La teoría del loco: de Maquiavelo a Donald Trump

Juan Temístocles Montás

En Discurso Sobre la Primera De´cada de Tito Livio (Libro III, capítulo 2), Nicolás Maquiavelo señala: «De cómo es cosa sapientísima fingirse loco durante algún tiempo». El contenido de esta frase fue reforzado en El Príncipe, donde Maquiavelo aconseja al gobernante fingir ciertas cualidades o defectos si eso es útil para mantener el poder.

Se considera que Maquiavelo desarrolló los fundamentos conceptuales de lo que posteriormente se denominó “teoría del loco”, anticipando la idea de que fingir irracionalidad puede ser una estrategia política efectiva, especialmente en situaciones de conflicto o negociación.

Modernamente, la “teoría del loco” fue desarrollada a partir de la segunda mitad del siglo XX. La aparición de las armas nucleares fue fundamental para el desarrollo y aplicación práctica de esta teoría, ya que incrementó exponencialmente el costo potencial de los errores de cálculo en política internacional, haciendo que la imprevisibilidad estratégica se convirtiera en una herramienta sumamente poderosa.

Richard Nixon —que llegó a la presidencia de Estados Unidos en 1968 en medio de la guerra de Vietnam y con la urgencia de terminar esa guerra—, es considerado como el padre moderno de la “teoría del loco”. Desde sus inicios en la presidencia buscó que su adversario nortvienatmita creyera que era capaz de tomar decisiones extremas e impredecibles para inducirle ceder.

H. R. Haldeman, quien fue jefe de gabinete del presidente Nixon, dice que para éste la amenaza de fuerza excesiva era la clave, y que en el verano de 1968 le dijo: “Yo la llamo la Teoría del Loco, Bob. Quiero que los norvietnamitas crean que he llegado al punto de hacer cualquier cosa para detener la guerra. Simplemente les diremos que, por Dios, saben que Nixon está obsesionado con el comunismo. No podemos contenerlo cuando está furioso y tiene la mano en el botón nuclear, y el mismísimo Ho Chi Minh estará en París en dos días implorando la paz”.

Esta cita, tomada del libro The Ends the Powers, escrito por Haldeman en 1978, ilustra muy bien el tipo de estrategia de intimidación que Nixon empleó con los norvietnamitas: crear incertidumbre sobre su sensatez para presionar a sus adversarios. Nixon aprendio el uso de esta estrategia como resultado de la experiencia práctica y la observación de la forma como Eisenhower manejó la guerra de Corea.

La “teoría del loco” fue una parte clave de la estrategia de Nixon para presionar a Vietnam del Norte y lograr una salida del conflicto. Si bien la estrategia contribuyó a mover las negociaciones, no logró evitar la prolongación del conflicto ni la derrota final de Estados Unidos y su aliado en Vietnam.

Aunque Nixon es considerado como el autor de la “teoría del loco” en el contexto de la Guerra Fría, Donald Trump ha sido el presidente contemporáneo que más ha aplicado esta estrategia en política comercial y exterior. Ha utilizado las amenazas arancelarias de forma agresiva, generalizada y muchas veces impredecible, incluso contra sus aliados, actuando bajo una lógica similar a la del “loco”: crear incertidumbre, usar amenazas extremas para desestabilizar al otro actor y forzar concesiones o renegociaciones.

La política arancelaria puesta en marcha por Donald Trump aplica al pie de la letra la “teoría del loco”. Rompe con las reglas del comercio global, desprecia las normas multilaterales, atacando instituciones como la OMC y actuado unilateralmente, reforzando la imagen de irracionalidad o imprevisibilidad. También, usa el miedo como como herramienta de negociación, forzando a otros países a sentarse a negociar bajo presión.

Las consecuencias para Estados Unidos de la estrategia desarrollada por Trump a partir de la “teoría del loco” ya son evidentes: 1) pérdida de confiabilidad como socio internacional; 2) percepción de que la política exterior estadounidense es errática; 3) percepción de que Estados Unidos actúa como una potencia movida por impulsos personales del presidente de turno; 4) percepción de Estados Unidos como un Estado disfuncional e impredecible; y 5) erosión del liderazgo liberal internacional.

Lo que estamos observando hasta ahora es que la aplicación de la “teoría del loco”, por parte de Trump, está dejando una herencia de desconfianza hacia Estados Unidos que será muy difícil reparar en el futuro. La imagen democrática estadounidense está en cuestionamiento.

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