Lo que hay que saber sobre las vacunas, los analgésicos, los genes y el autismo

Durante décadas, los investigadores han buscado vínculos. La mayoría cree que el trastorno surge de una compleja interacción de factores genéticos y ambientales.

Emily Baumgaertner Nunn
Azeen Ghorayshi

Por Emily Baumgaertner Nunn y Azeen Ghorayshi

The New York Times

El presidente Donald Trump y el secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., publicaron el lunes un informe muy esperado sobre las posibles causas del autismo, un tema que les ha preocupado a ambos durante años.

Los diagnósticos de autismo en Estados Unidos han aumentado mucho en los últimos 25 años. Los expertos en autismo afirman que el aumento se debe, al menos en parte, a una mayor concienciación y a la ampliación gradual de la definición del trastorno. Pero Trump y Kennedy llevan tiempo insinuando que las vacunas pueden estar desempeñando un papel, teoría que ha sido desacreditada por decenas de estudios científicos.

En el nuevo informe, el gobierno presentó otro posible factor de riesgo: el paracetamol, principio activo del analgésico común Tylenol, tomado durante el embarazo. Esta posible relación también se ha estudiado a lo largo de los años, pero las evidencias no han sido concluyentes.

Esto es lo que saben los científicos sobre el autismo y sus posibles causas y riesgos.

¿Qué es el autismo?

El trastorno del espectro autista, como se denomina oficialmente, es una mezcla muy variada de problemas sociales y de comunicación, comportamientos repetitivos y patrones de pensamiento. La gravedad de los síntomas varía mucho, desde un trastorno leve hasta uno muy grave. Un niño con diagnóstico de autismo puede simplemente tener dificultades con las señales sociales; otros niños con casos graves pueden no ser capaces de hablar o ir al baño sin ayuda. No hay un análisis de sangre ni escáneres cerebrales que determinen quién tiene autismo, solo las observaciones de los médicos y lo que les dicen los padres.

¿Puede ser genético?

Se han asociado cientos de genes con el autismo, un trastorno del neurodesarrollo, pero los científicos afirman que parece ser el resultado de una compleja combinación de factores genéticos y ambientales.

“Recuerdo que hace 30 años los genetistas eran bastante optimistas y decían que tal vez había entre seis y diez genes que podían contribuir al riesgo de autismo, y ahora sabemos que son cientos”, dijo Helen Tager-Flusberg, psicóloga de la Universidad de Boston. “Encontrar incluso la base genética del autismo se está convirtiendo en un panorama mucho más complejo de lo que podríamos haber imaginado”.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades han realizado un estudio a gran escala de los factores de riesgo que pueden contribuir al autismo, y los investigadores han examinado decenas de posibles factores, como la contaminación atmosférica, la exposición a sustancias químicas tóxicas y las infecciones víricas durante el embarazo.

Algunas investigaciones sugieren que los bebés nacidos de padres mayores pueden tener un riesgo mayor. Otros estudios han encontrado indicios de que el nacimiento prematuro o el bajo peso al nacer podrían estar asociados a la enfermedad.

¿Qué han descubierto sobre el paracetamol?

Los científicos llevan más de una década estudiando el paracetamol, el principio activo del Tylenol y otros analgésicos. Algunos estudios que examinan el consumo de paracetamol por mujeres embarazadas han descubierto un mayor riesgo de que los niños desarrollen trastornos del neurodesarrollo más adelante. Otros estudios que han intentado controlar otros factores que podrían subyacer a dichos trastornos —incluida la genética— no han encontrado ninguna relación.

En agosto, investigadores de la Escuela de Salud Pública T. H. Chan de Harvard y de la Escuela de Medicina Icahn del Monte Sinaí publicaron una revisión de 46 estudios anteriores sobre el paracetamol durante el embarazo, ocho de ellos dedicados específicamente al autismo.

Los investigadores evaluaron solo los estudios existentes y no aportaron nuevos datos sobre los efectos del paracetamol. Llegaron a la conclusión de que existía una relación entre las mujeres que habían consumido paracetamol durante el embarazo y el TDAH y el autismo, pero dijeron que esto no significaba que el fármaco causara autismo. Las mujeres que consumieron Tylenol podían diferir en aspectos importantes de las que no lo hicieron, como los problemas de salud que surgieron durante sus embarazos o su genética subyacente. Un importante estudio realizado en 2024 que analizó a 2,5 millones de niños en Suecia descubrió que la asociación entre el consumo de paracetamol y los trastornos del neurodesarrollo desaparecía cuando comparaban a hermanos nacidos de la misma madre.

