Esperando la decisión

Carmen Imbert Brugal

Espanto más que asombro produjo en una minoría de la minoría comprobar el talante de los integrantes del primer poder del Estado. La dirigencia de los partidos políticos sabe muy bien a quién escoge en las distintas circunscripciones. Deciden la catadura de los candidatos para ocupar una curul. Es la condición que permite la proclividad a la sumisión desde el desconocimiento de la función, aunque conscientes de su importancia.

Algunos evitan exponer su medianía, con o sin proclamas, el valor de sus asientos es innegable. Permanecen callados durante la legislatura, el valor está en el aval para aprobar préstamos y consentir homenajes dedicados a personajes que apenas conocen. Quizás eso explica la sujeción a las órdenes del ejecutivo, ese manejo de titiritero que permite ver y no ver siempre recordando a Martí.

Las jornadas apresuradas desde antes de la anunciada extensión de la legislatura se convirtieron en tinglado para ratificar la mascarada institucional. Quita y pon de comas, puntos, adverbios y verbos. Complacer peticiones ignoradas antes que motivaron, contra reloj, la presencia de la Procuradora General de la República en la sede del Congreso. El apresuramiento augura la consecución de otro récord para el “nunca antes” del Cambio: la promulgación de un código penal “moderno”.

Y así, sin rigor, con la repetición de frases que subrayan prejuicios y lejanía de la historia de la codificación, negando la cantidad de leyes especiales que sirven para la adecuación de la normativa penal, los voceros más conspicuos del primer poder del Estado presumen del advenimiento de una codificación que será faro y freno para la criminalidad.

Memorable las aseveraciones de la diputada, pastora, sexólaga-sic-, fundadora del Ministerio Iglesia Centro de Restauración Hermosa. Un creced y multiplicaos con tinte vernáculo, una reprobación contundente al eventual reclamo de las mujeres casadas víctimas de violencia conyugal. Coherente en sus desvaríos, en mayo, la legisladora-PRM- había presentado su proyecto de ley para la creación del Ministerio del Hombre. Y mientras la minoría de la minoría está atenta a los vaivenes congresuales persiste el uso de las costas dominicanas para el tráfico de sustancias controladas. La persecución ha sido tenaz y efectiva, pero continúa la travesía por las rutas de siempre, las habituales. La suma de toneladas de marihuana y cocaína merecen encomio. Organismos internacionales así lo reconocen, pero al mismo tiempo repiten que somos territorio apetecible y apetecido por el narcotráfico internacional. El “zar antidrogas” sigue ganando lauros, pero todo lo atinente al tráfico y distribución, luce al margen de las instancias judiciales criollas. La discreción es la norma. Jamás son revelados los nombres de los dueños de los cargamentos, tampoco se indica el origen de la cantidad de material prohibido que se queda en el territorio para el público y libre consumo. Es un secreto la ubicación de los lugares para el empaque y almacenamiento local. Banalidad quizás la mención, es agosto y se espera el día 16, también el 17 cuando el PRM celebrará su décimo aniversario. Mientras tanto, la atención está en Palacio. ¿Qué hará el presidente con el Código enviado por el Senado?

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