“Bolardozona” y el procaz eclipse de la historia
Por Juan Llado
El derecho constitucional de libertad de expresión permite ventilar públicamente cualquier náusea que produzca un abuso de la estética de la historia. Un buen ejemplo de ese ejercicio es cuando, al enjuiciar las intervenciones del proyecto BID/MITUR que reconfigura el Centro Histórico de la Ciudad Primada de América, se expresa repudio de las nuevas apariencias que dicho proyecto ha insertado arteramente en el paisaje urbano de ese recinto. Lo peor son las horribles arandelas de las calles que han creado los odiosos bolardos. Pero el disgusto mayor abarca la aplastante subyugación de sus vestigios históricos.
El valor de la “Ciudad Colonial”, como primer asentamiento europeo en América y Patrimonio de la Humanidad, radica en su autenticidad histórica, no en una escenografía estilizada. Transformarla en un “parque temático” erosiona su sentido cultural y patrimonial. En su conjunto, las intervenciones que en los últimos 11 años ha patrocinado el mencionado proyecto han transformado ese imán urbano hasta convertirlo en una parodia de Disney World, lejos de reforzar su autenticidad histórica. Han imitado lo hecho en Cartagena, Saint Augustine (Florida). el Viejo San Juan y algunas ciudades de España e Italia para crear un centro de entretenimiento que privilegia lo comercial por sobre los residentes y sus tradiciones.
Sería mezquino no reconocer que algunas de las intervenciones son dignas de encomio. El premio mayor lo merece la remodelación del Parque Duarte cuyo entorno se ha adecentado con el mobiliario urbano, la atractiva iluminación y la conservación de sus árboles. Pero esos méritos son apocopados por la repugnancia ciudadana que causan los esféricos bolardos de colores anodinos que circundan el sitio. No se oye ningún elogio sobre esos esperpentos sino un coro de aullidos condenatorios. Tal vez la repulsa se deba a la frustración que provoca el bloqueo del espacio de estacionamiento, pero aun si a eso se debiera la mitad de los aullidos, la feroz condena ciudadana restante amerita repensar su validez y permanencia.
Dos calles emblematicas ejemplifican la torpeza vitalicia que destilan los esféricos bolardos. La calle Luperón, tal vez la más emblemática de la antigua aristocracia, parece hoy un presidio por esa avasallante presencia. Para colmo los pintaron de negro para crearle un aspecto sombrío y aberrante a la calle. La otra calle atrofiada estéticamente, la Arz. Nouel, provoca irritación visual por el mero tamaño de las bolas de hormigón. Descoloridas y sin expresión artística de ningún tipo, esas bolas son acompañadas por algunos bancos que, en vez de situarse de cara al tránsito de vehículos, le dan la espalda asumiendo que los peatones son más interesantes. A ambas calles se les ha borrado la pátina histórica con esos entuertos.
El despliegue de los bolardos también escandaliza porque no se conjugan con las hermosas jardineras que existen desde hace tiempo en algunas calles. Lo que se descubre es que se han insertado bolardos entre jardineras, provocando una sobreabundancia de disuasivos viales innecesarios. En varios lugares las jardineras son más que suficientes y los bolardos van en detrimento de su apelativo estético. De cualquier modo, hubiese sido más deseable que el bloqueo al parqueo sea causado por jardineras y no por bolardos carentes de todas belleza. Si a eso se añade que algunos bolardos de poste metálico –provenientes de una previa ejecución del proyecto– están doblados o deteriorados, se proyecta la impresión de falta de mantenimiento y abandono.
El efecto conjunto de esta escenografía da al traste con la vocación turística del recinto. Siendo el principal atractivo turístico del país más allá de las playas y el clima, se supone que lo que debe prevalecer en su paisaje urbano es el acento de su historia. Reconvertir sus vestigios para “adecentar” las apariencias es un contrasentido turístico. Tanto los visitantes extranjeros como los nacionales deben acudir al lugar para conocer nuestra raigambre e identidad históricas, no para regodearse con un ambiente construido que está muy divorciado de los orígenes. Embadurnar las fachadas con colores estridentes también milita contra del pasado histórico y parece un lamentable preparativo para acelerar la gentrificación.
Para recobrar la autenticidad histórica del recinto colonial habrá que rediseñar algunas intervenciones. Existen varias alternativas de diseño urbano, gestión y regulación que podrían sustituir, o al menos reducir drásticamente, la dependencia de los bolardos. Las jardineras son una alternativa válida, pero existen otras opciones. Algunas sugerencias de la IA incluyen lo siguiente: 1) elevación diferenciada de aceras con bordillos reforzados para impedir que un vehículo suba, 2) uso de maceteros, bancos de madera y hasta fuentes pequeñas en las esquinas, 3) uso de adoquines en calzadas y losas lisas en aceras para marcar la diferencia entre el espacio vehicular y el peatonal. Mas allá existe también la refrescante alternativa de sembrar arboles (tales como palmas, roble amarillo, caoba, etc.) en vez de bolardos. Es preferible un bosque acogedor que un arsenal de concreto.
Lo reseñado es la más libre expresión del buen gusto que nos permite nuestra Constitución. Pero antes de adoptar nuevas sugerencias de diseño es necesario esperar por dos ensayos pendientes. Lo primero seria una regulación del tránsito más rigurosa y lo segundo el proyecto de movilidad eléctrica que contempla el proyecto del BID/MITUR. Es posible que una vez se hayan implementado estos componentes el tratamiento de la falta de estacionamiento requerirá de diseños diferentes. Lo que no se puede propiciar es a que se desarrollen parqueos periféricos como el mostrenco de la esquina de la Avenida Mella con la Arz. Merino. Es necesario compaginar las intervenciones, y mas particularmente los bolardos, con la autenticidad histórica. De lo contrario habremos devaluado un atractivo turístico que desdobla como un emblema identitario por excelencia.
🔹 Experiencias internacionales aplicables
Cartagena (Colombia): calles estrechas, uso intensivo de jardineras, macetas y mobiliario patrimonial.
Quito colonial (Ecuador): estacionamientos periféricos + sistema de buses eléctricos internos.
Lisboa (Portugal): diferenciación de pavimentos y bordillos altos, casi sin bolardos.
✅ En síntesis:
La clave es diseño inteligente + gestión regulatoria. Los bolardos pueden ser reemplazados por mobiliario patrimonial, jardineras, bordillos más altos, pavimento diferenciado y control de estacionamientos externos. Así se logra el mismo objetivo, pero con estética, armonía patrimonial y mayor aceptación social.
Aquí te propongo 12 intervenciones concretas que pueden ayudar a que el paisaje urbano sea más congruente con el ambiente histórico y, al mismo tiempo, funcional para residentes y visitantes:
Acento