China y el nuevo orden mundial
Ramón Núñez Ramírez
Era previsible que la transformación de China en la segunda potencia económica del planeta, junto al ascenso de actores como India, provocara cambios en el orden global y en las instituciones multilaterales. Lo que sorprende es la velocidad con que ese proceso se consolida, mientras Estados Unidos y Occidente muestran señales de debilitamiento.
La reciente cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai celebrada en Tianjin, lo refleja con claridad. Esta institución, fundada hace 25 años como alternativa al sistema internacional dominado por Washington tras la Segunda Guerra Mundial, reunió a mandatarios que representan el 40% de la población mundial y alrededor del 30% del PIB global.
El discurso de Xi Jinping marcó el tono: una crítica frontal a Estados Unidos y un llamado a fortalecer la cooperación entre países que rechazan el liderazgo occidental. No fue casualidad que compartiera escenario con Vladimir Putin y Narendra Modi, un líder tradicionalmente más cercano a Washington, pero hoy distanciado tras los roces comerciales con la administración Trump.
El lenguaje corporal fue elocuente: Xi, Modi y Putin mostraron una fraternidad que hasta hace poco parecía improbable. Junto a ellos, otros gobernantes de corte autoritario, como Recep Tayyip Erdogan (Turquía) y Viktor Orbán (Hungría), reforzaron la imagen de un bloque que busca desafiar al orden internacional vigente.
Trump, con su política de aranceles incluso hacia aliados estratégicos, debilitó el poder blando de Estados Unidos y vació espacios que China aprovecha con rapidez. El desmantelamiento de organismos de cooperación y la marginación de instituciones como la Organización Mundial de Comercio aceleraron este proceso.
El simbolismo fue aún más fuerte tras la cumbre, cuando China organizó en la Plaza de Tiananmen un desfile militar con motivo del 80 aniversario de la guerra de resistencia contra Japón. A los lados de Xi aparecieron Putin y el dictador norcoreano Kim Jong-un, en una escenificación que buscó enviar un mensaje: China ya no oculta su fortaleza militar y cuenta con armamento de última generación capaz de rivalizar con las fuerzas estadounidenses.
Este nuevo escenario plantea interrogantes preocupantes. Un orden mundial bajo liderazgo chino difícilmente se basaría en valores como el respeto a los derechos humanos, el pluralismo, la democracia o el derecho internacional.
La paradoja es que frente a estas ambiciones hegemónicas, la respuesta de Trump ha sido contradictoria. En lugar de fortalecer las alianzas tradicionales de Estados Unidos, aplicó sanciones a la Unión Europea, medidas comerciales contra Brasil y políticas que alejaron a India, uno de sus principales contrapesos en Asia frente a China.
Es demasiado pronto para sacar conclusiones definitivas, pero las señales son claras: el avance chino en inteligencia artificial, robótica, energía nuclear y solar, vehículos eléctricos, ferrocarriles de alta velocidad e infraestructura, la coloca en una posición privilegiada para liderar la economía global en las próximas décadas.
El nuevo orden mundial ya no es una hipótesis, sino una construcción en marcha. El futuro de Estados Unidos dependerá de su capacidad para recuperar dinamismo tecnológico, reducir su deuda y reconstruir las alianzas que lo convirtieron en la mayor potencia de la historia. De lo contrario, el siglo XXI podría estar marcado por el liderazgo de China y por una redefinición de los valores que sostuvieron al mundo occidental durante más de siete décadas.
¿Qué papel tocará a RD en ese nuevo orden mundial?
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