¿Cómo antes?

Carmen Imbert Brugal

Una tarde de un día cualquiera, ella estaba en el lugar. Sonaron las sirenas, se alborotó el personal del restaurant. Llegó la avanzada. ¡Viene el presidente!!! Pensó. Pero no, no era el jefe de Estado y de Gobierno, era el director. Sí, ese mismo, el amigo del presidente.

En el Olimpo, nunca se enteraron del despliegue de poder de ese funcionario, aliado, cuasi paisano del mandamás.

La entrada aparatosa de los funcionarios a lugares públicos es algo común. A pesar de las rimbombantes proclamas éticas, de los chelitos que rinden, del adanismo irritante.

La cliente, testigo de la fanfarronería es periodista y ese alarde del ex director, cual olas de tsunami fue impulso para comenzar a indagar qué estaba ocurriendo en el laberinto del servicio de salud negado y arrebatado a la mayoría y controlado por la codicia.

El resultado de la indagatoria ya es conocido, ha servido para apoderar la PEPCA, poco atenta a los menesteres del funcionariado actual equipo que luce indemne a los controles existentes para vigilar el uso y destino de fondos públicos.

Vale la mención para abocar en la fragilidad de la bandera ética, marca fundacional del Cambio. Porque no, porque no es sostenible, no está presente en la gobernanza y si la corrupción fue estigma en las administraciones pasadas y se decidieron condenas sin sentencias, antes de la confesión de Montilla, pretender que un coro de serafines llegaba al mando en el 2020 es fábula bien vendida y comprada.

Siempre será arriesgada la apuesta ética en política, como confundir corrupción con lucha contra la impunidad. La estrategia tiene efecto, produce impacto emocional. Crea la sensación de que alguien puede influir para que el funcionariado esté inmune a la tentación infractora y no aproveche la concesión de un privilegio como compensación por el trabajo en la campaña.

El discurso de superioridad ética ha tenido éxito, aunque las infracciones actuales convertidas en “errores subsanables” compiten con el pasado tórrido más que bien construido por los estrategas de la pureza.

Los discursos obsesivos de integridad personal arriesgan demasiado y provocan preguntar por los motivos ocultos de los decretos y de los favores presidenciales.

El colectivo, otrora militante e indignado por la impunidad y el latrocinio ahora está adormecido. La quietud motiva una pregunta ingenua: ¿Qué está pasando? Ayuda la reflexión de Andrés L. Mateo, embajador ante la UNESCO, publicada el 17.10.2017.HOY. El escritor aludía al PLD. “Lo que pasa es que el partido oficial ha construido un poder desmesurado, que desde los órganos del Estado ha tenido el privilegio de ir instalando un dispositivo de control social que lo ha reagrupado todo (dádivas de beneficencia, bonos estudiantiles, bono-gas, bono combustible, tarjetas solidaridad, nóminas secretas con fondos públicos, bono- luz, barrilito para senadores y diputados, enriquecimiento de la estructura de dirección del partido oficial, control de la justicia y dominio de los medios de comunicación y de los comunicadores por la vía del dinero, práctica desvergonzada del transfuguismo pagado, nóminas secretas con fondos públicos, rentismo, corrupción e impunidad generalizada, cooptación de intelectuales y técnicos y empobrecimiento inconmensurable de la vida espiritual.”

Hoy

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