¿Y si el candado no es tal?: reflexiones sobre la reelección y el poder
Por Manuel Jiménez V.
Rafael Díaz Filpo, abogado de carrera, pero con una dilatada trayectoria en el mundo político-institucional dominicano, y uno de los jueces fundadores del Tribunal Constitucional, lanzó recientemente una reflexión que no puede pasar desapercibida.
En su participación en el programa En la Mañana, por Teleimpacto, donde compartió una entrevista con los colegas Nelson Encarnación, Gregory Caymares y con quien esto escribe, dejó caer una afirmación que, más que polémica, invita a pensar: “No existe un candado en la Constitución para la reelección presidencial”.
Escuchar algo así, en un país donde la reforma constitucional de 2021 fue vendida al electorado como una garantía de que el presidente Luis Abinader no buscaría repostularse, deja, si no perplejo, al menos en expectativa a cualquiera que haya seguido de cerca la evolución política de este país. Y si quien lo afirma no es un simple comentarista, sino un exmagistrado constitucional, la advertencia adquiere peso.
Díaz Filpo fue más allá: explicó que lo mismo que hizo el presidente Abinader para promover aquella reforma que impuso el famoso «candado» a la reelección, bien podría hacerlo de nuevo si las circunstancias así lo exigieran.
De hecho, subrayó que el mandatario tiene, al día de hoy, el control pleno del Congreso Nacional, en ambas cámaras, y no necesita el apoyo de la oposición para modificar nuevamente la Constitución. “Las coyunturas y las circunstancias son las que determinan la actuación de los líderes políticos”, dijo, con una serenidad que contrasta con el trasfondo inquietante del análisis.
Se le preguntó entonces por el compromiso público del presidente Abinader de no buscar otra repostulación, promesa que ha reiterado en múltiples escenarios. La respuesta del jurista fue igualmente directa: los líderes actúan según las circunstancias del momento. Y aquí radica la clave de toda esta discusión.
Para Díaz Filpo, entre los actuales aspirantes a la candidatura presidencial por el Partido Revolucionario Moderno (PRM), no hay uno solo que garantice, hoy por hoy, la permanencia del partido en el poder. Ante ese vacío, el jurista plantea un escenario hipotético: ¿permitiría Abinader que el PRM se enfrente a unas elecciones presidenciales en 2028 sin un candidato sólido, abriendo las puertas a una eventual victoria de la oposición? La pregunta queda flotando, cargada de implicaciones.
Vale la pena recordar que en la política dominicana las promesas de no reelección suelen ser efímeras. La historia reciente abunda en ejemplos de presidentes que juraron no volver a postularse y luego cambiaron de opinión. A nadie pareció preocuparle demasiado que faltaran a su palabra, siempre y cuando los resultados electorales les dieran la razón. La memoria colectiva perdona rápido, y el poder tiende a ser pragmático.
El punto medular es si la reforma constitucional impulsada por el presidente Abinader fue realmente un candado para él mismo o simplemente una medida pensada para quienes le sucedan. No se legisla para el pasado, sino para el futuro. Bajo ese principio, podría argumentarse —al menos desde cierta perspectiva jurídica— que esa reforma no tiene efecto retroactivo y, por tanto, no aplicaría para el actual jefe de Estado.
Aquí es donde los principios jurídicos sobre la irretroactividad de las normas toman relevancia. En materia constitucional, las disposiciones rigen desde su promulgación hacia adelante, salvo disposición expresa en contrario.
Quizás no comparto plenamente el grado de certeza de Díaz Filpo sobre la posibilidad de que Abinader intente una nueva reforma. Pero tampoco puedo descartar la idea de que, si el PRM no logra presentar un liderazgo sólido, convincente, con vocación de poder y respaldo popular, esa «circunstancia» de la que hablaba Joaquín Balaguer como justificación de sus giros políticos, reaparezca.
En efecto, el verdadero “candado” podría no ser la Constitución, sino la falta de un relevo capaz de garantizar la continuidad del proyecto político del PRM. Si ninguno de los actuales aspirantes demuestra visión, carácter, capacidad de estadista y niveles suficientes de aceptación entre los votantes, entonces sí, el escenario estaría sujeto a un cambio drástico.