazgos se vea privada del surgimiento de pesos pesados en capacidad de abordar agendas a profundidad y sin ataduras. Con lo dicho solo pretendo subrayarte que a los jóvenes con potencial como es tu caso y al propio país les debe concernir el propósito de que se desarrollen liderazgos de relevo sólidos, para nada hijos de la improvisación ni de la falta de méritos, debe ser urgente que tu generación entienda que debe tomarse su tiempo para aprender, en tu caso no tienes excusa porque la escuela de saber laborar y esperar la tienes en la prudencia y en la historia de la vida de tu propio padre.

Todo esto viene al caso porque me apenó mucho verte caer ingenuamente en una trampa, comprensible a tu edad y corta experiencia, te dejaste llevar del calor del debate sin percatarte de que estabas incurriendo en una contradicción al responder irreflexivamente una versión periodística sobre una supuesta declaración de Pelegrín Castillo en la que se te dijo que acuso a tu padre de ser responsable del problema migratorio, tu respuesta me concierne porque si bien fui dirigente de la Fuerza Nacional Progresista por muchos años, la responsabilidad de todo cuanto se hizo o se dejó de hacer en la DGM durante mi gestión no es responsabilidad de la familia Castillo, es mía y especialmente de los dos presidentes con los cuales trabajé, en quienes siempre descansó fundamentalmente la clave final que sirve de motor a lo que se hace o se deja de hacer: voluntad política. De ahí que en todo caso no puedo aceptar en silencio tu error al caer en la emboscada, porque de tus palabras se colige claramente que, en el gobierno de tu padre, si se actuó con irresponsabilidad en el manejo de esa política sería responsabilidad de ese partido, cuando la realidad es que lo bueno o malo que haya surgido de ahí sería mi responsabilidad personal y política junto a la de tu papá, lo cual no es para nada justo con él ni conmigo y eso si es verdad que esta fuerte.

Todo parece indicar que desconoces que a pesar de la importancia de la Dirección General de Migración, su ineficiencia no es ni ha sido en el pasado la causa de la presencia masiva de haitianos en el territorio nacional, cuando oigo gente opinar de ese modo inmediatamente asumo que estoy frente a una persona que desconoce la magnitud y las raíces del problema que estamos afrontando y eso no le luce a una persona que como tú ya ostenta la senaduría del Distrito Nacional y que ha comenzado a inspirar un proyecto presidencial. No es tan complejo comprenderlo, solo hay que ver la inoperancia de todos los procesos de deportación que han sido impulsados e incluso la presencia masiva de recursos y elementos militares en la seguridad de la frontera, que por muy masivos que hayan sido nos estrujan en la cara el retorno casi inmediato de los deportados, todos los días, que no funcionan porque la frontera, que no es física exclusivamente, no existe, la corrupción, la hipocresía y el abandono se la han tragado durante décadas de indiferencia.

Pelegrín no responsabilizó a tu papá de manera particular, se refirió con toda razón a una responsabilidad sistémica de toda la clase política y de las demás élites nacionales, de ello no eximió ni podría eximir, aunque quisiera absolutamente a nadie, ni siquiera a Balaguer que conserva muy buena reputación en el manejo del tema, créeme tiene toda la razón al decirlo, sin embargo, la información te fue servida de ese modo. Es importante que aprendas que el deterioro de la seguridad de nuestra frontera comenzó sin prisa y sin pausas con el abandono de las políticas de dominicanización de la frontera, que aunque la ideologización del debate histórico las tildan de trujillistas, xenófobas y racistas, no admiten que la misma fue realmente el resultado del estudio de las causas que nos llevaron a perder más de cinco mil kilómetros cuadrados de territorio en Hincha y San Miguel de la Atalaya en el acuerdo de límites negociado en 1929, territorio dominicano perdido por la ausencia de población y del propio Estado, tal como ha vuelto acontecer hoy día en casi toda la línea fronteriza, a lo que se suma la apertura de la frontera en el gobierno de Antonio Guzmán, 1978, del lado haitiano la caída de Jean Claude Duvalier hijo y las múltiples crisis devenidas que provocaron el desmantelamiento del ejército, única y última expresión organizada del Estado haitiano con la que el dominicano podía parlamentar en un ejercicio de control común a ambos lados y que funcionó efectivamente por décadas.

Si somos honestos, ningún gobierno, incluido el de tu padre, del que fui parte muy honrosamente, puede mostrar avances en el rescate de la moral institucional y ética de nuestras fuerzas armadas, no las únicas, ni todos, pero si las responsables de primera línea de que la corrupción haya deglutido nuestra línea fronteriza, en eso han fracasado todos los gobiernos que no acaban de comprender el concepto de unas fuerzas armadas profesionales, pero no solo nuestros gobiernos, ni los militares exclusivamente, sino la sociedad toda impactada por la instauración de la corrupción, no como un fenómeno partidario, político o militar como desgraciadamente se estila mirar incorrectamente, sino como un fenómeno socio-cultural que incluye ciudadanos comunes declarando niños haitianos por centavos y empresarios procurando ganancias aunque al procurarlas se lleven de encuentro la suerte de su nación.

