Moscú advierte que “no existen armas mágicas” tras aval de EE. UU. a ataques ucranianos en territorio ruso
Moscú, 29 de septiembre de 2025 — El Kremlin respondió con cautela este lunes a la decisión del gobierno de Estados Unidos de autorizar el uso de misiles de largo alcance por parte de Ucrania contra objetivos en territorio ruso, bajo supervisión del Pentágono.
La medida, confirmada por el enviado especial estadounidense Keith Kellogg, permite a Kiev llevar a cabo operaciones ofensivas más allá de sus fronteras, previa aprobación directa del presidente Donald Trump.
El portavoz presidencial ruso, Dmitri Peskov, afirmó en su rueda de prensa diaria que Moscú está evaluando cuidadosamente las declaraciones emitidas desde Washington.
“Bueno, primero definamos nuestra posición, comprendamos las posibles amenazas y determinemos quiénes participarán exactamente en el proceso, y solo entonces podremos decidir cómo responder”, indicó.
Peskov subrayó que expertos militares rusos ya analizan el alcance de esta autorización, particularmente en lo relativo al rol operativo de Estados Unidos. “La pregunta, como antes, es la siguiente: ¿Quién puede lanzar estos misiles? Incluso si se encuentran en el territorio controlado por el régimen de Kiev, ¿pueden ser lanzados únicamente por ucranianos, o deben ser operados por personal militar estadounidense? ¿Quién establece los objetivos de estos misiles, la parte estadounidense o los propios ucranianos?”, cuestionó el vocero.
En relación con el eventual uso de misiles de crucero Tomahawk —una de las principales armas solicitadas por Kiev— Peskov restó eficacia estratégica a este tipo de armamento. “No existe una panacea que pueda cambiar la situación en el frente para el régimen de Kiev. No hay arma mágica, ni Tomahawks ni misiles que puedan cambiar la dinámica de la guerra”, afirmó.
Supervisión del Pentágono y decisión presidencial
La autorización para el uso de misiles de largo alcance fue confirmada por el general retirado Keith Kellogg, enviado especial de Estados Unidos para Ucrania, en una entrevista ofrecida el domingo al canal Fox News. Kellogg precisó que las fuerzas ucranianas pueden “usar la capacidad de golpear a fondo, no existen santuarios”, aunque advirtió que cada operación será evaluada de manera individual, y estará sujeta a coordinación con los aliados y a la aprobación directa del presidente Trump.
“Esto es un asunto global, y debemos reaccionar en consecuencia”, señaló Kellogg, al tiempo que enfatizó la necesidad de actuar con prudencia frente a lo que describió como provocaciones recientes por parte de Moscú en el espacio aéreo de la OTAN y la Unión Europea.
El envío de armamento ofensivo de alta precisión ha sido una solicitud reiterada por el gobierno ucraniano. Durante un encuentro bilateral sostenido en el marco de la última Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente Volodímir Zelenski planteó personalmente a Trump la necesidad de contar con misiles de crucero Tomahawk. La solicitud está actualmente bajo evaluación por parte del Ejecutivo estadounidense.
El vicepresidente estadounidense, JD Vance, confirmó que la Casa Blanca analiza la posible entrega de este tipo de armamento a Ucrania, aunque hasta el momento no se ha adoptado una decisión definitiva al respecto.
Dependencia tecnológica y riesgos regionales
Si bien Ucrania ha desarrollado capacidad nacional para producir misiles de largo alcance y drones de ataque, sus fuerzas armadas continúan dependiendo del apoyo tecnológico y logístico de sus aliados occidentales para ejecutar operaciones ofensivas de alto impacto.
La nueva directriz del gobierno estadounidense amplía el margen de maniobra de Kiev en su confrontación con Moscú, pero también plantea interrogantes sobre la seguridad regional y el riesgo de una escalada en el conflicto. La posibilidad de ataques directos sobre territorio ruso, aunque cuidadosamente supervisados, representa un punto de inflexión en la política de apoyo militar a Ucrania, que hasta ahora había evitado dar el paso hacia operaciones ofensivas fuera del teatro de guerra en Donbás y Crimea.
Desde Moscú, la respuesta ha sido medida, pero no exenta de advertencias. La postura del Kremlin apunta a una observación atenta del desarrollo de los acontecimientos, mientras mantiene la narrativa de que ninguna tecnología militar puede alterar el equilibrio en el campo de batalla sin voluntad política y capacidad operativa propia.
Por ahora, la comunidad internacional observa con atención las implicaciones estratégicas de esta decisión, en un momento donde el conflicto en Europa del Este vuelve a adquirir dimensiones de confrontación geopolítica global.