El comercio exterior como herramienta de poder
Juan Temístocles Montás
Albert Hirschman fue un prominente economista alemán-estadounidense que en 1945 publicó un libro llamado El Poder Nacional y la Estructura del Comercio Exterior. En un primer momento, el libro fue en gran parte ignorado porque no se ajustaba a las ideas keynesianas y neoliberales que predominaban en la época. Posteriormente se convirtió en un texto influyente, reconocido hoy como el precursor de la geoeconomía, área que estudia cómo los estados emplean medios económicos —comercio, inversión extranjera, sanciones, recursos estratégicos— para alcanzar objetivos de poder, influencia o seguridad nacional.
En el libro, publicado en pleno apogeo del nazismo y el fascismo, se explica cómo la Alemania de Hitler usó el comercio como instrumento para expandir su influencia en Europa Central y Sudoriental, estableciendo una red de interdependencias comerciales, a fin de condicionar políticamente a sus vecinos, buscando expandirse sin necesidad inmediata de intervención militar.
Las tesis de Hirschman señalan que el comercio exterior no es un fenómeno neutral desde el punto de vista político, que puede ser utilizado y se utiliza como herramienta de poder nacional, especialmente por países con mayor influencia económica. A partir de este criterio, sostiene que la dependencia comercial rara vez es recíproca. Cuando un país depende en gran medida de otro para sus exportaciones o importaciones clave, pero no ocurre lo mismo en sentido inverso, el país menos dependiente gana poder de negociación, mientras que el más dependiente queda en una posición vulnerable.
Lo señalado anteriormente establece que la dependencia excesiva de un solo socio comercial importante es peligrosa. Los países más pequeños se vuelven vulnerables cuando son demasiado dependientes, permitiendo que la potencia comercialmente dominante logre beneficios políticos, como apoyo diplomático, alineamiento ideológico o concesiones estratégicas.
Hirschman sostiene que los países que logran diversificar sus mercados de exportación y sus fuentes de importación tienen mayor autonomía y poder, mientras que aquellos con estructura comercial concentrada (es decir, pocos productos exportados o pocos socios comerciales) son más vulnerables a la presión externa. A partir de ese criterio, propone analizar la estructura del comercio exterior como un indicador del poder relativo de los países.
Introducir el poder como variable central en el análisis del comercio internacional, es el gran aporte de Hirschman. Contrario a la visión que considera al comercio como generador de paz y prosperidad mutua, Hirschman demuestra que puede ser una herramienta de dominación política, sobre todo, en situaciones de dependencia comercial asimétrica.
Las ideas de Hirschman cobran actualidad en forma dramática en el contexto de la guerra arancelaria iniciada por Donald Trump: el comercio, que es una fuente de beneficio, ha sido convertido explícitamente en un instrumento de presión. Y esto deja una profunda y urgente lección para la República Dominicana.
República Dominicana es un caso clásico de dependencia asimétrica en el comercio exterior con Estados Unidos. Cerca del 60 % de sus exportaciones van a esa nación, más del 50 % de los turistas que el país recibe proceden de Estados Unidos, más del 80 % de las remesas proviene de dominicanos residentes en ese país y una gran parte de la inversión extranjera directa procede de Estados Unidos. Si bien esta dependencia ha traído beneficios, también expone al país a vulnerabilidades significativas, en un contexto de tensiones globales y proteccionismo.
En este contexto de tensiones globales y proteccionismo, los países altamente dependientes de un solo mercado tienen que apostar por una estrategia comercial que proteja su soberanía económica. La presente guerra arancelaria enseña que, quien no entienda el poder detrás del comercio, puede convertirse en un simple peón en un tablero dominado por potencias más grandes.
La alta concentración de las exportaciones dominicanas puede representar un riesgo sistémico para la estabilidad del país. El actual contexto internacional, lleno de incertidumbre y conflictos comerciales, obliga a pensar en una estrategia que promueva la diversificación de las exportaciones, el desarrollo de una autonomía productiva y la creación de una diplomacia económica profesionalizada que vea el comercio como una variable estratégica (no sólo económica) y que a la hora de negociar tratados comerciales no olviden incluir instrumentos de protección.
Reconocer y entender las nuevas condiciones del comercio en estos nuevos tiempos, representa un gran desafío. Más aún, es cuestión de supervivencia.