No me había referido a los intereses, corporativos o no, porque también hay una industria de usufructo de drama ajeno, a esos que les interesa un mercado laboral impactado por una informalidad que rebasa el 54% para sostener salarios a nivel de 1990, una verdadera vergüenza que termina pesando en los bolsillos del contribuyente dominicano, de ello puedo ponerte el ejemplo de los famosos cañeros, casi todos haitianos, documentados precaria y falsamente en su gran mayoría, pensionados con recursos públicos sin que haya sido establecido ni siquiera si trabajaron en ingenios públicos o privados. Esos intereses se han servido de la debilidad, indiferencia, incomprensión o complicidad de la clase política que financian, es la que hoy día ha convencido al presidente Luis Abinader de impulsar un nuevo plan de regularización sobre la base de la creación de una identidad digital a favor de ciudadanos extranjeros, una verdadera locura si consideramos la prudencia que implica la geopolítica de nuestra isla.

Fue en el gobierno de los diez años de Balaguer por ejemplo que se desmanteló el Consejo Estatal del Azúcar (CEA), que quebró como nunca han quebrado sus competidores y no se hizo ningún esfuerzo por repatriar los trabajadores que quedaron ocupando los bateyes que hoy son pequeñas ciudades constituidas por verdaderos enclaves haitianos, en el gobierno de tu padre, la Dirección General de Impuestos Internos autorizó mediante Norma 07-2007 al sector de la construcción a oponer como gasto nóminas integradas por trabajadores extranjeros “ya sean documentados o indocumentados”, por no hablar de lo sucedido en el gobierno del presidente Danilo Medina que auspició la Ley 169-14 para contrarrestar el efecto de la Sentencia 168-13 e impulsó un plan de regularización cuyas únicas sustentaciones se corresponden con fotocopias, la mayoría de ellas de documentos falsos, sin dejar de incluir que entre ese gobierno y el presente se han encargado de desmantelar la férrea identidad ideológica del Tribunal Constitucional con los sagrados intereses de la soberanía nacional, que dicho sea de paso tuvo una integración ideal auspiciada por el presidente Leonel Fernández, eso debe serle reconocido.

En fin, podría invertir más tiempo en consignar aquí múltiples detalles que te podrían demostrar que aquí, si no todos, casi todos somos culpables de algún modo, así sea por indiferencia o desconocimiento, de que la problemática del fenómeno de expulsión de población producida por Haití se haya convertido en la más seria amenaza contra nuestra identidad y soberanía, poniendo en riesgo de que, ante la ausencia del Estado en una correcta administración del problema terminemos por comprometer la paz, pues, está históricamente establecido que no existe un espacio del mundo donde ocurra lo que aquí ha ocurrido sin que culmine en un derramamiento de sangre. Es cierto que unos tienen y tendrán mayor o menor responsabilidad, pero aquí cabe perfectamente la frase bíblica de que el que esté libre de pecado que arroje la primera piedra.

Vuelvo al comienzo, hice la historia de la forma en que tu padre me ofreció trabajo, no por contarla, sino para hacerte ver que mi nombramiento fue precisamente una medida con la cual el comenzó a actuar luego de un proceso de reflexión y estudio que lo llevaron a la reformulación de su enfoque sobre las peligrosas implicaciones de la problemática haitiana para el destino dominicano, fue una de las fichas que movió y en cierta medida un reconocimiento de que su visión no había comprendido hasta entonces la magnitud de nuestros riesgos, razón por la que soy testigo de excepción de que, aunque ya no tuvo tiempo para impactar a fondo el problema, lo comprendió y comenzó a actuar, en eso no hay nada de malo, al contrario.

A pesar de todo lo dicho, comparto contigo que no es momento de hacer un juicio sino de actuar y de hacerlo unidos, incluso más allá de la sociedad política, sin embargo, para comenzar a hacerlo bien resulta necesario precisar y reconocer que hemos hecho mal. Digo esto porque aciertos y errores son parte del camino, todos los cometemos y eso nos hace crecer solo cuando somos capaces de reconocerlos.

Creo que al hacer los planteamientos que aquí hago tengo la absoluta autoridad de que no lo hago para cargarle el dado ni a tu padre, ni a tu partido y mucho menos a ti, no se trata de eso sino de que aceptemos como sociedad que hemos fallado, ya la historia se encargará de determinar en qué grado en cada caso. Espero que la hipersensibilidad de tus partidarios lean esta carta como lo que es, un sano consejo, pues, se me podrá acusar de cualquier cosa, pero en ningún caso servirle al presente gobierno, porque en el manejo de este y otros temas, pocos dominicanos han hecho ejercicio crítico y absolutamente libre frente al gobierno como el que he hecho desde mi humilde condición de ciudadano, todo cuanto te he dicho, aunque parezca ríspido o urticante, tiene por objeto contribuir a tu edificación y con ello también a la de todos los que tengan la oportunidad de leer esta carta pública.

Sin más, te saluda,

Atentamente,

José Ricardo Taveras Blanco.

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