Aprendamos a dar con alegría
Por Euri Cabral
Los tiempos que vivimos son muy difíciles y complicados. Muchos mensajes de bien son trastornados por aquellos que solo piensan en su propios intereses y su bienestar personal. Una especie de individualismo materialista irracional está provocando que muchos seres humanos no conozcan la verdadera dimensión de poder darle a los demás y ser solidarios, tal y como Jesús siempre nos modeló.
Para nosotros los seguidores e imitadores de Jesús, es clave entender que ayudar a los demás y entregarnos por nuestro prójimo, debe ser una norma en nuestras vidas. En Marcos 10:45 se establece lo siguiente: “…el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”. Es decir, Jesús no vino para ser servido, vino para entregarse por los demás, para servir a los demás, para amar a los demás, para ayudar a lo demás. Él es nuestro modelo para actuar en cada paso de lo que hacemos.
Debemos entender que Dios nos da todo sin condiciones. Dios nos brinda su gracia y su misericordia de manera permanente. La gracia es darnos lo que no merecemos y la misericordia es no darnos lo que merecemos. Como somos pecadores, la gracia nos garantiza el amor de Dios, mientras que la misericordia nos permite no recibir el castigo por nuestros pecados. Dios es amoroso, justo, misericordioso y nos da todo sin poner trabas ni temores.

Una de las características principales de quienes hemos asumido a Jesús como nuestro Señor y Salvador, es aprender a dar a los demás, a no sentirnos apegados a los bienes materiales y estar conscientes de que siempre hay mayor bendición de Dios cuando damos, que cuando recibimos.
Jesús nos enseñó a ser humildes y a no apegarnos a las cosas de la tierra, pues nuestro verdadero tesoro está en los cielos junto a nuestro Padre Celestial. El es quien nos ha dado todo lo que tenemos: familia, casa, carro, hijos, inteligencia, bienes, etc. No hay nada de los bienes o posesiones que hemos adquirido, que no haya sido dado por el Dios Todopoderoso, quien nos ama y nos bendice de manera permanente. Y si piensas que todo lo que tienes lo has logrado por tu capacidad de trabajo y tu inteligencia, solo reflexiona por un momento quién fue el dador de esas virtudes y talentos que posees, y que te han permitido lograr todo lo que has alcanzado. La respuesta sin lugar a dudas a dudas ni temores es una sola: Dios.
El nos la ha dado todo. Pero también nos ha señalado cómo debemos actuar frente a los demás para estar siempre en el ciclo de bendiciones que El tiene para nosotros. En Hechos 20:35, el Apóstol Pablo expresa con claridad lo siguiente: «Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: «Hay más bendición en dar que en recibir». Y es que Jesús fue capaz de entregar todo por los demás, hasta su propia vida. Y ese fue el gran ejemplo y el gran legado que nos dejó: Debemos aprender a dar, porque dando recibimos muchas más bendiciones que recibiendo. Y es que Dios nos da, para que nosotros podamos ser canales de bendición para otros.

Al entender esa verdad, es que puede entenderse con visión clara el por qué los cristianos damos nuestros diezmos y ofrendas. Estamos absolutamente convencidos de que todo lo que poseemos es de Dios y que al darle una parte a El, estamos siendo agradecidos y obedientes. La obediencia trae más bendición todavía, dice la Biblia. Cuando ofrendamos y diezmamos estamos abriendo un ciclo amplio y enorme de bendiciones de Dios para nosotros y todos los que nos rodean.
Dios no necesita nuestro dinero ni nuestros bienes. Él quiere ver nuestros corazones y nuestra actitud de ser obedientes para bendecir a otros, como Él nos ha bendecido a nosotros. Cuando damos debemos hacerlos como dice 2da de Corintios 9:7, no por necesidad ni mucho menos por obligación, porque «Dios ama al dador alegre». Para los cristianos los diezmos y ofrendas son una forma de entrar en ese ciclo de bendiciones eternas de nuestros Señor. Y no es que dando busquemos esas bendiciones, pues si lo hacemos así estamos entendiendo mal el mensaje y actuado contrario a lo que quiere Dios. Debemos dar con alegría conscientes de que recibimos mucho del Señor, para ser canales de bendición para los demás.
Euri Cabral
Economista y Comunicador