Giro neoproteccionista de EE. UU: impacto y desafíos de política industrial para RD (3 de 4)

Juan Tomás Monegro

La comparación entre República Dominicana y Costa Rica revela, en el marco del DR-CAFTA, no son sólo diferencias en tamaño y estructura productiva, sino también la forma en que ambos países se insertan en el comercio bilateral con Estados Unidos. Estos contrastes ayudan a explicar por qué, frente al giro proteccionista estadounidense, la posición de cada uno ha derivado en resultados comerciales tan dispares.

3. República Dominicana y Costa Rica: desempeño y posición competitiva

En extensión territorial, República Dominicana y Costa Rica son similares: 49 y 51 mil Km2, respectivamente. Pero en población, República Dominicana más que la duplica: se estiman en 11.5 y 5.2 millones de habitantes, respectivamente. 

En 2024, las economías de República Dominicana y Costa Rica mostraron tamaño y estructuras distintas. La dominicana registró un PIB nominal de US $124,280 millones, un 30% superior al costarricense (US $95,350 millones). Sin embargo, cuando se mide la riqueza promedio por habitante, Costa Rica aventajó a República Dominicana con un PIB per cápita de US $14,867 frente a US $10,876, subrayando diferencias en productividad y nivel de vida.

Según datos de fuentes nacionales —Bancentral, ONE, DGA, DICOEX-MICM—, el intercambio comercial bilateral de mercancías (sin incluir actividades del sector Servicios: turismo, transporte y otros) entre República Dominicana y Estados Unidos ascendió en 2024 a US $18,472 millones, equivalente a alrededor del 43% de su comercio total de bienes (US $42,902 millones).

Por su parte, de acuerdo con datos de fuentes nacionales —INEC, PROCOMER, BCCR— el intercambio comercial bilateral de mercancías de Costa Rica con Estados Unidos en 2024 totalizó US $18,057 millones, lo que representa aproximadamente el 41% de su comercio total de bienes (US $28,592 millones).

La economía dominicana es más grande que la costarricense; sin embargo, en términos de ingreso per cápita, Costa Rica mantiene una ventaja significativa, lo que es base para un mejor desarrollo y calidad de vida. Además, en el comercio bilateral de mercancías con Estados Unidos, ambos países muestran un peso relativo similar, tanto en valor absoluto como en proporción de su comercio total.

Sirvan estos paralelismos como marco de referencia para dimensionar la evolución y el posicionamiento de ambas economías durante los 17 años en que han compartido la condición de socios comerciales de EE.UU. bajo las reglas del DR-CAFTA: el tratado de libre comercio que, desde 2007, ha regido el intercambio de mercancías entre República Dominicana, los países de Centroamérica y Estados Unidos. 

Posiciones relativas en el resultado comercial

En el caso dominicano, las estadísticas muestran que, entre 2007 y 2024, tanto las exportaciones hacia Estados Unidos como las importaciones procedentes de ese país crecieron de forma significativa y sostenida, aunque a ritmos distintos. Durante ese período, las ventas dominicanas al mercado estadounidense se multiplicaron por aproximadamente 1.8 veces, mientras que las compras desde Estados Unidos lo hicieron en torno a 2.1 veces, ampliando así el déficit comercial bilateral. Este saldo negativo se triplicó, pasando de US$1,869 millones (2007) a US$5,514 millones en 2024, evidenciando que el dinamismo del comercio ha favorecido mucho más a las exportaciones estadounidenses hacia el mercado dominicano que las exportaciones dominicanas hacia Estados Unidos. En el marco del libre comercio con el país norteamericano, la República Dominicana ha sido un actor perdedor.

En 2024, según cifras oficiales, el intercambio total de mercancías RD–EE.UU. alcanzó los US $18,472 millones, lo que representa un incremento de US $8,172 millones respecto a 2007.

La de Costa Rica es una historia diferente. Durante el período 2007-2024, bajo la vigencia del DR-CAFTA, el intercambio comercial de bienes entre ese país centroamericano y los Estados Unidos también mostró un crecimiento sostenido en ambos flujos. Las exportaciones costarricenses hacia el mercado estadounidense pasaron de unos US$3,942 millones (2007) a más de US $11,626 millones en 2024; mientras que las importaciones desde Estados Unidos crecieron de US $4,580 a unos US $9,631 millones. Este dinamismo permitió a Costa Rica transitar de un déficit inicial de alrededor de US $-639 millones (2007) a un superávit en 2024 de casi US $2,000 millones, evidenciando una mejora relativa significativa en su posición comercial bilateral.

Aunque ambas economías experimentaron un fuerte y sostenido incremento en sus exportaciones e importaciones hacia y desde los Estados Unidos durante el mismo período, la República Dominicana ha mantenido un saldo comercial persistentemente deficitario, reflejando una estructura de intercambio menos favorable en términos de balanza que la alcanzada por Costa Rica. Puede sostenerse que —en contraste con el caso dominicano— Costa Rica ha aprovechado exitosamente las oportunidades del DR-CAFTA. Es un actor ganador.

En estos términos, las exportaciones estadounidenses a Costa Rica se multiplicaron por 2.1 veces, mientras que las costarricenses hacia EE.UU. lo hicieron por 3.0 veces. Esto indica que hubo un crecimiento fuerte y sostenido de ambos flujos, pero las ventas costarricenses a Estados Unidos crecieron más rápido que sus compras, derivando en un superávit creciente en el intercambio comercial a favor de Costa Rica.

El desempeño costarricense, frente al resultado dominicano, adelanta pistas sobre ventajas competitivas que cada país ha sabido —o no— capitalizar en el marco del tratado de libre comercio; posicionándole de manera diferenciada en el contexto del giro neoproteccionista del gran socio comercial. 

En suma: Más que un mero relato estadístico, la lectura de estos resultados permite por qué, en el marco del actual plan arancelario estadounidense, Costa Rica y República Dominicana son tratadas de manera diferenciada, según su respectiva posición competitiva, evidenciada en los resultados comerciales.

En la próxima entrega —la última— se examinará cómo las disparidades en cifras y tendencias se relacionan con la estructura y calidad del tejido productivo, así como con su distinto grado de integración a cadenas globales de valor. Este examen abrirá paso a un llamado claro: en un contexto que exige una agenda de transformación productiva, los verdaderos protagonistas del cambio —el gobierno y las cúpulas empresariales— no pueden eludir el reto sin arriesgarse a quedar irremediablemente rezagados frente a los resultados. 

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