La escuelita del padre Alonzo

Guillermo Caram

Dios ha llamado al Padre Alonzo después de largo peregrinaje en esta tierra en la que sembró enseñanzas y sonrisas por dondequiera que pisaba. Y de una larga penitencia que le sirvió de purgatorio terrenal.

Nos conocimos en la escuela salesiana agrícola de La Vega en el primer quinquenio de los 80 cuando me desempeñaba como titular de Fundapec al promover vocaciones técnicas de estudiantes.

Pasaron años y acontecimientos, incluyendo mis pasos por el Gobierno. Nos reencontramos siendo director del Colegio de Santo Domingo, donde estudiaban dos de mis hijas.

Como si no hubieran pasado los años, la empatía se evidenció. Inicialmente cuando esperaba salida de mis hijas en la plazoleta interior del colegio mientras él la recorría.

Esas conversaciones fugaces fueron tomando cuerpo. Obligaron a trasladarse a su despacho de rector de UCSD.

Pasamos al intercambio de libros. Me facilitaba algunos. Doné a la universidad mis libros sobre doctrina social de la iglesia. Los revisaba uno a uno. Separaba algunos para comentarlos.

Le comenté sobre mis peñas políticas y me ofreció las instalaciones de la universidad para celebrarlas. Las aproveché por años.

En una ocasión el PRSC celebró misa de aniversario. Como celebrante, pronunció un sermón basado en la lectura de ese día, Jesús increpando a apóstoles incrédulos a lanzar redes para pescar. Como metáfora invitó a reformistas temerosos “Lanzar las redes” para pescar adeptos. Nada valió.

Me nutrí de ese sermón para escribir un artículo. Como de otros consejos para otros.

Preparaba minuciosamente sus sermones dominicales que publicaban en una hoja que repartía entre feligreses.

Pero lo que más admiré de este impresionante licenciado y doctor en Filosofía y Letras, en Psicología Clínica y Escolar de la

Universidad de Salamanca y estudios teológicos en Nápoles y en Salesian House Inglaterra, fue que no perdió su vocación por las cosas pequeñas.

Muchas veces recorrimos los caminos del colegio conversando sobre temas revolucionarios. Terminábamos en su obra que le causaba mayor fruición: la escuelita de rehabilitación de niños con malformaciones.

Hoy

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