La Restauración: Un compromiso que sigue vivo
Rafael Santos Badía
162 años después, el eco de Gregorio Luperón nos recuerda que la soberanía no se negocia y la independencia se defiende cada día.
El 16 de agosto no es solo una marca en el calendario ni un día de descanso. Es la memoria viva de una decisión heroica: levantarse contra la injusticia y recuperar la libertad arrebatada.
En 1861, la anexión a España pretendió borrar de un plumazo la independencia alcanzada en 1844. Pero dos años después, en las montañas del Cibao, la dignidad nacional encendió nuevamente la llama de la resistencia.
Gregorio Luperón, Santiago Rodríguez, Gaspar Polanco y cientos de dominicanos sin nombre en los libros iniciaron la Guerra de la Restauración, convencidos de que la patria valía más que cualquier pacto de conveniencia.
Proclamación
Aquella gesta no fue solo una victoria militar. Fue una proclamación al mundo: la soberanía dominicana es irrenunciable. Los restauradores nos legaron una verdad inquebrantable: la independencia no es un obsequio perpetuo, sino una conquista diaria que exige vigilancia, sacrificio y amor a la tierra.
Un reto para el presente
Hoy, 162 años después, la amenaza no viene en barcos de guerra, pero acecha en otras formas: desigualdad social, desafíos globales, erosión de valores democráticos. Sin embargo, el mensaje de Luperón sigue claro: la unidad, la disciplina y el trabajo honesto son las armas más poderosas para defender la nación.
Honrar la Restauración en 2025 significa restaurar también la confianza, la justicia y la dignidad. Si en 1863 el pueblo se levantó para expulsar la ocupación extranjera, hoy debemos levantarnos contra la corrupción, la apatía y la división, para que la patria siga siendo libre en sus leyes y en el corazón de su gente.
La Guerra de la Restauración (1863-1865)
Tras la anexión a España en 1861, patriotas dominicanos se alzaron el 16 de agosto de 1863 en Santiago, dando inicio a dos años de combates que culminaron con la retirada de las tropas españolas y la proclamación de la segunda independencia. Gregorio Luperón, joven oficial de talento y coraje, emergió como uno de sus grandes líderes.
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