¿Erosión o mutación? La democracia estadounidense frente al espejo del autoritarismo

Juan Temístocles Montás

Steven Levitsky, profesor de la Universidad de Harvard, escribió en 2018, junto a Daniel Ziblat, el libro “How Democracies Die” (“Como Mueren las Democracias”), en el cual, señala que las democracias no colapsan sólo por golpes de Estado, sino también por una erosión gradual desde dentro, cuando actores políticos que desprecian las normas democráticas con las que acceden al poder y las debitan desde el Ejecutivo, el Congreso y los medios. Este libro tuvo mucho eco durante el primer mandato de Donald Trump, pero cobra más relevancia siete años después de su publicación. En febrero de este año Levitsky y Lucan A. Way publicaron un ensayo en la revista Foreign Affairs titulado The Path to American Authoritarianism» (El camino hacia el autoritarismo estadounidense), en el que advierten que, aunque Estados Unidos sigue celebrando elecciones, existe una amenaza real de que el sistema se convierta en un régimen de autoritarismo competitivo, donde se utilizan instituciones estatales para socavar a la oposición, no para eliminar las elecciones sino para manipularlas.

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Según Levitsky y Way lo que se avecina (en Estados Unidos) podría no ser «una dictadura clásica» ni «la destrucción del orden constitucional», sino un esquema en donde persisten las elecciones, pero el gobierno despliega su maquinaria (fiscales, reguladores, juicios e intimidación) para atacar a sus oponentes y cooptar a sus críticos». En este contexto, resistir una mayor erosión democrática podría volverse más difícil, ya que, «agotados por el acoso y las amenazas, muchos de los críticos se ven «tentados a retirarse a un segundo plano». Eso genera un círculo vicioso que fortalece al autoritarismo.

Lo que Levitsky y Way exponen sobre lo que está ocurriendo en Estados Unidos desde la llegada de Trump al gobierno es muy preocupante. Sus señalamientos conducen a establecer que ese país podría estar cruzando hacia un régimen híbrido de elecciones formales, pero con coerción estatal sistemática. El punto clave no es que la democracia desaparezca de inmediato, sino que evolucione hacia una versión menos libre y más manipulada. El ensayo llama a no subestimar el impacto de la autocensura y la espera pasiva de los líderes y ciudadanos, y enfatiza que sólo una resistencia activa podrá preservar la democracia. Los autores son enfáticos en sentenciar que “Las democracias no mueren sólo cuando se cierran los parlamentos, sino (también) cuando las sociedades se rinden ante el miedo, la división y el desgaste.”

En esta segunda presidencia de Trump hemos sido testigos del aceleramiento de un proceso de erosión democrática en Estados Unidos. Esto, en la medida en que se ha propiciado el uso masivo de órdenes ejecutivas y poderes de emergencia de dudosa constitucionalidad; producido despido en masa y purgas en el gobierno federal, violando las protecciones civiles de los trabajadores; emitido una orden ejecutiva señalando que él y el Fiscal General tendrían control final sobre la interpretación de todas las normativas del Ejecutivo; vulnerado las facultades del Congreso sobre el presupuesto; eludido desafiados fallos judiciales; utilizado al Departamento de Justicia para castigar a opositores y proteger a sus leales; amenazado con destituir a los jueces que fallaran en contra de la administración; y utilizado el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas y la ley de inmigración como arma para encarcelar y deportar a inmigrantes documentados sin el debido proceso. Asimismo, se crearon listas negras de prensa, se expulsó a periodistas de la Casa Blanca (como Associated Press) y se favoreció a medios afines (Newsmax, Blaze Media, y otros); enviaron a miles de efectivos (Guardia Nacional y Marines) a Los Ángeles sin consentimiento estatal, y se suspendió el derecho de protestantes y se detuvo civiles por parte de militares; y se ha intentado eliminar la ciudadanía por nacimiento.

Cabe agregar, además, la postura abiertamente hostil y autoritaria ante la Universidad de Harvard, que combina recortes financieros, restricciones a estudiantes internacionales, y exigencias ideológicas. Su estrategia busca obligar a Harvard (y por extensión a otras universidades) a subordinar su autonomía a la agenda del gobierno.

En este contexto, es razonable cuestionar si Estados Unidos sigue siendo un modelo democrático a seguir; cuando su legitimidad como referente se ve gravemente erosionada por el uso autoritario del poder desde el Ejecutivo.

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