El tipo de inversión que necesita el país ahora
Felipe Ciprián
En San José de Ocoa hay un territorio que puede considerarse estratégico para la economía y los servicios del país porque en él se garantizan las aguas de las cuatro presas del río Nizao para generación eléctrica limpia y barata, acueductos gigantes e irrigación agrícola.
Ese lugar es El Rosalito, perteneciente al Distrito Municipal La Ciénaga, situado en el macizo montañoso que se eleva a 1,045 metros sobre el nivel del mar, entre los ríos Nizao y Mahoma.
El Nizao y el Mahoma son los dos ríos más importantes que surten las represas de Jigüey, Aguacate, Valdesia y Las Barías, un tren de hidroeléctricas que además de generar electricidad, acumula agua para los acueductos de Santo Domingo, San Cristóbal, Baní, así como para el regadío de cientos de miles de tareas en San Cristóbal y el Valle de Peravia.
Todo eso es posible porque además de esos dos ríos, en El Rosalito brotan más de 20 arroyos que tienen agua permanente, gracias a que por cerca de 200 años los agricultores de allí han privilegiado el cultivo de café bajo sombra, lo que garantiza un bosque vivo para los manantiales.
Aunque en el país ha habido una tendencia a abandonar el campo para salir a las ciudades o al exterior, los habitantes de El Rosalito se resisten a migrar porque conocen lo productiva que es su tierra y en los últimos años están mirando los atractivos precios del café, que en la actualidad alcanza los 20,000 pesos por quintal en finca.
El aislamiento
Los habitantes de El Rosalito tienen un problema crucial para seguir siendo guardianes de las aguas de las presas y cosecheros exitosos de café: no tienen carretera para sacar su producción, entrar insumos y recibir servicios esenciales.
Desde La Ciénaga hasta El Rosalito hay nueve kilómetros. Si esta vía se construyera, con un puente en el río Nizao, este bello poblado montañés se transformaría al instante en un bolsón de riqueza, turismo, conservación de agua y bosque, a la vez que se ampliaría la producción de café, uno de los cultivos que protege el ambiente y genera divisas y empleo masivo para el país.
Obras de Abinader en Ocoa
Desde hace años los agricultores organizados de El Rosalito vienen luchando por la construcción de este puente y esos pocos kilómetros de carretera, lo que ha sido respaldado por la Red Nacional de Productores y Emprendedores de Café.
Las autoridades deberían asumir ahora mismo este proyecto y culminarlo para juntarlo con otras obras muy importantes construidas por el gobierno de Luis Abinader en Ocoa: La carretera Nizao-Rancho Arriba y el acueducto del municipio.
Al colocar al excelente economista y caballero decente Magín Díaz al frente del Ministerio de Hacienda, el presidente Abinader envió una clara señal de que busca enderezar el rumbo de la economía en el sentido de incentivar la inversión, como se le ha estado pidiendo reiteradamente.
Magín acaba de informar que en el presupuesto complementario de este año se contempla destinar más de 70,000 millones de pesos para inversión pública, en una decisión muy acertada de estímulo a la economía real.
Proyectos pequeños como la carretera La Ciénaga-El Rosalito, en Ocoa, son los que tienen un retorno seguro porque al facilitar el cultivo de café, otros granos, frutas y viandas, los agricultores se motivan a ampliar y cuidar sus plantaciones, dan empleo y dinamizan el comercio, a la vez que cuidan el bosque donde brotan los manantiales que llevan agua a las represas del Nizao.
Conozco que la unión de organizaciones de El Rosalito y La Ciénaga están gestionando la construcción de esa carretera desde hace años, disponen del diseño del puente como una donación de profesionales nacidos en la zona y confían en que las autoridades de Ocoa las respaldarán para que el presidente Abinader disponga iniciar la obra.
El senador, los diputados, la gobernadora, los alcaldes, asociaciones de desarrollo, productores, comerciantes y gremios profesionales deben coordinar sus acciones para mostrar al gobierno la importancia y prioridad de construir esta carretera para devolverle a El Rosalito su rol de pilar en la producción del café de la más alta calidad del país y el dinamizador por excelencia del empleo y el comercio de Ocoa.
En la Ruta del Café
Esta carretera es el tramo que falta para habilitar la Ruta del Café, que parte desde Cambita, San Cristóbal, pasa por Los Cacaos, Calderón, Los Mineros, Palo de Caja, Los Anones, La Ciénaga, El Rosalito, Los Fogoncitos, Mahoma, Arroyo Manteca y culmina en Rancho Arriba.
Esta travesía, que ya la hacen conductores a pesar de las precarias condiciones del camino y solo cuando el río Nizao lo permite, abre un mundo al turismo de aventuras para disfrutar sus elevaciones, clima limpio y frío, respetando la naturaleza.
Importancia de El Rosalito
A mediados del siglo XX, era El Rosalito la zona productora de café en mayor cantidad y calidad del país, y el movimiento laboral alrededor de esta actividad atraía a jornaleros desde lugares tan distantes como Azua, San Cristóbal, el Cibao y migrantes de Haití.
Al influjo de esta producción se levantaron media docena de factorías en plena montaña para completar el procesado del grano y suplirlo a los exportadores, a la par que otras tantas operaban en la ciudad de Ocoa con parte del café de El Rosalito y otras comunidades de menor producción como Mahoma, Mahomita, Benito, Los Naranjos, Rancho Arriba, Cañada Grande, Nizao y Los Anones.
En los años cincuenta del siglo pasado, gran parte del movimiento comercial de Ocoa se sustentaba principalmente en la producción de café de El Rosalito y por ello surgieron grandes comercios servidos por banilejos y árabes.
Los nombres de José María Encarnación, José Altagracia Tejeda (Titico), Merardo Báez (Sijo), Ramón Encarnación (Mon Prudencia), Neftalí Castillo (Talí), Andrés Chalas (Cono), Merito Ortiz, Bienvenido Soto, entre otros, están ligados a la producción, procesado y comercialización de café en El Rosalito.
El Rosalito merece una carretera con puente para seguir siendo el soporte de las hidroeléctricas del río Nizao. Es lo menos que puede devolverle el gobierno a una zona que es la nodriza de Santo Domingo, San Cristóbal y Baní en materia de agua potable.