En la arena de la migración internacional, un axioma y una pregunta
Por Fernando Ferran
Antes de iniciar, agradezco la invitación de presentarme hoy ante ustedes, pero… me apresuro a advertirles que si hay algún responsable de ese error… no es mío, sino de quienes tuvieron la osadía de invitarme a hablarles de ese gran rompecabezas que son los flujos migratorios que se esparcen a lo largo y ancho de la geografía e historia universal.
Con la premura con la que exculpo mi atrevimiento, la de presentarme ante ustedes para hablar de asuntos de los que no soy especialista, paso a exponerles cómo procederé.
Primero, presentaré a uno de los actores que encarnan un papel protagónico en el mundo de las migraciones contemporáneas.
Luego resumiré, en apretados párrafos, cuáles son los principales conflictos que uno de esos actores suscitas en diversos ámbitos nacionales.
Tercero, les presentaré un axioma que da cuenta de las realidades y contradicciones que la migración genera en el ámbito nacional y en el internacional.
Y, por último, aplico ese enunciado teórico para, como propósito de mis palabras, someter a discusión la conveniencia o no de diversas líneas de acción que permitan, en el terreno de los hechos, que nuestra civilización supere un proceso de nacionalismo rancio, estéril, que la lleva a su propio proceso de aislamiento e involución o endogamia cultural.
El actor protagónico: el inmigrante
A lo largo de la historia universal, se pueden identificar cuatro grandes categorías de migrantes: el invasor, el deseado, el tolerado y el intruso.
2.a El inmigrante invasor es aquel que irrumpe por la fuerza en un país que asedia por motivos geopolíticos, económicos y/o militares. Ejemplo clásico de lo dicho son los ‘bárbaros’ euroasiáticos que un día ya lejano osaron traspasar las fronteras del imperio romano, y cuyos descendientes hoy se encuentran entre los habitantes más civilizados de Europa. La clave de tal transformación reside en la capacidad de los vencidos, en asimilar y aculturar a los vencedores.
Obvio, ese modelo es traumático, en su inicio, pero no necesariamente en su desenlace histórico.
2-b El inmigrante deseado es aquel que ostenta alguna calificación de interés para la sociedad que lo necesita y recibe. Esa calificación puede ser, desde algún conocimiento o dominio científico de punta, hasta posesión de capital financiero o simple dominio profesional o de alguna destreza técnica. Por eso, diversas entidades interesadas de la sociedad receptora lo procuran y, por ende, resulta ser un inmigrante poco o nada problemático.
En tales circunstancias, tanto al inicio, como al término, este inmigrante es bienvenido en el núcleo social que lo recibe en medio de un proceso migratorio recíprocamente beneficioso y nada traumático.
1.c El inmigrante tolerado –sea por motivos políticos o, mayoritariamente, económicos- es aquel que entra y/o permanece en el país de acogida de manera documentada, es decir, legal.
Con su estancia migratoria en regla, tiene acceso regulado al mercado laboral, lo cual le garantiza mayor seguridad de sus derechos civiles, económicos y humanos. Igualmente, siguiendo una normativa preestablecida, en un lapso de tiempo predeterminado, ve –al alcance de su esfuerzo– las puertas de la asimilación definitiva por medio de la nacionalización o naturalización en el país en que reside.
1.d El otro, el inmigrante intruso, es indocumentado. Llega sin papeles, acompañado de expectativas de mejoría imaginarias, aumentando una presión demográfica que añade penuria y malquerencia en la sociedad a la que se adhiere, y cargado de una pobreza material y cognoscitiva que lo encadena laboralmente.
Por supuesto, el intruso viene motivado -al igual que los anteriores- por su interés individual, solo que en su travesía y establecimiento en suelo ajeno, violenta el ordenamiento del Estado de derecho en el que pretende instalarse –como antaño el invasor– en una condición migratoria irregular.
Esa contrariedad –entre su interés individual y la obligatoriedad universal del derecho de la sociedad que lo acoge—mantiene al intruso generando riqueza ajena, dada su condición de mano de obra barata que acapara las actividades económicas más duras y peor remuneradas en la sociedad receptora. Y, así, su desempeño laboral beneficia los intereses de uno o más sectores económicos de la parte que los acoge, al tiempo que beneficia a los que, arropados por la complicidad, participan de una lucrativa modalidad moderna de tráfico de personas.
En resumen, de esos cuatro grupos de migrantes –el invasor, el deseado, el tolerado y el intruso– este último, así como sus descendientes en iguales condiciones, son los más vulnerables a la hora de materializar sus aspiraciones más legítimas y usufructuar los derechos humanos, migratorios y civiles que formalmente lo amparan. Y, al mismo tiempo, no dejan de ser, entre los lugareños con los que cohabitan, los más controvertidos.
El contrariado fenómeno migratorio
En verdad, la problemática migratoria se centra hoy día en el migrante intruso. Si bien contribuyen a la generación de riqueza en el país en que se insertan, no por eso se les deja de tener como una carga al fisco, como un usurpador de puestos de trabajo en el mercado laboral y, peor aún, como el enemigo número uno de la patria que los soporta.
2.a Una carga al fisco, porque al intruso se le tiene en condiciones irregulares como un peso muerto para el presupuesto público (salud, educación, alojamiento y seguridad).
Pero, ¿por qué tanta ojeriza y oposición a dichos inmigrantes, si existen sobrados estudios que demuestran todo lo contrario, pues ellos son los que ocupan las plazas más inhóspitas que los locales abandonan, trabajan más horas que los lugareños y dependen menos de los servicios sociales gubernamentales?
La respuesta llega arropada por dos motivos viscerales.
Acento