Tras la publicación del documento, Nathaniel DeNicola, que asesora al Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos, también dijo que los resultados no cambiaban lo que los médicos aconsejaban a sus pacientes embarazadas.

“La conclusión del artículo es que el Tylenol debe usarse juiciosamente en la dosis más baja, con el intervalo menos frecuente”, dijo, “que es exactamente la norma actual de cuidado para el Tylenol y para muchos medicamentos, y realmente muchas cosas con las que nos podemos encontrar en el embarazo”.

¿Y las vacunas?

La idea de que las vacunas podrían causar autismo cobró fuerza a finales de la década de 1990, cuando un investigador británico llamado Andrew Wakefield publicó un estudio sobre 12 niños que pretendía revelar una relación entre el autismo y la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola.

Esa tesis ha quedado totalmente desacreditada en los años siguientes por muchos estudios más amplios, incluido uno que incluyó a toda la población infantil de Dinamarca. Independientemente de los tipos de vacunas, los ingredientes que contienen o el calendario de vacunación infantil, los investigadores no han observado ninguna relación con el autismo.

El artículo de Wakefield de 1990 fue retirado en 2010, y perdió su licencia médica.

Entonces, ¿por qué están aumentando tanto los diagnósticos de autismo?

Se calcula que actualmente 1 de cada 31 niños estadounidenses ha recibido un diagnóstico de autismo, frente a 1 de cada 150 en el año 2000, un aumento que se ha visto impulsado por la ampliación de la forma de definir y diagnosticar el autismo en las últimas décadas.

El autismo apareció por primera vez en la tercera edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM por su sigla en inglés) de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría en 1980.

En una revisión de 1987, se ajustó la definición del trastorno para incluir a los niños cuyos síntomas aparecían a edades tardías, después de los 30 meses. También se aumentó el número de criterios para el diagnóstico de autismo, de seis a 16, y los niños solo tenían que presentar la mitad de los 16, en lugar de los seis, como ocurría con los criterios anteriores.

La cuarta edición del DSM, publicada en 1994, incluyó el síndrome de Asperger, un trastorno social caracterizado por la preocupación por un único interés y otras características, en el espectro autista. Fue un cambio significativo, ya que significaba que personas con deficiencias más leves y capacidades intelectuales promedio o incluso superiores al promedio podían recibir el diagnóstico.

La quinta edición del manual de diagnóstico, publicada en 2013, agrupó el autismo, el síndrome de Asperger y una afección denominada PDD-NOS — “trastorno generalizado del desarrollo no especificado” por su sigla en inglés— en un único diagnóstico de trastorno del espectro autista. También permitía a los médicos dar un diagnóstico combinado de trastorno del espectro autista y trastorno por déficit de atención con hiperactividad.

Los datos sobre diagnósticos de autismo de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades descubrieron que la prevalencia del autismo profundo, definido como tener una discapacidad intelectual y graves trastornos del lenguaje, aumentó ligeramente de 2000 a 2016, mientras que otros diagnósticos de autismo aumentaron de forma más pronunciada.

La mayor concienciación sobre el autismo también ha desempeñado un papel importante en el aumento de los diagnósticos. La amplia disponibilidad de servicios especiales en las escuelas a partir de la década de 1990 les dio a los padres un incentivo para buscar un diagnóstico para sus hijos, mientras que las recomendaciones a los pediatras para el tamizado universal de los lactantes en sus visitas de control de los 18 y 24 meses garantizaron una detección precoz.

Los investigadores también señalan el aumento de los debates sobre el autismo en las redes sociales como una tendencia reciente detrás del aumento de los diagnósticos. Los videos sobre el autismo en TikTok y YouTube han sido vistos miles de millones de veces, mientras que los debates sobre el autismo en foros como Reddit han ayudado a la gente a encontrar comunidad e identidad.

“¿Hay margen también para que haya un aumento real más allá de esas variables? Yo diría que probablemente sí, porque algunas de las cosas que se asocian al autismo, los factores no genéticos, también están cambiando”, dijo Tager-Flusberg.

“Con el tiempo hemos llegado a comprender que la biología de este trastorno es mucho más compleja de lo que jamás hubiéramos imaginado”.

Emily Baumgaertner es reportera nacional de salud para el Times, y se centra en cuestiones de salud pública que afectan principalmente a las comunidades vulnerables.

Azeen Ghorayshi es reportera de ciencia para el Times.

The New York Times

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