El legado de Elon Musk es enfermedad, hambre y muerte

Por Michelle Goldberg

The New York Times

Columnista de Opinión

Hay una publicación de Elon Musk en X, su plataforma de medios sociales, que debería definir su legado. “Hemos pasado el fin de semana metiendo a USAID en la trituradora de madera”, escribió el 3 de febrero. Podría haber “ido a unas fiestas estupendas. En vez de eso, hicimos esto”.

El absurdo plan de Musk para ahorrar al gobierno un billón de dólares reduciendo “el despilfarro, el fraude y el abuso” ha sido un fracaso. El Departamento de Eficiencia Gubernamental afirma que ha ahorrado 175.000 millones de dólares, pero los expertos creen que la cifra real es significativamente inferior. Mientras tanto, según la Asociación para el Servicio Público, que estudia la fuerza laboral federal, los ataques del DOGE al personal gubernamental —sus despidos, recontrataciones, uso de licencias administrativas retribuidas y toda la falta de productividad asociada— podrían costarle al gobierno más de 135.000 millones de dólares este año fiscal, incluso antes del precio de defender las acciones del DOGE en los tribunales. Es posible que el desenfreno de Musk contra la burocracia no haya generado ningún ahorro, y si lo hizo, fue insignificante.

Ahora, la aventura de Musk en Washington llega a su fin, luego de que el desilusionado multimillonario anunciara que abandona el gobierno. “Sin duda es una batalla cuesta arriba intentar mejorar las cosas en DC, por no decir otra cosa”, declaró a The Washington Post.

Sin embargo, hay un lugar en el que Musk, con la ayuda de sus secuaces, logró sus objetivos. Efectivamente, hizo pedazos a la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por su sigla en inglés). Aunque ahora funciona una pequeña operación dentro del Departamento de Estado, el gobierno afirma que ha eliminado más del 80 por ciento de las subvenciones de la USAID. Brooke Nichols, profesora asociada de salud global en la Universidad de Boston, ha calculado que estos recortes ya han provocado unas 300.000 muertes, la mayoría de ellas de niños, y muy probablemente provocarán muchas más de aquí a fines de año. Esto es lo que ha logrado la incursión de Musk en la política.

Los funcionarios de la Casa Blanca niegan que su aniquilación de la USAID haya tenido consecuencias fatales. En una audiencia celebrada en la Cámara de Representantes la semana pasada, los demócratas confrontaron al secretario de Estado Marco Rubio con los informes de mi colega Nicholas Kristof desde África Oriental, que documentaban el sufrimiento y la muerte causados por la retirada de la ayuda. Rubio insistió en que no se han producido tales muertes, pero personas que han estado en el lugar afirman que Rubio miente o está mal informado.

Atul Gawande, administrador adjunto de salud global en USAID en el gobierno de Joe Biden, me dijo que durante un viaje a Kenia la semana pasada, visitó el hospital nacional de referencia. Se ha producido un gran aumento del número de pacientes con síntomas avanzados de VIH, como consecuencia de la pérdida de acceso a la medicación antirretrovírica. En los campos de refugiados de la frontera con Sudán del Sur, la ayuda alimentaria se ha recortado tanto que la gente recibe menos del 30 por ciento de las calorías que necesita. “No es suficiente para sobrevivir, lo que ha disparado los niveles de desnutrición grave y las muertes asociadas a ella”, dijo Gawande.

Al parecer, Musk no previó que para el hombre más rico del mundo sería una mala publicidad quitarle alimentos y medicinas a los niños más pobres del mundo. El Post reportó que Musk no había previsto “la intensidad de la reacción negativa a su papel en la política durante el último año”. Ha estado haciendo una serie de entrevistas que Axios calificó de “gira de rehabilitación de imagen”.

Si hubiera justicia en el mundo, Musk nunca podría reparar su reputación, al menos no sin dedicar la mayor parte de su fortuna a aliviar la miseria que ha engendrado. La estancia de Musk en el gobierno ha revelado graves defectos en su carácter: una crueldad despreocupada y deshumanizadora, y una apatía mortal. Esto debería moldear la imagen que se tenga de él durante el resto de su vida pública.

A veces, Musk se refiere a las personas que desprecia como “PNJ”, un término de los videojuegos para referirse a los personajes que no son controlados por los jugadores y que, por lo tanto, no tienen poder de decisión. Más que un insulto, creo que el término revela algo sobre su visión del mundo. O bien no considera que la mayoría de las personas sean totalmente reales, o bien no ve el sentido de tratarlas como tales. Como le dijo a Joe Rogan este año, “la debilidad fundamental de la civilización occidental es la empatía”, refiriéndose a esta emoción como un “error” de nuestro sistema.

Sin embargo, incluso cuando se enorgullece de su rigor desapasionado, Musk ha demostrado una notable falta de interés por averiguar cómo funciona realmente el gobierno que pretendía transformar. Samantha Power, directora de la USAID bajo el mandato de Biden, me dijo que había intentado hablar con miembros del nuevo gobierno, con la esperanza de convencerles de que había elementos del trabajo de la USAID que podían aprovechar para su propia agenda. Pero, aparte de una reunión con funcionarios de la transición, sus esfuerzos fueron ignorados.

En lugar de eso, Musk pareció derivar su visión de la agencia de los teóricos de la conspiración en X. Allí calificó a la USAID de “operación psicológica política de la izquierda radical” y amplificó una publicación del provocador de derecha Milo Yiannopoulos que la difamaba como “la organización terrorista global más gigantesca de la historia”.

Habría sido fácil para Musk tomar su avión privado a un país como Uganda para ver por sí mismo el trabajo que ha hecho la USAID proporcionando medicinas a personas con VIH o alimentando a los refugiados de Sudán del Sur. En lugar de eso, recurrió a los consejos de los troles de internet y dotó al DOGE de lacayos igualmente ignorantes. “Si escuchas las conversaciones que mantuvo el personal de la USAID con la gente de DOGE, no hay palabra en ningún idioma que refleje el nivel de ignorancia sobre lo que la USAID hizo en realidad”, dijo Power.

Este tipo de descuido intelectual debería hacer que la gente reevaluara su fe en la genialidad de Musk. “Ser presidente no cambia quién eres, sino que revela quién eres”, dijo Michelle Obama. Lo mismo puede decirse, al parecer, de ser el mejor amigo del presidente, aunque sea fugazmente.

Michelle Goldberg es columnista de Opinión desde 2017. Es autora de varios libros sobre política, religión y derechos de la mujer, y formó parte de un equipo que ganó un Premio Pulitzer al servicio público en 2018 por informar sobre el acoso sexual en el lugar de trabajo.

The New York Times

Comentarios
Difundelo