Del bono demográfico al desafío social: ¿Cómo la transición poblacional redefine el futuro de RD?
Juan Temístocles Montás
En demografía, la fecundidad de reemplazo es el nivel necesario para que una población se mantenga estable a lo largo del tiempo; es decir, que cada generación sea reemplazada por la siguiente con un número suficiente de nacimientos para conservar el tamaño poblacional. En condiciones de mortalidad baja y migración neta cercana a cero, el nivel de equilibrio suele ubicarse en torno a 2.1 hijos por mujer. Cuando la fecundidad cae por debajo de ese umbral, el envejecimiento se acelera y, tras agotarse la inercia demográfica, la población tenderá a reducirse.
En América Latina y el Caribe, la tasa global de fecundidad (TGF) ha disminuido con fuerza y se ubica por debajo del nivel de reemplazo, en torno a 1.8 hijos por mujer en 2024–2025. Países como Cuba (=1.4), Jamaica (=1.4), Argentina (=1.5), Chile (=1.5), Uruguay (=1.5), Costa Rica (=1.8), Brasil (=1.6), Colombia (=1.6) y México (=1.9) registran desde hace tiempo tasas por debajo del reemplazo. En Cuba y Uruguay la población ya se está reduciendo.
En el caso de la República Dominicana, que en 2024 presentaba una TGF de 2.14, las proyecciones indican que durante el quinquenio 2025–2030 se situará por debajo del nivel de reemplazo. En este nuevo contexto, la República Dominicana entrará en una nueva fase demográfica con efectos directos sobre el crecimiento, el mercado laboral, las pensiones, la salud y la productividad.
Las implicaciones clave de esa situación para el desarrollo del país son varias. La primera tiene que ver con la productividad: si esta no crece, el crecimiento potencial de la economía se hará más lento. Con menos nacimientos, el motor “cantidad de trabajadores” aportará menos al PIB. A corto plazo, la población total seguirá creciendo (proyección a 12.2 millones en 2050, según la ONE), pero el impulso se modera y el peso se traslada a la productividad total de los factores (PTF).
En los próximos años, la reducción de la fecundidad impactará el mercado de trabajo a través de una escasez relativa de mano de obra joven, lo que producirá mayor competencia por talento y presión al alza sobre salarios en ocupaciones con baja automatización. Una prioridad debería ser aumentar la participación de la mujer en el mercado de trabajo, cuya brecha frente a la masculina ronda 23.6 puntos. Además, la República Dominicana presenta un saldo migratorio negativo que contribuye a reducir la oferta laboral, asunto al que conviene prestar atención.
En educación, habrá menos matrícula en inicial y primaria por la caída del número de niños, lo que permitirá mejorar la calidad por estudiante (docente, jornada extendida, TIC) y reorientar gasto hacia la secundaria técnica, la formación dual y el aprendizaje a lo largo de la vida. Esto ayudaría a mejorar la productividad.
Con una fecundidad inferior al reemplazo, la sociedad dominicana acelerará la situación de sociedad en envejecimiento en que se encuentra en este momento. Esto ocurre cuando la proporción de personas de 65 años o más supera el 7% del total. En 2020, un 7.35% de la población dominicana tenía 65+ años. Esto anticipa que, en una situación en la cual la fecundidad se coloque por debajo de la tasa de reemplazo, como ocurrirá en los próximos dos años, en las próximas dos décadas, la sociedad pasaría a ser una sociedad envejecida (=14% con 65+).
El envejecimiento de la población trae consigo un mayor peso de las enfermedades crónicas y una demanda creciente de atención de larga duración. Esto generará presiones de cuidado y de gasto en el sistema de salud. A medida que aumente el número de personas mayores por cada 100 en edad de trabajar, también se incrementarán las necesidades de financiamiento previsional y sanitario.
La República Dominicana aún dispone de algunos años de “bono demográfico”, pero el punto de inflexión se acerca. La estrategia de desarrollo deberá girar desde “más trabajadores” hacia más productividad por trabajador, sistemas de cuidados y pensiones sostenibles, y una política de talento (educación, migración, re-skilling) que mantenga el crecimiento potencial cuando la fecundidad se estabilice por debajo del reemplazo.
Conviene fijar una hoja de ruta de 10–30 años que transforme el envejecimiento en ventaja competitiva: más productividad por trabajador y vejez con dignidad, entre otros factores.