El endeudamiento público no es malo

Nelson Encarnación

Durante las administraciones del presidente Joaquín Balaguer, especialmente en los últimos 10 años de su ejercicio, el endeudamiento público fue casi nulo, a partir del concepto del veterano estadista de que el país podría afrontar su desarrollo mediante el ahorro interno.

Balaguer fue siempre un acérrimo enemigo de tomar prestado para financiar sus ambiciosos programas de construcción de obras públicas, en especial presas, puentes y canales de regadío entre otras, que sin lugar a duda tuvieron un gran impacto en beneficio del país.

Sin embargo, esa política mantuvo la economía represada a un tamaño muy por debajo de su potencial, y condenó a millones de personas a múltiples limitaciones.

La visión de construir “con el ahorro interno”—ahorro extremadamente limitado—fue responsable del descalabro económico de principios de los años 90 del pasado siglo, principalmente cuando el Gobierno se embarcó la construcción de las presas de Jigüey-Aguacate y del acueducto Valdesia-Santo Domingo.

Estas infraestructuras consumieron “el ahorro interno” de que hacía gala el gobernante, y aun así se mantuvo renuente a recurrir al financiamiento para el desarrollo facilitado por los organismos internacionales a tasas casi de concesión.

Al asumir el Gobierno una generación con criterio mucho más moderno, entendieron que el endeudamiento moderado es un aliado fundamental para el desarrollo y contribuye a expandir la economía, la cual pasó de unos 23,000 millones de dólares (la represa del doctor Balaguer), a un ritmo progresivo de crecimiento que hoy se ubica por encima de los 127,000 millones, o sea, casi seis veces más.

Estamos hablando de que, en términos estadísticos, los dominicanos somos hoy menos pobres que hace 25 años, aunque sabemos que el per cápita es una medición engañosa, pero la única que existe para distribuir la riqueza entre todos los habitantes de un territorio.

Y esa expansión se debe, en parte, al financiamiento fundamental externo, pues si bien parte de esos recursos se han empleado para cubrir gasto corriente, la mayor parte se encuentra invertida en carreteras, puentes, canales de riego, aeropuertos y otras infraestructuras vitales para el funcionamiento dinámico de una nación.

Esta realidad nos indica que satanizar el endeudamiento público responsable y útil, es una conducta que se corresponde con una visión cerrada del Estado.

La actual discusión sobre cual administración ha tomado más préstamos es más política que económica.

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