Sin intromisión, resultados

Carmen Imbert Brugal

Talleres, conferencias, proclamas. Leyes, pactos, respaldo mediático, cívico, religioso y enhiesta la bandera izada en el 2020. La transformación de la nación fue promesa y convicción del mandatario. Erigido en adalid, líder de la era mariana en la administración pública, ha querido ser el padre de la patria nueva.

No cesa, afirma que: «Ni me canso ni me cansan”. Reitera su propósito de adecentamiento con matices y contradicciones imperceptibles para algunos, grotescos para otros, aunque el silencio permita que la narrativa perviva y la candidez y el oportunismo avalen.

“El gobierno que iniciamos hoy no permitirá, bajo ningún motivo, que la ola de corrupción del pasado quede impune”. El pasado siempre está como referente para validar un presente que se creía impoluto. Ese mirar atrás bíblico que apareja el riesgo de la estatua.

Cambian los tiempos y los tiempos verbales se modifican. Pasado también es el período 2020-2024, aunque la cautelosa pero firme intromisión en la persecución aliviana la carga.

El jefe de estado, antes de la explosión SeNaSa, para consolidar su marca, preería retirar, sustituir, acomodar en un lugar discreto, al correligionario señalado por el rumor público o por la perversidad de las personas opuestas a la metamorfosis mesiánica del Cambio. Detrás del arrebato para complacer a la tímida vocería que imputaba, están los decretos asignando posiciones fuera del país. También la colaboración decidida, militante para lograr el triunfo de candidaturas municipales, congresuales, como compensación por los servicios prestados, a pesar de los fallos de conducta.

La protección del presidente para los suyos incluye los ministerios sin cartera y las asesorías para servidores que lucen imprescindibles. Esa manera de encubrir cuenta con las veleidades inocultables del órgano persecutor. Empero, él continua inexpugnable como referente de pulcritud, con el eco del aplauso colectivo que impide cualquier ruido incómodo que pudiera alterar la obsesión ética centrada en su persona.

El asunto no es de realizaciones ni de bien común, se trata de “síganme los buenos”, ser como yo o perecer. Y ahí está la trampa, además del menjurje entre las funciones del poder ejecutivo y las de otros poderes del estado, sin olvidar la influencia en los órganos autónomos. Ese ser y no ser, ordeno y disimulo. Apuesta ambiciosa y desafiante cimentada en pilares frágiles y confusos. Y ahora se produce un coqueteo extraño con la Procuraduría General de la República que arriesga la cacareada independencia.

Y después de la negación y la justificación sorprende la condena mayestática sin esperar el resultado del trabajo de la Procuraduría Especializada de Persecución de la Corrupción Administrativa-PEPCA-.

El alarde arriesga tanto como la negación. La ración del boa compromete demasiado. Lo conveniente después de tantas jaculatorias es observar y esperar la acción correspondiente, sin injerencias imprudentes.Ojalá la frustración no asome otra vez. La decepción con la persecución de la corrupción esta más que documentada, porque como afirma Eva Joly en su libro, testimonio “Impunidad. La Corrupción en las Entrañas del Poder”, las elites criminales tienen vínculos por doquier. “Los perros de las Aduanas detectan cocaína, pero nada pueden hacer con las cuentas numeradas.”

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